Unidas Podemos ante las catalanas: ser clave en el Govern y tomar impulso para reconstruir el proyecto
Unidas Podemos llega al 14F un año después de entrar al Gobierno junto al PSOE con el objetivo de reeditar en Catalunya lo ocurrido tras las generales de 2019 y después de los batacazos de Galicia y Euskadi. Aunque el socio en ese hipotético Govern no tendrían que ser necesariamente los socialistas. De hecho, en el puzle incierto que saldrá de estos comicios resultaría más probable una alianza con ERC, aunque para ello deberían darse ciertos condicionantes -una victoria holgada de los republicanos y un limitado ascenso de PSC- que a día de hoy descartan los sondeos.
El reto que afrontan los de Iglesias es doble. Por un lado, detener la tendencia a la baja que el espacio político sufre, de manera más o menos generalizada, desde 2016, y convertir así en rédito electoral, por fin, la acción en el Ejecutivo. Esta fue la principal baza en el primer test con las urnas desde que se conformó el Gobierno de coalición, las gallegas y vascas del año pasado. Pero el resultado fue desesperanzador: extraparlamentarios en las primeras -donde el espacio ya estaba muy deteriorado y concurrían dos candidaturas de la izquierda alternativa- y descenso acuciante en las segundas.
El segundo de los objetivos pasa por insuflar oxígeno a uno de los territorios donde mejor desarrollo logró el partido en sus inicios y donde aún hoy tiene a uno de sus principales referentes, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
La relación con las urnas catalanas de Podemos y el espacio político articulado a su alrededor ha pasado en sus siete años de vida por varios estadios, con notables diferencias entre las elecciones generales y las autonómicas. La irrupción del partido en las europeas de 2014 se saldó con una discreta séptima plaza. Un año después, los incipientes comunes se hicieron con un buen puñado de alcaldías, entre ellas la de Barcelona, en unas candidaturas avaladas y acompañadas por los de Pablo Iglesias. Pero en las autonómicas de septiembre de 2015 se tuvieron que conformar con la cuarta posición y un resultado por debajo del 9%. Esa campaña ya estuvo marcada por el procés, y la lista de Catalunya sí que es pot (una marca que ya no volvería a utilizarse) fue víctima de un planteamiento que no defiende ni el unilateralismo independentista ni el rechazo frontal al derecho a decidir. Y de una dinámica interna muy difícil de gestionar.
Por eso sorprendió tanto, a propios y extraños, el triunfo en las generales de 2015 y en la repetición de 2016, con Xavi Domènech al frente. Este profesor de Historia y activista social fue el elegido para intentar pacificar un espacio político que aunaba las peores dinámicas del universo Podemos con las particularidades catalanas, pero que era capital para los éxitos electorales de una formación con un discurso social y plurinacional. En las autonómicas post-155 de 2017 logró ocho diputados, por encima de lo que marcaban los sondeos previos, pero que resultaron insuficientes para convertirse en “la llave” que permitiera un Govern transversal. Poco después Domènech dejó la política y retornó a la universidad, hastiado de continuas batallas internas.
Aquellos vaivenes de los primeros años de vida de Podemos ya no se producen. En Catalunya, como en el resto de España, la tendencia del espacio político articulado alrededor del partido de Pablo Iglesias es a la baja. En 2019 Colau aguantó la alcaldía por poco, tuvo que pactar un Gobierno de coalición con el PSC y recibir el complicado apoyo de Manuel Valls. A finales de ese año, la lista de En Comú Podem en las generales cayó a la tercera posición en voto (cuarta en escaños). Una realidad que coincide con una cierta pacificación del espacio, en buena medida por las muchas rupturas y salidas que se han producido en los convulsos siete primeros años de vida de Podemos.
“Una oportunidad” también en la Generalitat
Un buen resultado ahora podría impulsar la reconstrucción del espacio en la que en Unidas Podemos están empeñados, sin lograrlo, desde 2017. También en Catalunya. El futuro de Colau está en el aire y dependerá de cómo lleguen al próximo ciclo electoral, previsto para 2022-2023. ¿Y qué sería un buen resultado? “Estas elecciones no van tanto de quién las gana ni de quién queda primero, sino de quién tiene capacidad de gobernar”, aseguraba la candidata de En Comú Podem, Jèssica Albiach, en una reciente entrevista con elDiario.es.
La tesis es ampliamente compartida. Las encuestas vaticinan un resultado muy ajustado y quizá sin una mayoría clara en una sociedad donde el multipartidismo acumula trienios y que se ha acostumbrada a un Parlament dominado por dos bloques que parecen irreconciliables.
En ese contexto, Albiach ofrecerá sus diputados para lograr un acuerdo que saque a Catalunya del procesismo. Y para intentar replicar en la Generalitat lo hecho en el Gobierno central en el último año. Así lo aseguraba el vicepresidente Iglesias en una entrevista en TV3 el pasado jueves, antes del arranque de la campaña, en la que aseguraba que “la gente se ha dado cuenta” de que con ellos en el Gobierno “cambian cosas”. “Y nos van a dar una oportunidad para estar también en el Gobierno de la Generalitat”, vaticinaba.
Este será uno de sus principales reclamos en la campaña que acaba de arrancar y que se celebra en unas circunstancias muy especiales. La pandemia, que está en números de contagio similares a los de la primera oleada y provoca cientos de muertos cada día, impedirá celebrar actos con gran afluencia de público. En Comú Podem directamente ha renunciado a ellos.
La televisión, y las aplicaciones móviles, tendrán así una preeminencia casi total en el devenir de una campaña a la que llegan indecisos un 40% de los catalanes y con una tasa de fidelidad hundida, según el barómetro del CIS. Ese es uno de los handicap a los que se enfrentan los estrategas de En Comú Podem: la desmovilización. El llamado efecto Illa puede modificar estos parámetros, pero también reactivar un voto independentista que se había ido a la abstención ante la falta de horizonte y ahora puede volver por temor a un Gobierno del PSC y a las quinielas que apuntan a un posible apoyo de PP, Ciudadanos y hasta de Vox para que den los números.
En dicha intervención en la televisión pública catalana, Iglesias dejó precisamente un recado a su ya excompañero de Consejo de Ministros, Salvador Illa. Tras decir que tiene una “buena relación personal” con él y ahorrarse un comentario sobre la idoneidad de que abandonara Sanidad para liderar la lista del PSC en mitad de la pandemia (“me va a permitir que sea elegante y no dé mi opinión”), el líder de Podemos sí aludió al “papel de los grupos mediáticos”. “Cuando alguien tiene muchos apoyos mediáticos, no los tiene porque vaya a hacer políticas de izquierdas o sociales”, dijo. “Eso lo entiende la sociedad catalana y creo que va a ser determinante en estas elecciones”, vaticinó.
Iglesias aseguró además que “el exceso de apoyo mediático” podría tener “un efecto contraproducente”. Preguntado por el entrevistador por si se refería a Illa, el vicepresidente invitó “a cada uno a sacar sus propias conclusiones”. E insistió: “Ha sido evidente el comportamiento de determinados grupo mediáticos. Y lo que digo es cristalino: nunca grupos mediáticos privados apoyan a nadie que vaya a hacer políticas de izquierdas”.
Para el PSC las opciones de presidir la Generalitat son también muy complicadas. Por eso, dicen quienes en la distancia siguen la campaña catalana más de cerca, hay que reforzar la idea de que solo con unos comunes fuertes se podrá alcanzar un Govern de izquierdas. “Algunas cosas que algunos en Catalunya pensaban que no podían cambiar, han cambiado”, insistía Pablo Iglesias en la entrevista con la televisión pública catalana. Ese es otro de los argumentos que se esgrimen a nivel estatal para hacer palanca el 14F: “La mayoría de los Presupuestos, con ERC y Bildu, no hubiera sido posible sin nosotros. Eso permite imaginar un horizonte de diálogo”, zanjó Iglesias.
Para contrarrestar la desmovilización y hacer hincapié en lo conseguido en este año al frente de una vicepresidencia y cuatro ministerios, los ministros de Unidas Podemos participarán de forma activa en la campaña. La agenda todavía está pendiente de cerrarse y el tipo de actos que se están diseñando hará que se combinen mítines presenciales con participaciones a distancia.
Pablo Iglesias e Irene Montero asistirán al menos a dos actos cada uno. El titular de Universidades, Manuel Castell, también participará, pese a ser un perfil más independiente. El sociólogo ocupa la cuota de En Comú Podem en el Gobierno y dará cobertura a la candidata.
También la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, estará en la campaña. Díaz se ha convertido en el referente del espacio político en cuanto a gestión: ha sido la artífice de la subida del salario mínimo y de los Erte que han evitado decenas de miles de despidos en la crisis originada por la Covid-19, un bagaje que Unidas Podemos esgrimirá para competir con PSOE y ERC que acumulan más experiencia de gobierno. La gallega devolvería así el apoyo que les prestó Colau en la campaña de 2020, aunque el resultado fuera igualmente malo al final.
La única presencia que no está todavía confirmada es la del ministro de Consumo, Alberto Garzón, aunque en la candidatura dan por hecho que acudirá. El también coordinador de IU, además, está rearmando su partido en Catalunya tras la ruptura con EUiA y el salto de su antiguo líder, Joan Jose Nuet, a ERC.
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