Suele decirse que el verbo “dimitir” es uno de los más cuesta conjugar a los cargos públicos, a los que siempre se les debe exigir un grado de ejemplaridad y ética mayor del habitual. A lo largo de nuestra democracia han sido numerosos los dirigentes políticos que se han visto involucrados tanto en casos de corrupción como en algún otro tipo de escándalo que ha terminado provocando alarma social.
Aunque la tónica general ha sido y es la resistencia en un principio a dejar el cargo, bien es cierto que hubo una etapa, allá por los años noventa, siendo presidente Felipe González, en la que los ceses y dimisiones llegaron a ser numerosos. Era la época del pelotazo fácil, y de los primeros casos importantes de corrupción. El PP, entonces en la oposición, atacaba duro al Gobierno del PSOE con la muletilla de “paro, despilfarro y corrupción”.
La lista de los que en aquellos años del felipismo, por un motivo u otro, tuvieron que tirar la toalla es larga, mucho más que los propios escándalos. Desde los GAL, a Filesa o el caso Roldán. Y sus nombres, importantes.
En 1991 Alfonso Guerra tuvo que renunciar a la vicepresidencia del Gobierno acosado por el escándalo de corrupción en el que se vio involucrado su hermano, Juan Guerra. A él se sumó el exministro de Sanidad, Julián García Valverde, quien en 1992 dimitió tras ser acusado de la venta irregular de unos terrenos por parte de Renfe cuando era presidente de esta compañía. En el Congreso, incluso se abrió una Comisión de Investigación para esclarecer los hechos, una de las primeras de la historia parlamentaria española.
Un año más tarde, en 1993, el ministro del Interior de Felipe González, José Luis Corcuera, fue el que dejaba el cargo al haberse comprometido a ello si el Tribunal Constitucional declaraba inconstitucional -como así fue- una parte de la ley de Seguridad Ciudadana, conocida como '“ley de la patada en la puerta”, que él había impulsado. Su sucesor, Antonio Asunción -recientemente fallecido- no duró un año al frente de esa misma cartera. Cinco meses después, tuvo que dimitir por sentirse responsable de la fuga del director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, acusado y posteriormente condenado por numerosos delitos de corrupción.
El año 1995 hubo doblete de dimisiones en el equipo de González. La de su nuevo vicepresidente, Narcís Serra, y la del titular de Defensa, Julián García Vargas, por el escándalo de las escuchas ilegales del CESID, que afectaron hasta al rey.
Eso por no hablar de las dimisiones de Carlos Solchaga o José María Mohedano, siendo el primero portavoz y el segundo secretario general del Grupo Socialista en el Congreso. Solchaga, por haber sido el responsable del nombramiento de Mariano Rubio -condenado por corrupción- al frente del Banco de España siendo ministro de Economía. Y Mohedano por utilizar un Jaguar de un empresario poco ejemplar.
El PSOE engrosa su lista de dimitidos
El PSOE engrosa su lista de dimitidosEl expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero tampoco se libró del amargo trago de ver cómo salpicaba a su ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, el caso de su amistad con el juez Bartasar Garzón, que llevaba por entonces la operación del caso Gürtel. En 2009 tuvo que dimitir tras conocerse que había participado en una cacería junto con el exjuez y funcionarios vinculados a la investigación del caso.
Años más tarde, el caso de los ERE ha terminado llevándose por delante nada menos que al expresidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, a su exconsejero de la Gobernación, Gaspar Zarrías, al expresidente de la Junta Jose Antonio Griñán y al exconsejero de Empleo José Antonio Viera. Todos esperaron a ser imputados para dejar sus actas parlamentarias. Solo Viera se resistió y se pasó al Grupo Mixto, aunque finalmente también renunció.
En el PSOE la dimisión más reciente ha sido la de José Ramón Gómez Besteiro, secretario general del PSdeG-PSOE, sobre el que pesan diez imputaciones por supuestos casos de corrupción.
Dimisiones con Aznar y Rajoy
Dimisiones con Aznar y RajoyEl Gobierno de José María Aznar sufrió también sus bajas. La primera importante ocurrió en el 2000 cuando el ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, uno de las miembros con mejor imagen de su Gabinete, abandonó el cargo tras conocerse que la esposa del director general de Migraciones era propietaria de una empresa de formación que obtuvo fondos públicos.
Ese mismo año renunció Abel Matutes como ministro de Asuntos Exteriores. Alegó motivos de salud, pero desde hacía tiempo las sombras de sus negocios en Ibiza y las islas le perseguían. Aunque no tanto como a Jaume Matas, quien en 2003 renunció a la cartera de Medio Ambiente para presentarse a la presidencia de Baleares. Años después empezaron a destaparse los numerosos casos de corrupción en los que estaba involucrado. Por algunos de ellos ya ha sido condenado y ha ido a prisión. Otros están aún pendientes.
A Aznar también le dieron portazo algunos diputados, como Jesús López Medel, al estar en contra de su actuación en la guerra de Irak, en la que el dirigente del PP implicó a España.
En está última legislatura, la de Rajoy, también salió del Gobierno el ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, al enterrarse su reforma del aborto.
Más abrupta fue la marcha de Ana Mato, salpicada por la trama Gürtel, que se vio obligada a dimitir como ministra de Sanidad la víspera de que Mariano Rajoy presentara en el Congreso sus medidas de regeneración democrática.
A escala regional fue sonada la dimisión, a finales de 2015, de José Ignacio Echeverría, expresidente de la Asamblea de Madrid, quien dio una tasa de 0,64 mililitros de alcohol por litro en un control, cuando la tasa permitida es de 0,25 mililitros.
Por este mismo motivo tuvo que dejar sus responsabilidades en la Comisión de Seguridad Vial el diputado por Valencia del PP Nacho Uriarte, al verse involucrado en un accidente de tráfico y dar también positivo en la prueba del alcohol.
En octubre de 2015 Mariano Rajoy sufrió una importante baja interna: la de Arantza Quiroga como líder del PP vasco, justo dos meses antes de la elecciones generales. Quiroga intentó crear una ponencia, Libertad y Convivencia, para buscar vías de pacificación en Euskadi en la que cupiera también EH Bildu. La iniciativa fue desautorizada por el PP nacional, lo que le llevó a dimitir.
La corrupción provoca dimisiones en Valencia y Madrid
La corrupción provoca dimisiones en Valencia y Madrid También en el el PP han sido muy sonadas las dimisiones de varios dirigente valencianos, foco de múltiples casos de corrupción. El caso Imelsa, entre otros, obligo a dimitir expresidente provincial y expresidentes de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, que ya había dejado poco antes a regañadientes la alcaldía de Xàtiva. Rus acabó siendo detenido en una redada.
Los disgustos para Rajoy han seguido en Valencia y el vicealcalde y mano derecha de Rita Barberá, Alfonso Grau, también tuvo que dimitir de su cargo el pasado 2 de marzo tras su imputación en el 'caso Nóos'.
Meses antes, el fracaso en las elecciones municipales en Valencia sirvió de excusa para que Alberto Fabra anunciara su dimisión. El exdirigente autonómico, no obstante, aclaró que dejaba pero “en el próximo Congreso”.
La descomposición del partido allí ha sido de tal calibre que Rajoy ha tenido que montar una gestora tras ver cómo prácticamente toda la corporación municipal está imputada e investigada por corrupción y presunta financiación ilegal del partido. En Génova están ahora a la espera de ver qué ocurre con la exalcaldesa, Rita Barberá, a la que le han abierto un expediente informativo.
En Madrid también ha habido dimisiones muy “dolorosas” para el PP, algunas de dirigentes tan destacados como la consejera de Educación de Madrid, Lucía Figar, o el consejero de Presidencia, Salvador Victoria, por su responsabilidad en la trama Púnica. Fue el precio que tuvieron que pagar para que Cristina Cifuentes pudiera garantizarse el apoyo de Ciudadanos a su investidura.
Antes, habían tenido que dejar el cargo varios cargos públicos regionales al estar implicados en el caso Gürtel. A partir de 2009 se sucedieron las dimisiones del exconsejero de Deportes de la Comunidad de Madrid Alberto López Viejo; la del exalcalde de Boadilla del Monte, Arturo González Panero; la de Ginés López Rodríguez, exalcalde de Arganda del Rey; y la de Jesús Sepúlveda, regidor de Pozuelo de Alarcón y ex esposo de Ana Mato. Entre otros muchos. Todos o casi todos forzados por la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que intentaba evitar verse salpicada por los escándalos.
Precisamente, la de Aguirre ha sido la última dimisión en el PP que más repercusión mediática e interna ha tenido. Aguirre dejó su cargo como presidenta del PP madrileño por su “responsabilidad política” en el caso de las supuesta financiación ilegal de su patido. Pero se ha quedado como portavoz de su partido en el Ayuntamiento de Madrid.
En su despedida, Aguirre negó que hubiera ocultado la dimisión un mes antes de su número dos, Ignacio González, expresidente de la comunidad autónoma.
Albert Rivera no se libra
Se da la circunstancia de que Ciudadanos también se ha visto salpicado por el escándalo de la Púnica. El partido de Albert Rivera, que desde que irrumpió en la política nacional presume de haber llegado para regenerar España, también tiene sus sombras. Una de ellas la de Jordi Cañas, que dimitió como diputado en el Parlamento autonómico tras ser acusado por fraude fiscal. Cañas fue recolocado poco después por el partido como asesor en el Parlamento Europeo.
El último episodio es el de la exdiputada de la Asamblea de Madrid, Eva Borox, a la que han obligado a dejar su acta por estar supuestamente implicada en el escándalo de la Púnica durante su etapa como concejala del PSOE. A su dimisión se ha sumado la de su marido, concejal de Valdemoro, Raúl del Olmo.
Las prisas por rellenar sus listas ha llevado al partido de Albert Rivera a tener que expulsar a varios candidatos electorales, entre ellos al número uno y portavoz en Benalmádena, Bernardo Jiménez, por aceptar un acuerdo encubierto con los otros partidos para subirse el sueldo desproporcionadamente –unos 45.000 euros brutos al año– pese a estar en la oposición.
A finales del año pasado también se marchó del partido Francesca Benito, una de las impulsoras de Ciudadanos en Cataluña por enfrentamientos con la dirección por la primarias al Congreso.
Y en febrero de este año el partido obligó a dimitir al portavoz de Leganés y actual edil en el Ayuntamiento, Jorge Pérez, por presunta financiación irregular, con donaciones de particulares, de la campaña de las pasadas elecciones municipale. Junto a Pérez también fue expulsada la secretaria tesorera Gema Martín Díaz. Eso como botón de muestra. Porque la lista es mucho mayor.
El rosario de dimisiones internos en Podemos
El rosario de dimisiones internos en PodemosEl partido de Pablo Iglesias ha sufrido también una importante serie de bajas y abandonos, en su caso, de cargos del partido y no de puestos públicos. El primero, el de Juan Carlos Monedero, después de que la Universidad Complutense de Madrid (UCM) le abriera un expediente informativo por los trabajos de asesoría que desarrolló en países Latinoamericanos mientras estaba en plantilla de la institución.
Tras él, en Podemos se han sucedido estos últimas semanas un rosario de dimisiones, aunque todas ellas por diferencias internas sobre la organización del partido.
Desde el líder del partido en el País Vasco, Roberto Uriarte y otros 19 miembros de la dirección –alegando, entre otras cosas, que la dirección les imponía un candidato–, a otras más recientes, como la de José Antonio Vargas, secretario general de Podemos en Málaga y otros cinco miembros del Consejo Ciudadano, “por la derechización del partido”; O la de Emilio Delgado como secretario de Organización en Madrid y otros nueve dirigentes por “la ausencia de dirección política”.
A esas renuncias se suma la destitución fulminante de Sergio Pascual como secretario de Organización del Consejo de Coordinación por su “gestión deficiente” por parte del propio Iglesias. Una crisis interna que le ha estallado al líder de Podemos en plena negociación para un posible segundo intento de investidura de Pedro Sánchez, sobre la que en el partido morado hay división de opiniones.
Las bajas en Izquierda Unida
En IU también ha habido casos de ceses y dimisiones. Unos por la sombra de la corrupción, como la de José Antonio Moral Santín, por su papel como vicepresidente de Caja Madrid y el uso indebido de la tarjetas black de la entidad, con la que se gastó casi medio millón de euros, y otras derivadas de la responsabilidad política en ese escándalo de Caja Madrid -además de por peleas internas por el nuevo rumbo de la coalición-, como las de los exdirigentes regionales, Miguel Reneses, Ángel Pérez y Gregorio Gordo, que acabó con la desfederación de IUCM
También dimitió el eurodiputado Willy Meyer tras publicarse que participó en un fondo de pensiones privado gestionado por una sicav en Luxemburgo en nombre del Parlamento Europeo.
Pero, además, desde el aterrizaje de Alberto Garzón, el virtual nuevo líder de IU también ha sufrido dimisiones en sus filas por discrepancias internas, como la de Lara Hernández, responsable de convergencia de IU, que el pasado mes de enero abandonó su cargo por considerar que la coalición de izquierdas había “desaprovechado las posibilidades de unas confluencias con Podemos y otras fuerzas rupturistas”.
Además de Lara Hernández dejaron sus cargos el secretario de Política Electoral, Ramón Luque, y el dirigente de IU Jóvenes, Carlos Martínez, quien además abandonó su militancia en IU y el PCE.