Junto a Victoria Rosell, la delegada del Gobierno contra la violencia machista, y una de las mayores víctimas de lawfare judicial por parte del juez Alba, hoy en prisión, Pablo Iglesias cargó este sábado contra la guerra sucia que ha sufrido su partido a lo largo de estos últimos años. Fue durante la Escuela de Otoño que Podemos celebra durante el fin de semana. El título de la mesa “Los golpes del poder: ‘Lawfare' y 'mediafare'”, anticipaba ya un repaso por las operaciones urdidas contra su formación.
Al lado del exvicepresidente estaba sentada Rosell, que finalmente logró revertir una maniobra para apartarla de la política y que acabó con el juez Alba en prisión. En el mismo acto intervino el magistrado emérito del Tribunal Supremo y columnista de elDiario.es, José Antonio Martín Pallín, y la portavoz de Podemos y exdiputada en la Asamblea de Madrid, Isa Serra, condenada por atentando con la autoridad en un desahucio con la única prueba del atestado policial, en una sentencia que los dirigentes de Podemos consideran una prueba más de la guerra judicial contra el partido y sus principales dirigentes.
Rosell, que era la apuesta de Podemos para ocupar un puesto en el Consejo General del Poder Judicial si finalmente el PSOE y el PP cerraban un acuerdo que frustró Feijóo en el último segundo, advirtió que no se pueden calificar como “de baja intensidad” cuando tuvieron como consecuencia su pérdida del escaño y la de Alberto Rodríguez por Tenerife. “Yo dimití y a Alberto lo echaron”, dijo la actual delegada del Gobierno contra la violencia machista. Rosell citó otros ejemplos de esa guerra “en los reveses que en el ámbito contencioso sufrió el Gobierno de Ada Colau en Barcelona por sus políticas de remunicipalización del agua.
Fue Iglesias, no obstante, quien mayores vítores recibió de los asistentes. “Los únicos que cuando las cosas se ponen difíciles defienden la democracia liberal y el Estado de Derecho son los comunistas”, defendió, tras un breve repaso a la historia de la transición española. El terrorismo de ETA, el independentismo catalán y el frente judicial contra Podemos han sido, según defendió, los tres casos fundamentales en que las “élites patrióticas” decidieron abdicar de las reglas del juego democrático contra amenazas al status quo.
La catarata de pleitos contra Podemos, archivados en su práctica totalidad o en vías de ello, han sido la última manifestación de este fenómeno, según Iglesias, porque la formación encarna la verdadera voluntad de cambio político. Se trata de “matar a Podemos” para favorecer a una “izquierda como la de Carrillo”, opinó Iglesias, que no hizo referencias explícitas a Izquierda Unida, sí a los “aliados que jamás habrían soñado” entrar en el gobierno. Podemos tiene, así, la “voluntad de Estado y poder” de la que carecerían otras formaciones, y por ello se esfuerza en conseguir apoyos y cuadros en espacios como la policía o las fuerzas armadas, así como “alianzas en poder económico”. También por ese motivo señala a periodistas como el director de Al Rojo Vivo, Antonio García Ferreras, a quien mencionó explícitamente entre otros que considera cómplices de la guerra judicial, al contrario que la otra izquierda, la tolerada por la élite. La decisión de oponerse a la implicación creciente de la OTAN en la guerra de Ucrania sería otra manifestación de esta voluntad de poder. En referencia al último capítulo de la negativa del PP a renovar el Consejo General del Poder Judicial, la solución pasaría “acabar legalmente” con la capacidad de veto de los populares, pero no por un eventual papel de mediación del rey, pues su figura simboliza “el origen no democrático” del sistema político.
El tono encendido de Iglesias sucedió a las intervenciones de Martín Pallín, que hizo un repaso histórico de la guerra judicial desde sus orígenes, que situó en la decisión del Tribunal Supremo de EEUU de desautorizar el recuento electoral que habría evitado la victoria electoral de George W. Bush en 2000. En el siglo XXI, el “paradigma moderno” de esta guerra judicial es el golpe en Bolivia en 2019, afirmó. El magistrado emérito, antes fiscal, acuso sin medias tintas de “prevaricar” al juez Manuel García-Castellón, instructor de varias causas archivadas contra Podemos y que sufre una “psicopatología” respecto de la formación, según describió irónicamente.
Si Isa Serra cargó contra los “jueces que prevarican”, la “policía que abusa de su poder” y los medios “que mienten”, Victoria Rosell recordó que para que su imputación inicial no se disolviese en poco tiempo fue necesario el concurso no solo del juez prevaricador Salvador Alba, sino de otros que continuaron con la causa con celo extremado pese a la endeblez de las pruebas. Solo cuando se conocieron las grabaciones que apuntaban a un complot en su contra empezaron a cambiar las tornas, criticó. Para acabar con el 'lawfare' como herramienta de acoso político, es necesaria en primera instancia la resistencia colectiva de los afectados y, en el plano legislativo, “repensar el acceso a la carrera judicial” para que la judicatura se democratice. La renuencia a ello es lo que explica el rechazo a su ingreso en el CGPJ, en su opinión. “Sé lo que quiero y sé lo que no quieren que haga”, remachó.
Advertencia a “la izquierda domesticada”
La lucha ideológica “con calorías y proteínas”, y no la pasividad de la izquierda “domesticada” debe ser el camino que seguir por Podemos en el futuro inmediato, según la receta de Pablo Iglesias, ex secretario general de la formación, hoy analista de medios en diversas plataformas. En un discurso que empezó en tono académico y terminó con la intensidad de un mitin, Iglesias enardeció al público de salón de actos de la facultad de ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, donde se celebra este fin de semana la universidad de otoño de la formación morada.