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Los principales líderes europeos rechazan alianzas como la que busca el PP con Vox y Ciudadanos

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

En septiembre, el grueso del Partido Popular Europeo votó contra Víktor Orban, uno de los suyos, “por violar los principios fundamentales de la UE”. Pero lo hizo sin el voto de los de Pablo Casado, que se repartieron entre el apoyo a Orban, la abstención y ausentarse del plenario. Pero todo ALDE y el grueso del PPE, con su candidato a presidir la Comisión Europea, Manfred Weber a la cabeza, apoyaron iniciar un proceso de sanción contra quien representa la derechización del PPE, la persecución de los migrantes en Hungría y el adalid de la Europa de los Estados y las naciones en el Este.

En el Partido Popular Europeo conviven las pulsiones más democristianas, en las que se refugiaron en el congreso de Helsinki a principios de noviembre, y las que miran como si fueran de los suyos a los movimientos más conservadores y soberanistas y patrióticos, y hacen guiños evidentes con asuntos como la migración, el feminismo y el nacionalismo. Como cuando Pablo Casado retorció los datos ante los líderes 'populares' europeos para acusar al Gobierno de crear “la crisis migratoria más importante de la última década”.

Un par de semanas después de la censura del Parlamento Europeo a Orban, Albert Rivera, Matteo Renzi, Guy Verhofstadt y el jefe del partido de Macron publicaron en varios medios un manifiesto para “rescatar la UE de los Salvini y los Orbán”. El propio presidente francés, Emmanuel Macron, ha intentado erigirse –ante el derrumbe demoscópico en su país– como antagonista de Orban, Salvini y sus políticas soberanistas y contrarias a las migraciones.

“No se trata solo de superar de una vez por todas las divisiones que han caracterizado a la política europea en los últimos años y que han llevado al callejón sin salida actual”, escribían: “Se trata de reafirmar con firmeza que todos los Orban, Le Pen, los Salvini de Europa no pueden hacer otra cosa que criminalizar a la Unión, acusarla de todos los males sin proponer nada constructivo, sin siquiera acordar una respuesta única. Si quieren destruir, nuestro trabajo es proponer”.

Tanto el Partido Popular Europeo como el liberal, ALDE, abanderan formalmente la integración europea como seña de identidad frente a la extrema derecha, que representa la impugnación de la UE de los “eurócratas” que intervienen tanto en los países que ni siquiera les dejan hacer sus Presupuestos, como es el caso de Italia. Matteo Salvini, Marine Le Pen y Viktor Orban están por “la Europa de los Estados y las naciones” frente al actual modelo de construcción europea.

Y Marine Le Pen fue la primera en felicitar a Santiago Abascal, líder de Vox, cuando aún ni siquiera se habían publicado los resultados oficiales.

Al PP en Andalucía le salen las cuentas, si pacta con Ciudadanos y con Vox. Pero ese pacto, tanto para el PP como para Ciudadanos, les supondría colocarse fuera de la línea política de sus familias europeas; sería pactar, precisamente, con quienes han sido considerados como enemigos para la CDU de Angela Merkel, o para la CSU de Weber que votó contra Orban; o para los conservadores franceses, que tampoco han gobernado nunca con el entonces Frente Nacional –ahora rebautizado como Agrupación Nacional–.

Eso sí, tampoco se prevé que les pase mucha factura a corto plazo en Europa, aunque en el mensaje de felicitación del líder de ALDE había una alerta a los peligros de la extrema derecha.

Hay quien recuerda que Silvio Berlusconi, miembro del Partido Popular Europeo, llegó a pactos en su día con la Alianza Nacional de Gianfranco Fini y la Lega de Umberto Bossi, aunque ahora esté de malas con Salvini, a quien le ha pedido que rehaga los presupuestos de acuerdo con las exigencias comunitarias. Y también hay quien recuerda que el primer ministro austriaco, Sebastian Kurz, gobierna gracias a la extrema derecha.

Con Salvini tiene sus diferencias Abascal, pues el italiano empatiza con el independentismo catalán. Pero en todo lo demás que importa a Vox –los migrantes y el feminismo–, van de la mano.

La canciller alemana, Angela Merkel, dijo hace tres semanas en Estrasburgo: “El egoísmo y el nacionalismo no deben prevalecer nunca más en Europa”. Y sus aliados españoles, el PP de Pablo Casado, están a punto de hacerse con la Junta de Andalucía gracias al nacionalismo de Vox y al voto de Ciudadanos, cuyo líder ha firmado manifiestos contra los amigos de Santiago Abascal en Europa. No en vano, Merkel siempre ha mirado a liberales y socialdemócratas para gobernar, y no a la extrema derecha de Alternativa por Alemania.

No obstante, en ALDE también viven algunas contradicciones, como en Bélgica, donde les apoyan los ultranacionalistas flamencos de N-VA; o en Dinamarca, donde gobiernan con el ultraconservador Partido Popular danés.

El pacto con Vox en Andalucía llevaría al PP a gobernar Andalucía. Pero situaría a los de Pablo Casado y Albert Rivera fuera de la estrategia de sus familias políticas europeas.