Wang Yu era una abogada cualquiera hasta que un día le agredieron; ella lo denunció y, lejos de recibir justicia, acabó siendo maltratada de nuevo, esta vez, con una pena de prisión de dos años y medio. Al salir de la cárcel ya era otra: el ejemplo de letrada a la que el Gobierno chino teme.
Wang, de 44 años, vuelve a estar encarcelada. La Fiscalía aún no ha presentado cargos formales contra ella, aunque la policía la acusa de incitar a la subversión y alterar el orden, y las autoridades la mantienen recluida desde julio en un lugar desconocido mientras “construyen” un caso para condenarla, según temen amigos y activistas.
Ella es el “orgullo” de los abogados de derechos humanos en China -según la describe el también letrado Wang Quanping- y la clave de la campaña de represión contra este colectivo de profesionales que se inició en julio con hasta 286 afectados.
Más de dos centenares de letrados o familiares de éstos fueron interrogados, detenidos o simplemente, desaparecieron, y unos 30 aún continúan en manos de las autoridades, entre ellos, Wang Yu.
“De los detenidos, ella es la más apreciada por todos”, reconoce a Efe el letrado Yu Wensheng, arrestado durante 24 horas en esta reciente ola de represión tras pedir la liberación de su compañera.
“Me trataron de forma inhumana”, recuerda hoy Yu, quien trabajó con Wang en el pasado y se conmovió por “su profesionalidad y persistencia”. A Wang no se le escapaba ningún caso sensible, destaca.
La veterana activista Cao Shunli, que murió el año pasado en custodia policial en circunstancias aún sin aclarar; el intelectual uigur Ilham Tohti, condenado a cadena perpetua; las feministas e incluso miembros de la secta religiosa -y prohibida en China- Falun Gong... Da igual de quién se tratara, Wang no dudaba en representarles si creía que la acusación era injusta, recuerdan quienes la conocen.
Pero no sólo los casos en los que ha trabajado le hacen ser un “problema” a ojos del Partido único, sino también su actitud en los tribunales, su capacidad de movilización y su cada vez mayor uso de las redes sociales.
“Creo que el Gobierno chino tiene miedo a lo que estos abogados de derechos humanos defienden: insistir en que la ley se aplique, proteger a sus clientes y sus propios derechos y el ejercicio de lo que ellos ven como su derecho a hablar, a aliarse, a pedir mejoras del sistema”, explica a Efe Eva Pils, experta en Derecho chino en el King's College de Londres.
Pils pone ejemplos. “En algunos casos, el buen funcionamiento del proceso criminal chino depende de que algunas reglas sean violadas, y las autoridades esperan que los abogados estén conformes”, indica.
Pero abogados como Wang no son dóciles. “Por ejemplo, los letrados normalmente tienen derecho a acceder a su cliente detenido en una investigación criminal y de acceder al expediente del caso, pero a veces las autoridades se niegan a darlo (...) Profesionales como Wang no lo aceptan”, comenta la experta.
Desde que se convirtió en abogada de derechos humanos, los ataques del Gobierno, en forma de detención, amenazas y otros métodos de presión, no han parado. Pero ella nunca se ha echado atrás, una actitud que ha atraído a multitud de profesionales de toda China.
“Me pareció una persona muy inspiradora. Simplemente sabía que lo que hacía era correcto”, explica alguien cercano a Wang que prefiere no revelar su nombre.
Si tenía miedo, no lo mostraba, dice esta fuente, que precisa que Wang vivía con los pies en la tierra: “Creo que ella sabía que su día iba a llegar en algún momento, pero, en lugar de estar asustada, quizás lo asumió y lo canalizó para que le ayudara en su trabajo”.
Pils recuerda su última conversación con Wang. “Me dijo que no tenía miedo de ir a prisión de nuevo si era para defender su nombre y sus valores”, relata a Efe, y precisa que la única cosa que preocupaba a la abogada era la seguridad y felicidad de su hijo.
Dos meses después de su arresto, su marido, el activista Bao Longjun, se encuentra retenido en una ubicación sin especificar y su hijo, de 16 años, bajo arresto domiciliario a cargo de su tía.
Ambos, hijo y padre, fueron detenidos antes de que tomaran un vuelo destino a Australia. Allí tenían pensado escolarizar al joven ante las presiones que ambos recibían, en un intento, dicen amigos de Wang, de que no acabara como hoy: sin libertad.