El taxi para en la puerta de la Academia de Cine y Carla Simón baja con el pequeño Manel colgado en una mochila. El taxista ayuda para sacar el carrito del maletero y la directora intenta abrirlo con su bebé colgando de ella. Rápidamente acude a echar una mano su amigo Arnau Vilaró, con el que ha escrito Alcarràs, la película con la que lleva desde febrero dando la vuelta al mundo. La gira con el filme, que ganó un histórico Oso de Oro hace casi un año, comenzó en febrero en Berlín. Allí ya estaba embarazada, igual que un mes después, cuando la presentó en Málaga y cuando el filme llegó a las salas.
Manel nació en junio, y desde entonces Alcarràs ha sido la elegida para representar a España en los Oscar, se presentó en festivales por todo el mundo, opta a once premios Goya, estuvo nominada a cuatro premios del cine europeo y ha hecho que Simón encadene una gira mundial para promocionarla y luchar por cada premio que ha hecho que Manel se convierta en, probablemente, el bebé que más países ha conocido en menos tiempo. Los Ángeles, Nueva York, Londres, Venecia, París, Reikiavik… en todas esas ciudades ya ha estado en menos de un año.
Carla Simón no ha parado, pero aquí está la diferencia: ha introducido a su bebé en la rutina de promoción cinematográfica, dando una imagen de normalidad y visibilizando lo difícil de la conciliación para cualquier madre y para cualquier cineasta. Cuando presentó su cortometraje Carta a mi madre para mi hijo, Simón dio el pecho a su bebé, que entonces tenía apenas dos meses, delante de la prensa en el Festival de Venecia. Lo hizo con la misma normalidad con la que lo hizo Carolina Bescansa hace años en el Congreso de los Diputados, provocando la mirada de extrañeza de sus colegas. Simón es madre y directora, y ambas labores se solapan.
Durante esta entrevista, el pequeño Manel se encuentra a pocos centímetros, bajo su supervisión, y realizando gestos de contorsionista mientras ella habla, precisamente, de la dificultad de conciliar en una profesión donde no existen los contratos fijos y donde una se mueve mucho. Demasiado. En un momento dado pide ayuda a una de las personas que llevan la prensa del filme, que se acerca y coge al pequeño cuando empezaba a llorar. La directora cuenta con humor que Manel ya ha “cogido 16 vuelos con escala, y trenes ya ni te cuento”.
“Mucha gente nos dice ‘qué valientes', y yo pensaba que tampoco tenemos mucha opción. Yo soy de las que me hago la maleta en cinco minutos, y mi pareja y yo hemos viajado mucho. Creo que eso ayuda, porque no sé si lo podría hacer todo el mundo, porque es un despliegue de maletas, de carrito…”, dice y aporta el primer adjetivo que describe su estado: “Físicamente es muy bestia”. Una de las claves, “estar muy zen”. “Pasa una cosa con los bebés, que es que si tú estás ansiosa, nerviosa, o lo que sea, eso se transmite, y claro, cuando estás viajando en avión tienes que estar tranquilo y el niño tiene que estar tranquilo para no joder a todo el mundo que está alrededor”, cuenta.
Esa visibilización de lo que supone la maternidad en una directora de cine “es una decisión voluntaria”. Una imagen que rompe y vuelve a demostrar la importancia de la llegada de esta nueva generación de directoras que ponen en la lupa otras realidades. “Creo que por un lado había pocas mujeres haciendo cine y pocas cineastas madres, pero porque es muy jodido. Por eso tardamos tanto en tenerlos y a algunas se les pasa el momento. Creo que estamos en un momento muy confuso con la maternidad. Porque está ahí ese discurso de dar el pecho, de criar intensivamente, de darle todo a tu hijo, que sea una crianza como la de nuestras abuelas… Pero currando igual que tu madre, que se pasaba el día trabajando y te daba el biberón. Entonces, cómo lo hago… ¿muero? Porque realmente las dos cosas no cuadran, y para mí la única forma de hacerlo es llevarme a mi hijo a todos los sitios, pero luego te das cuenta de que ese discurso de 'hazlo todo' está muy lejos de la realidad, porque en los sitios no tienen cambiador, porque no les gusta que haya niños… la vida no está adaptada para ese discurso actual de darle todo a tu hijo y encima trabajar”, opina.
Había pocas mujeres haciendo cine y pocas cineastas madres, pero porque es muy jodido. Por eso tardamos tanto en tenerlos y a algunas se les pasa el momento
Dar entrevistas con un bebé al lado requiere una concentración extra. Carla Simón confiesa que está “agotada”, y que a veces se distrae durante las jornadas promocionales al tener a Manel cerca. Sabe que es más cómodo, y además mantiene que es una decisión activista: “Me gusta llevar a mi hijo para hacer entender que se puede, pero creo que también las cosas se tienen que adaptar y estamos muy lejos”.
En esta experiencia ha vuelto a tener el apoyo de su productora María Zamora, que también es experta en la conciliación en el mundo del cine. “María me decía, la conciliación son los padres. Es como que no existe. No existe y es muy jodido. La conciliación llegará el día que veas a un director haciendo una entrevista con su hijo. Al final nosotras los tenemos tarde. Yo cuando conocí a mi chico le dije, primero hago dos pelis, antes no lo tenemos. Eso era una cosa que lo tenía ya ahí, y me acuerdo cuando conocí a Claudia Llosa, que me hizo de mentora con mi corto de graduación en la escuela de Londres y me parece un ejemplo a seguir en este sentido. Una mujer que hace dos películas y cuando siente un poco que ya va a poder seguir haciendo cine, tiene un hijo. Y claro, cuando luego ganamos el Oso de Oro el paralelismo era muy fuerte [Llosa también lo ganó por La teta asustada]. Yo tenía mucho miedo de tener un hijo, porque ¿cuántos ejemplos hay de mujeres que no vuelven a hacer una película después?”, explica Carla Simón.
Todo lo que cuenta no sería posible sin el apoyo de su pareja. Sería “absolutamente imposible”. “En Estados Unidos había muchísimas proyecciones, coloquios, recepciones… y yo no puedo estar con el bebé todo el rato. En Londres y en Reikiavik hicimos muchísima prensa. Como ya veíamos que esto podía pasar, de los cuatro meses [de permiso parental] que él tiene, dos los hicimos juntos. Luego se guardó otras dos semanas para acompañarme ahora… porque es cierto que esto lo podrías hacer con otra persona, pero lo mejor es hacerlo con tu pareja”, cuenta. Tiene claro que la ayuda es fundamental. “Sola, tendría que haber cancelado la mitad de cosas por agotamiento o por imposibilidad. O que todos nos acostumbremos a tener niños llorando mientras hacemos una entrevista, que podría ser también”, dice con risa mientras Manel empieza a hacerlo y antes de pedir ayuda para seguir con la entrevista.
La maternidad le ha hecho surgir el miedo de no volver a rodar. “Es que el vínculo con el bebé lo tienes tú. No es lo mismo para las mujeres que para los hombres. La maternidad ha parado muchas carreras artísticas y de otras profesiones. Parece que nos da cosa decirlo, pero es obvio, entonces la pregunta es cómo cambiar esto, y creo que es bueno que se esté hablando tanto de este tema. El cambio tiene que pasar por un mundo que se adapte más”, añade. De momento, los festivales de cine empiezan a instalar guarderías para que los cineastas y acreditados puedan dejar a sus hijos, y en películas como Cerdita se creó una ludoteca para que de diez de la mañana a cinco de la tarde los niños estuvieran atendidos, pero todavía es poco.
La conciliación no existe y es algo muy jodido. La conciliación llegará el día que veas a un director haciendo una entrevista con su hijo
A la dificultad de cualquier mujer para conciliar, se suma el hecho de que los cineastas son autónomos y no tienen contratos fijos con los que cogerse bajas, por lo que la suya fue “casi de palabra”. “Al mes rodé el momento en el que sale Manel en el corto, a los dos meses y medio lo estábamos terminando y antes de que cumpliera tres estábamos en Venecia. Luego suma las entrevistas a nivel internacional, coloquios todo el rato… No ha sido una baja normal. Como mucho el primer mes, porque necesitaba recuperarme y porque el tema de la lactancia es una movida. También es verdad que yo tampoco lo quería, cuando llevaba dos semanas en casa sola y la gente me visitaba les pedía cuéntame más cosas por favor porque no puedo más. No me puedo desconectar totalmente. Cuatro meses parada no los aguanto. No es mi forma de ser y cuando haces cine siempre estás buscando algo. Una baja en una disciplina artística es muy relativa, y en mi caso la idea de parar no existía”, dice.
Ahora viene el próximo reto: la conciliación en la etapa creativa. Si en la de promoción ha sido complicado, en la de escritura y futuro rodaje lo ve todavía más. De momento, su tercera película esperará un poco más. Prefiere parar, respetar sus tiempos “y disfrutar también de la maternidad”. “La promoción es algo que, dentro de lo que cabe se puede llevar bien, porque al final estás hablando de cosas que ya sabes, es algo más automático. Es más una cuestión física de aguantar los viajes. Lo que más difícil me parece es volver al espacio creativo, a escribir. El primer paso es que ya he contratado una canguro unas horas al día y eso me ha permitido empezar a retomar el guion y pensar de una manera algo más intensa, porque me siento muy dispersa. Volver a encontrar tu mundo interior es difícil en cualquier situación, pero ahora con tan poco tiempo todavía más”, sostiene.
Hay, de alguna forma, un hilo invisible que une a Carla Simón con aquella alfombra roja de Paula Ortiz en 2016, cuando embarazada paseó por la Alfombra Roja rompiendo el tabú de ver a una directora a punto de dar a luz en un lugar que hasta entonces parecía que tenía prohibida la maternidad. Un hilo que es el resultado de la lucha de muchas mujeres como ellas por visibilizar problemáticas que los hombres no conocen y nunca han sufrido, y que ellas han puesto sobre la mesa de una industria que vive un cambio imposible de parar.