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En un río, una escombrera o bajo una losa sin nombre: así acaban los restos de los dictadores que no son Franco
Las cenizas de Hitler fueron arrojadas a un río, los restos del dictador paraguayo Tacho Somoza, a una escombrera, y el cuerpo del argentino Jorge Videla se encuentra bajo una losa sin nombre. Las sepulturas de muchos dictadores contrastan con la de otros cuyos cuerpos descansan en grandes mausoleos entre honores.
En pleno debate sobre la exhumación de Franco, la periodista y experta Nieves Concostrina, que colabora en la Cadena SER y RNE y cuenta con varios libros centrados en la muerte de personajes ilustres, ha resumido en un hilo de Twitter el trato que los distintos países han dado a sus dictadores tras su muerte.
Con el fin de la II Guerra Mundial en el horizonte y la derrota de Alemania, Hitler se refugió en un Búnker. En él, el dictador se suicidó el 30 de abril de 1945 de un disparo en la cabeza junto a su esposa, Eva Braun, que utilizó una cápsula de cianuro para morir. Según afirma Concostrina, sus restos, junto con los de la familia Goebbels, fueron exhumados, cremados y arrojados al río Biederitz, cercano a la localidad de Magdeburgo, en 1970.
Solo dos días antes, el 28 de abril de 1945, el fascista Benito Mussolini fue ejecutado por la Resistencia Italiana cuando intentaba huir con su amante, Clara Petacci. Su cuerpo fue enterrado en una fosa común y pasó, como cuenta la periodista, por el maletero de un coche, un armario y un convento hasta que en 1957 su familia lo enterró en el cementerio de San Cassiano en su pueblo, Predappio.
Las tres décadas de dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana acabaron el 30 de mayo de 1961. Tras el asesinato de 50.000 personas, el dictador murió en una emboscada. Dos días más tarde se celebraría su funeral y sería enterrado en la localidad dominicana de San Cristóbal. La presión popular consiguió que el cuerpo del dictador saliese del país hasta llegar a París y, años más tarde, su cadáver fue enterrado, como cuenta la experta, en el cementerio del Pardo de Madrid en una lujosa tumba.
Juan Alfredo Stroessner gobernó Paraguay bajo una dictadura que se extendió durante 35 años y fue derocado en un golpe de Estado el 3 de febrero de 1989 y enviado al exilio junto a su familia. En 2006 Stroessner murió a causa de una neumonía en un hospital de Brasilia. Como relata Concostrina, su familia intentó que su cuerpo fuese repatriado y se le realizase un funeral de Estado en Paraguay. Sin embargo, la iniciativa fue rechaza y su cuerpo se encuentra en un cementerio de la capital brasileña.
El dictador nicaragüense Tacho Somoza presidió la república en dos ocasiones, sumando 16 años de represión. El 29 de septiembre de 1956 murió después de cinco días hospitalizado tras sufrir varios disparos por parte del opositor Rigoberto López Pérez. Somoza fue velado entre honores y, como afirma la experta, enterrado en la cripta de la Guardia Nacional de Managua durante la dictadura de sus herederos. En 1979, sus huesos acabaron en una escombrera.
Su hijo Anastasio (“Tachito”) Somoza, que heredó la dictadura hasta 1979, partió al exilio a Paraguay y, como cuenta Nieves Concostrina, fue ametrallado cuando circulaba por la avenida Generalísimo Franco de Asunción. Más tarde, fue enterrado en un cementerio de Miami.
Jorge Rafael Videla presidió Argentina bajo una dictadura desde 1976 hasta 1981. Sus asesinatos le valieron varias entradas y salidas de la cárcel y, tras una última condena a 50 años de prisión en 2012, fue encontrado muerto en el inodoro de su celda el 17 de mayo de 2013. Como relata la experta, ningún cementerio argentino quería acoger el cadáver del asesino Videla, hasta que, finalmente, fue enterrado bajo una lápida sin nombre propio: “Familia Olmos”.
Los 17 años de dictadura de Augusto Pinochet acabaron el 11 de marzo de 1990 noventa. Años después, en 2006, el dictador chileno murió a causa de un infarto de miocardio. Una vez más, como cuenta la periodista, la familia pidió que se celebrase un funeral de Estado para rendirle honores. Sin embargo, el gobierno de Bachelet rechazó la idea por no haber sido elegido democráticamente. Finalmente, su cuerpo fue incinerado y sus cenizas se trasladaron a la capilla privada de la familia de Pinochet en Los Bolos (Valparaíso).
Como contrapunto, Concostrina pone los ejemplos de China, Corea del Norte, Rusia y, cómo no, España. Los restos de Mao Zedong reposan en un enorme mausoleo presidido por una foto del dictador en plena plaza de Tiananmen, Kim Jong-il fue nombrado “Héroe de la República Popular Democrática de Corea” y es tratado casi como una deidad y el cadáver de Lenin está en un gran mausoleo situado en plena Plaza Roja de Moscú.
En la misma línea, el cuerpo de Franco se encuentra en la basílica del Valle de los Caídos desde el 23 de noviembre de 1975. Ahora, más de cuarenta años después del fin de la dictadura, el gobierno de Pedro Sánchez quiere sacar sus restos del mausoleo aunque, a pesar de que afirman que ya tienen el “sustento jurídico” para hacerlo, la exhumación sigue sin fecha.
Mientras, los familiares del dictador se oponen y han llegado incluso a amenazar con presentar una denuncia al Gobierno por “profanar tumbas”. Sin embargo, la normativa sobre sanidad mortuoria refleja que, de continuar la negativa de los Franco de hacerse cargo de sus restos tras la exhumación, el cadáver se trasladaría a un osario.
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