RED

La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Continuará

Lluís Orriols sobre 'Cobra Kai': “Esta serie es una de la principales deudas pendientes con mi generación”

Enero ha comenzado con el estreno de la tercera temporada de Cobra Kai, una serie que pasó de YouTube a Netflix tras un éxito instantáneo. La premisa de partida es el encuentro, 34 años después, de los protagonistas de Karate kid. Los adolescentes de entonces están interpretados por los mismos actores. Un festival retro concebido por tres amigos que adoraron la película, Josh Heald, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg.

Comparten edad, en torno a los 43 años, y pasión con uno de los espectadores que disfruta especialmente de este reencuentro, el politólogo, doctor en Ciencia Política en la Universidad Nuffield de Oxford y profesor, Lluís Orriols, quien subraya la importancia de Cobra Kai: “En realidad, esta serie es una de las principales deudas pendientes que se tenía con nuestra generación, la de los que crecimos en los años ochenta y que tenemos a Karate kid como una de las películas, digamos, pilares de nuestra infancia”.

Karate kid conectó con el público de forma espectacular en 1984. Sólo en España se vendieron casi dos millones de entradas y en Estados Unidos y Canadá la película arrasó, además sin estar previsto por el sector. Incluso el venerable maestro de artes marciales, el señor Miyagi, interpretado por el fallecido Pat Morita, fue nominado al Óscar y al Globo de oro, aunque la película no era una obra de cine de calidad artística como señala Orriols: “Karate kid era una película muy estereotipada, de buenos y malos, transcurría en esos parámetros, muy simple. Efectiva pero simple a la vez”.  

“Volví a ver Karate kid cuando salió la serie y me emocionó tanto como cuando tenía diez años”

“Es difícil valorar la calidad de una película como Karate kid —prosigue Orriols—, porque cuando marca tu infancia hay un componente más emocional que racional a la hora de evaluarla. Volví a verla después de varias décadas, cuando salió la serie y me emocionó tanto como cuando tenía diez años. Creo que es una película muy sencilla, muy lineal, de buenos y malos, pero que sigue funcionando bien”. 

Los hijos de Orriols aún son pequeños para unirse a él en el visionado del film: “No tengo adolescentes en casa, no puedo saber si llegaría a las nuevas generaciones pero creo que sí, que ha envejecido bien dentro de lo que es, una cinta de entretenimiento, sencilla. Ahora, sin duda creo que es una película de generación. Ha marcado a una generación. Acabó siendo uno de los pilares de todo un grupo de los que crecimos en los años ochenta”. 

“Las piezas no encajaban en el final de la película”

Esto lleva al politólogo a aclarar qué hacía tan necesaria esta serie: “Las piezas no encajaban del todo por parte de los protagonistas. Muy particularmente, en el último minuto, el malo, Johny Lawrence entrega el trofeo a LaRusso y le felicita de forma sentida. Eso, con muchos de los compañeros de generación con los que lo he comentado, nos generó cierto desconcierto porque, todo el tiempo parecía un personaje estereotipado, y sin embargo, veíamos que, detrás de eso, quizás no era simplemente un chico malo. Y por otro lado, veíamos también a LaRusso, en el cual se apreciaban comportamientos que no eran tanto de víctima sino de abusón, porque iniciaba algunas peleas que eran gratuitas, sobre todo una que ocurre en el baño y en la que hay una manguera. No voy a decir mucho más por si alguien no ha visto Karate kid”. 

Cierto, no todo el mundo tiene en su cabeza la película original como Orriols. El protagonista, un adolescente, se muda a Los Ángeles con su madre y encuentra una pandilla de gamberros que practican karate. Afortunadamente, el conserje de su urbanización, el señor Miyagi, resulta ser un excepcional sensei que le entrena en escenas inolvidables. Lo demás es previsible y satisfactorio, tras sufrir humillantes palizas, el joven LaRusso termina venciendo a los fornidos rivales, el último combate contra su antagonista. La serie Cobra Kai evoca y refresca con metraje de la película los hechos principales, facilitando el visionado a nuevos espectadores. 

“La serie resuelve el enigma de forma muy efectiva”

Orriols aconseja ver esta serie especialmente a quienes son como él mismo: “Se la recomiendo sobre todo a los mayores de cuarenta años que vivimos Karate kid y los años ochenta y que vimos que LaRusso y Lawrence no acababan de encajar muy bien las piezas de las que estaban compuestos. Esta serie, sobre todo los primeros capítulos, nos ayuda mucho a resolver el enigma, esa duda que nos dejaron entonces, en el último minuto de Karate kid. Y se resuelve de forma muy efectiva, porque son los mismos personajes. Vemos cómo han crecido, lo que es uno de los principales atractivos”.

La serie está muy valorada por sus espectadores y es una gran propuesta familiar, además de por  su tono desenfadado y su buena factura, porque como explica Orriols: “Se desarrolla en dos planos, hay dos series en una, la parte nostálgica de resolver quiénes son realmente Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, intentar conocer más a estos personajes, que marcaron nuestra infancia, de los que sabíamos más bien poco. Ahora vemos cómo son de mayores, su forma de actuar. Son claramente deudores, y creo que el guion lo hace muy bien, de cómo eran ya de adolescentes. Y, luego, un segundo plano que es la nueva generación de estudiantes de karate, donde a mí me interesa particularmente cómo se construyen las identidades en la adolescencia, la facilidad en su construcción y cómo estas identidades generan rivalidades, lucha, confrontación. Creo que se muestra perfectamente cómo un grupo atomizado de alumnos acaba construyéndose una identidad en torno a una problemática que venía de los años ochenta, entre dos rivales, Lawrence y LaRusso” ahora convertidos en senseis

“Mi padre me apuntó a karate. No entendí mucho qué hacía yo ahí”

Orriols mismo conoció de niño la práctica de este arte marcial: “Cuando tenía unos diez años, mi padre me apuntó a karate, creo que nunca lo he dicho en público. Duré no creo que más de dos meses, no entendí mucho qué hacía yo ahí, las dinámicas que había ahí dentro. El sensei estaba más ausente que presente. Me apunté por amigos pero duré poco. Me siento muy identificado en la serie con Dimitri, soy el friki de Dimitri cuando era un chaval, y es al que le cuesta más entrar en este mundo” señala en referencia al adolescente de la serie que tiene una mirada cínica ante la nueva pasión de sus compañeros por esta práctica.

Sin ponerse intenso, Orriols, y cualquier espectador, puede ver aspectos muy interesantes en lo que supone la irrupción de una actividad que atrae a los adolescentes y en qué altera a los grupos: “Karate kid muestra dos formas de entender las artes marciales, una más agresiva, de ataque, otra más defensiva. Creo que la serie es mucho más crítica con esta división, que es muy simple en la película”.

“Conocer artes marciales no reduce los conflictos”

Estas dos escuelas, la manera en la que influyen en los chicos y chicas, sí plantean reflexiones: “Si pudiéramos sacar o trasladar una lectura política, es que la mejor forma de buscar la paz no es armarse para la defensa sino desarmarse. El hecho de que se tengan armas de defensa acaba colaborando para que haya un conflicto”, concluye Orriols y lo justifica: “En este caso se ve muy bien como al inicio, hay conflictos entre los jóvenes en el instituto, pero el hecho de ayudarles en las artes marciales no los reduce, hace que se propaguen. Disponer de una tecnología de defensa o de ataque hace más daño que bien en el instituto. La mejor estrategia para la paz no es la proliferación de un armamento para la defensa”.

Cobra Kai no rehuye los problemas de los jóvenes en su argumento a pesar de su tono ligero: “Sí aborda la debilidad de la adolescencia, si aborda el bullying, el hecho de que cuando hay adolescentes perdidos buscan figuras de referencia, buscan la construcción de identidades. Eso no está tanto en la película” añade Orriols, que recuerda que en el film: “LaRusso simplemente es alguien que está desubicado porque ha cambiado de colegio y de ciudad, pero es un líder, ya desde el principio. Aquí vemos a perdedores, a frikis, y ahí me siento yo bastante identificado en mi adolescencia. Se trata la necesidad de la construcción de identidades, se ve muy bien cómo se construyen a través de de las dos escuelas y cómo esa nueva construcción puede romper incluso amistades que se tenían desde antes. Creo que la serie juega mucho más con la necesidad de los adolescentes en la búsqueda de referentes en esta construcción”. 

Orriols verá esta nueva temporada porque se ha fidelizado como espectador, aunque llegó desde la nostalgia y sus episodios favoritos eran los primeros, los que resolvían esos enigmas que tenía pendientes, pero: “Una vez empiezas es muy difícil dejarla”.