Una chimenea, una sartén llena de migas, el color rojo de la lumbre y olor a chorizo. Llueve en Ventas del Carrizal (Jaén) y el padre del niño Leandro no puede salir a trabajar. Todos en su familia viven del campo, de los olivos. Cuando el tiempo no acompaña es el único momento en el que los hombres dejan los olivos y las mujeres las tareas del hogar para sentarse en círculo alrededor del fuego. “Se habla de trabajo”, tercia Leandro 30 años después. “Del día perdido”. Sin embargo, el recuerdo de aquellas jornadas salpicadas por la lluvia tranquiliza al diseñador en los días de más trasiego. Su vida dio un vuelco cuando, ya superada la primera década del siglo XXI, se alzó con distintos premios como diseñador de moda y, sobre todo, cuando en 2012 fundó su propia marca. Desde entonces, el trasiego de colecciones, pasarelas, modelos, taller y focos no ha hecho sino aumentar curso tras curso hasta convertir al andaluz en uno de los diseñadores más prometedores del panorama español e internacional hasta el punto de ver sus trajes sobre la piel de grandes estrellas del cine o la música. “Vestir a Lady Gaga o Celine Dion”, reconoce, “nos permite llegar a una gente a la que nunca podríamos llegar por nuestra cuenta”.
A Leandro, de 36 años, le inspira Andalucía, España, las mujeres de su familia y el campo. La tierra casi siempre seca —excepto durante esos días de lluvia en los que todo para— de la sierra de Jaén, los olivos, el aceite. La artesanía. Los toros. “¡Cuidado!”, sorprende, “que a mí no me gustan”. Lo que pasa es que le es imposible, en sus propias palabras, no apreciar la estética de la tauromaquia, de los trajes de luces, de las ondas del capote: “En España hay que romper con la barrera de la estética taurina. A mí me alucina”. Leandro se queja de que fuera de nuestras fronteras haya “menos problemas” con este tipo de cosas. Se queja, en definitiva, de que, en algunas ocasiones, se aprecie más la cultura española fuera del país que dentro. De todas formas, ni él mismo que en 2018 deslumbró a todos con su colección 'Corrida' —repleta de referencias al mundo del toro— escapa de la disyuntiva. Repite: “No me gustan los toros, pero la estética del toreo me alucina”. Forma parte de esas raíces españolas y andaluzas que menciona y de las que —dice— son “fuente inagotable de inspiración”.
Y no lo dice como una simple anécdota ni con la boca pequeña. Al tiempo que ponía las primeras piedras para construir el rascacielos que hoy es su marca, Leandro fundó, en Ventas del Carrizal, una asociación de artesanía en homenaje a su abuela y a todas las mujeres del pueblo. Es la moda de las cosas pequeñas la que ha llevado al jienense a ganar premios año tras año. En 2011 llegó el primero —el Almacén de Ideas de la Pasarela Abierta de Murcia—; en 2012, el Designer for Tomorrow; en 2014, el Dedal de Oro; en 2017, el Who's On Next. Entre medias, estrellas del tamaño de Lady Gaga, Celine Dion, María Leon —que lució un Leandro Cano en los Premios Goya de 2016— o la cantante María José Llergo han paseado sus diseños por España y el mundo.
En la moda y el arte no hay 'imposibles'
La moda de las cosas pequeñas que cultiva Leandro solo se entiende pensando 'a lo grande', a pesar de la paradoja. El diseñador huye de cualquier concepción de su profesión que le imponga límites. Por eso, en sus prendas desafía las normas. Desafía hasta la ley de la gravedad. “Yo siempre parto de que todo es posible y, al final, casi todo acaba siendo posible de verdad”, desliza. Lo pensó incluso cuando era un niño especialmente retraído en su Jaén natal. Fue una “infancia feliz”, reflexiona, “aunque sí que era diferente en muchos sentidos a otros niños y, a veces, eso lo hizo todo un poco complicado”. Lo pensó también cuando decidió cursar Diseño Gráfico y Fotografía en Granada. Otro se hubiera conformado con eso y hubiera tratado de ganarse la vida aunque lo que había estudiado no le apasionara. Él no. Él no creyó que fuera imposible dejarlo todo —una vez más—, irse a Sevilla y empezar a estudiar Moda. “Mi familia no lo aprobó al principio”, sonríe, “pero en seguida vieron que no había alternativa”. Pronto, Leandro Cano destacó entre sus compañeros y, antes de terminar los estudios, empezó a cosechar los primeros éxitos.
Nacido entre olivos, criado entre mujeres y tozudo en su empeño de reivindicar lo rural y sus raíces andaluzas, se encuentra este final de 2020 con ganas de seguir trabajando, creando y creciendo. “Eso sí”, avisa, “voy a tratar de estar un poco más tranquilo”. No se plantea un año sabático ni nada por el estilo. Quiere seguir trabajando, pero también saborear más los éxitos, los aprendizajes y, en definitiva, el camino que recorre con su marca desde hace prácticamente 10 años. Tras colecciones como Ofrenda, A tu vera, Carmen, 083, Anima o Buffet, el jienense asegura que todo eso ha sido solo el principio. ¿Su secreto? Innovar y trabajar. A la pregunta que le hacen todos los periodistas —“¿A qué personaje conocido te gustaría vestir algún día?”—, Cano espeta: “Te podría decir que me encantaría vestir a Beyoncé, y sería verdad, pero lo que me volvería loco es poder vestir a Juana de Arco o a Lady Di”, sorprende. “Sería increíble”. Quizás, de todo lo hablado con Leandro, ese deseo sea, incluso para él, lo único imposible.