'Pan y mantequilla' de Efecto Pasillo: “Gracias a canciones como esta alguien sobrelleva mejor una enfermedad”
Una sonrisa, una palabra, un gesto, un fan que se les acerca solo para decirles que gracias a canciones como Pan y mantequilla “sobrelleva mejor una enfermedad”, suya o de un familiar. Eso, para Efecto Pasillo, vale más que cualquier superconcierto. “Una vez nos contaron que por el positivismo que insuflamos, su tía, en parte, se había recuperado de la depresión”, recuerda el vocalista de la banda. Iván Torres, Javi Moreno (batería), Arturo Sosa (bajista) y Nau Barreto (guitarrista) —hoy ausente— son demasiado similares a sus canciones, casi idénticos. Por eso, no dejan de bromear y vacilarse durante toda la entrevista. No saben ser de otra forma, no saben hacer música sin pasárselo bien.
El estribillo de Pan y mantequilla nació cuando Iván empezó a cantar en la banda de reggae que tenía Arturo, el bajista, con sus amigos de toda la vida. De ahí viene su característica sonoridad caribeña, marcada por los ritmos de la guitarra y el cajón. En aquel entonces, hace diez años, ya habían publicado un disco, pero ninguno de ellos se dedicaba en su totalidad a la música: Arturo trabajaba en hostelería, Iván en un almacén y Javi, economista, en un hospital. “Cuando salíamos, íbamos al local de ensayo a componer, a divertirnos y a intentar tocar en garitos por Las Palmas”, explica Iván con una sonrisa. Hacían lo que podían, no importaba que lloviese.
“Recuerdo perfectamente que estaba cargando cajas en el almacén, hecho polvo, y empecé a escuchar nuestra canción en la radio. Yo decía: 'Pero, ¿qué estoy haciendo aquí?'”, recuerda el vocalista. En pocos meses, la canción se convirtió en número uno en la radio. Fueron unos salvajes irracionales, dejaron sus trabajos, hicieron las maletas y se mudaron a la capital. Conciertos, galas, presentaciones, entrevistas, vértigo. Por fin iban a poder dedicarse plenamente a la música, atrás quedaban aquellos días precarios en los que tenían que cogerse vacaciones para poder ir a Madrid a tocar. Nunca lo han olvidado: “La ventaja que tuvimos es que el éxito nos cogió ya con una edad… No éramos tan jóvenes como para volvernos locos”, comenta Arturo.
Pan y mantequilla de merienda
Aunque es una canción “de amor y cortejo”, Pan y mantequilla tiene algo de esos recuerdos de la niñez, de las meriendas de la infancia: “En mi casa, y probablemente en muchas casas de España, el pan y la mantequilla es parte del desayuno, del almuerzo, de la merienda. Es un alimento que pega a todas horas, como la canción”, explica Iván. También tiene un toque lúdico, de las oraciones que recitaban cuando eran niños a los pies de la cama. “Lo de las cuatro esquinitas es una oración que rezaba con mi madre para irnos a dormir”, dice Arturo. A lo que Javi añade con una carcajada: “Eso salió un día en el que Iván cogió la batería y yo me puse a cantar. Empecé a desfasar y a decir un montón de cosas como oraciones y cosas de misa... Se ve que nos gustó”.
Durante estos últimos catorce años, la banda canaria se ha llevado de un plumazo los días grises de su público y les ha hecho sentirse bien. A la pregunta de si se consideran menos valorados por componer este tipo de temas pegadizos, menos serios y grandilocuentes, lo tienen claro: “A veces, hay entrevistas en las que nos dicen: 'Oh, ustedes siempre han creído en lo sencillo, en lo simple'. Y es como: '¿Estar alegre, ser positivo, tener una visión optimista de la vida es ser sencillo?' Yo no lo creo. Son tres acordes muy bien tocados, con sus arreglos, con su armonía… La simpleza hay que saber hacerla”.
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