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humor al cubo

Iñaki Urrutia: ¡Cuidado, promotor suelto!

Antonio Contreras

23 de mayo de 2021 22:03 h

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El cómico Iñaki Urrutia (Barcelona, 1977) acumula un amplio currículum como presentador de concursos televisivos, particularmente en televisión aragonesa y en la vasca. Lo compagina con su actividad como monologuista. Precisamente, su último espectáculo se titula Esto no es un concurso: “Como llevo nueve años presentando concursos y estoy hasta el gorro de hacer preguntas, pues he decidido que me sirva como de expiación. Ahí cuento cómo es mi experiencia presentando un concurso. Además, hago un concurso con el público. Funciona muy bien”. Fiel seguidor del Athletic ha colaborado también con diversos espacios deportivos como humorista. Lo último ha sido su incorporación al equipo del programa de sobremesa Zapeando.

Ya estabas bastante solicitado y ahora has empezando hace poco a colaborar con Zapeando

Estoy colaborando en Zapeando ahora esta temporada. Empecé hace un par de semanas y estamos ahí a tope. Además, sigo presentando mi concurso diario de Aragón TV que se llama Atrápame si puedes, que llevamos más de mil programas. Estoy ahí como un funcionario. Encantado de la vida. Y luego, en el canal #Vamos, estoy presentando Últimos fichajes, con J.J. Vaquero y Leo Harlem. Nos lo estamos pasando muy bien. Y también pues con mis bolillos por ahí y con el espectáculo de Esto no es un concurso, en el Palacio de la Prensa en Madrid. Así que con eso andamos. Y de vez en cuando, los domingos, pues me junto con Comikazes, que somos cinco cómicos que vamos a probar texto, a ver qué pasa y es muy divertido porque nos vemos morir unos a otros. Está muy bien.

Supongo que ahora ya todo es más fácil que en tus inicios

Jo, los comienzos son muy difíciles. La primera vez que hice una actuación de una hora entera fue en Albacete. Estaba un poco confuso. Era mi primera actuación de una hora fuera de Madrid. Y entonces me acuerdo que subí y empecé a hablar. Estaba lleno. Era un sitio donde habían estado actuando Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Goyo Jiménez... Y yo empecé y estaba como entre liado, perdido, nervioso... Mira cómo debería estar que, cuando llevaba como unos diez minutos, me dice una señora: “¡Venga, chaval, que tú puedes!” Como si estuviese subiendo una caja a un altillo. Así que, en vez de venirme abajo, agaché la cabeza y me empecé a reír porque dije: “Qué cara debo de tener de acojonado para que esta señora me anime como a un ciclista”. Claro, me reí y a partir de ahí, la actuación fue para arriba.

En esos primeros bolos ¿el público te ayuda o te presiona?

Cuando estaba empezando, actué en Guadalajara. Cuando llevaba un rato, la actuación estaba yendo bien y había una pareja en primera fila que estaba como dando por saco todo el rato. Yo creo que iban borrachos. Así que me metía con ellos. La gente se reía. De repente, veo que ella abre el bolso y yo pienso: “Hostias, ¿qué va a pasar?” Entonces, saca un calcetín de deporte y me lo tira. Lo cojo y digo: “¿Me habéis tirado un calcetín?” “Sí, hemos sido nosotros”. No supe qué decir. Es que no lo entendí. Y ellos se reían. Cuando acabé la actuación, se acercaron y me dijeron: “¡Somos los del calcetín!” Digo: “Ya, ya. Ya os he visto. ¿Pero por qué?” Y ellos: “No sé. Nos ha parecido gracioso”. Y digo: “Pues nada. Pues ya está.”

¿Cómo te dio por dedicarte a la comedia?

Yo de niño siempre hacía el tonto en el pueblo y contaba cosas y tal, y la gente me escuchaba. Subía al escenario del pueblo a hacer bingos y presentaba a la orquesta, y daba premios de mus. Entonces, en una boda, se casaba una prima de mi novia. Yo solo conocía a mi novia y a sus padres. Y en medio de la boda estaba muy aburrido mirando al infinito y vi a una orquesta tocar y pensé: “Hostia, yo no sé si se ríe conmigo gente que no me conoce”. Entonces le dije a mi novia: “Ahora vengo”. Me dice: “¿Dónde vas?” Digo: “A una cosa”. Y me subí al escenario y le digo al de la orquesta: “Hola. ¿Puedo contar una cosa?” Y el tío de la orquesta me dice: “No sé. Vamos a hacer el descanso”. Así que le dice a la gente: “Y ahora, un chico que quiere contar cosas”. Entonces yo conté un chiste sobre los novios, a los que no conocía. Conté un chiste larguísimo metiendo tonterías mías y la gente se partió y me aplaudieron. Entonces me vine arriba y empalmé tres chistes. Entonces toda la gente se partió. Me dieron una ovación. Me bajé como el que acaba de echar una carta en un buzón. Mi novia, roja, me dice: “¿Pero tú eres gilipollas?” Digo: “Yo qué sé”. Luego me contaron que le estaban diciendo a mi suegro: “¿Pero este chico?” Y él respondía: “Pues yo que sé. Si en casa no ha contado nunca nada”. Y ese día dije yo: “Pues para mí que esto se me va a dar”. Ese día lo decidí.

A partir de ahí, carretera y manta y a recorrer garitos por toda España, ¿no?

Me acuerdo en los inicios de viajar mucho. En una ocasión, un promotor muy cutre me llamó y me dijo: “Vente a Almería a actuar”. Yo le expliqué: “Mira, yo es que en Almería capital solo actúo con otro tío con el que tengo compromiso”. Y el tío a lo suyo: “No te preocupes. Si esto no es Almería”. Además, no se le entendía nada cuando hablaba por teléfono. Era todo muy enrevesado. Así que llegó el día y me fui en el autobús Madrid-Almería, que es una cosa muy directa y muy fácil. No sé si dura diecisiete horas. De camino, le iba escribiendo y le decía: “Oye, ¿pero dónde está el hotel?” Y él: “No te preocupes por el hotel”. Y yo: “Pero es que yo quiero llegar y darme una ducha”. Y él: “No te preocupes. No te preocupes”. Todo el rato me decía: “No te preocupes”.

Cuando más te dicen que no te preocupes es cuando más debes preocuparte

Cuando llego allí, me recoge el tío y me dice: “Vamos directos al bolo”. Y entonces da tres vueltas y llegamos a un garito de Almería. Y le digo: “Hombre, pero es que yo te dije que yo en Almería capital no puedo actuar.” Y me dice: “Esto no es en el centro”. Como si Almería fuese Nueva York. Total, que llegué allí y actué en un sitio donde había un folio donde ponía: “Hoy, monólogos a partir de las nueve.” Lo malo es que era la final de la Champions, Liverpool-Milan. Aquella mítica que remontó el Liverpool. Total, que si yo tenía que actuar a las nueve, actué como a las doce y media porque hubo prórroga, penaltis... Entonces actué como para unos cuantos ahí. Claro, la actuación fue, pues, regular. Y cuando acabé, el tío me quería presentar al hermano de David Bisbal, que estaba allí, y a mí no me interesaba una mierda conocerlo: “Te lo presento. Si es como mi hermano.” Y le digo: “No, si es que no me apetece nada conocer ni a Bisbal, ni al hermano”. En aquel momento, yo me quería ir a dormir porque a las siete tenía un tren para volverme a Madrid.

¿Conseguiste salir de allí?

Ya, en ese momento, el tío me dice: “Bueno, te llevo.” Entonces, en el coche íbamos él y yo delante y dos chicas detrás, amigas suyas o no sé qué. Me decía: “Yo creo que con estas dos...”. Y yo: “No, no. Yo no quiero. Yo quiero irme a dormir”. Pero, además, es que las chicas estaban detrás. Y yo le digo: “Que nos están oyendo.” Y él me decía: “Yo creo que... yo creo que quieren”. Y yo: “¡No, no, no. No quieren. Yo me voy al hotel!”. Y entonces me dice: “Te doy dos opciones: un hotel o tengo un apartamento en el centro de Almería, un ático de soltero genial.” Y le digo: “Pues yo qué sé. A mí me da igual”. Digo: “Venga, pues el ático de soltero.” Y dice: “Está muy bien”. Digo: “Venga, vamos”.

¿Qué tal el ático de soltero?

No era el ático de soltero de nadie, sino que era su piso de divorciado. Literal. Entonces llegué allí y cuando íbamos a entrar, suena como un perro dando en la puerta. Y me dice: ¿Te dan miedo los perros?“ Digo: ”Hombre, no soy yo muy fan de los perros“. Y entonces dice: ”Tengo un rottweiler“. Yo: ”¡Joder, macho!“ Entonces, de repente, abre la puerta y sale un chihuahua o no sé qué. Entonces, el tío me mira y dice: ”Es broma“. Yo ahí, a las tres de la mañana, mirándole con la maleta en la mano, teniendo que dormir tres horas y pensando: ”Muy gracioso“. Finalmente, entramos y el tío me empieza a sacar papeles: ”Mira, para que veas que todos los contratos son legales“. Me los ponía en la cara y yo decía: ”Que te creo, pero, por favor, quiero ir a mi habitación“. Bueno, pues me llevó a la habitación de sus hijos, que supongo que dormían los fines de semana allí. Y me dice: ”Hay que hacer la cama“. Digo: ”Pero, por favor. ¡Esto está siendo muy largo! ¿Pero cuánto dura esta pesadilla?“ El tío aparece con un rebullón de sábanas y me las pone en la cara: ”Que están limpias“. Y yo, oliéndolas, le digo: ”Gracias caballero, de verdad. Pero por favor, vamos a hacer la cama“.

¿Llegaste a poder meterte en la cama?

Me vi con un señor ahí, a las tres de la mañana, estirando las sábanas, metiéndolas y yo pensando: “No me lo puedo creer”. Y él me decía: “Aquí durmió Chayanne”. Total, me desperté como a las seis y media de la mañana para coger el tren. Me levanto y me digo: “Madre mía, voy para la ducha”. Abro el agua y, por supuesto, no había agua caliente. Cuando llevaba como tres minutos mojándome las manos diciendo: “Aquí no sale agua caliente, no sale agua caliente”, oigo: “Oye, que es que se ha roto el calentador”. Mira, pegué una hostia con el grifo y yo dije: “Bueno, esto es increíble. Ya no pueden pasar más cosas”. Llegué a mi habitación y se había meado el perro en mi bolsa. Y dije yo: “¿Esto está pasando de verdad? ¿El perro se ha meado en mi bolsa?” Metí las cosas, me vestí, despeinado, y cogí mi bolsa con la poca dignidad que ya me quedaba. Entonces me apareció el tío en calzoncillos, que creo que le colgaba un huevo, diciéndome: “Bueno, hermano, nos vemos en la siguiente”. Y le digo: “Sí, te va a ver tu puta madre.” Y ya nunca más le vi.

¿Y has vuelto a Almería?

No, yo a Almería vuelvo sin problema. Lo que no quiero es volver a ver a ese tío. No le quiero volver a ver. He vuelto a actuar en varias ocasiones y volvería muchas veces porque Almería es genial y tengo muchos amigos. Pero a este elemento, vamos, no lo quiero ver. Menuda odisea. Me río de Ulises. 

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