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HUMOR AL CUBO

Por qué Leo Bassi tiene un dedo torcido

El actor y cómico italiano Leo Bassi (Nueva York, 1952) es uno de los más divertidos conversadores con los que alguien pueda encontrarse. Su anecdotario daría para cubrir toda una temporada de una espectacular serie televisiva. Muchos creerían que se trata de pura ficción. Cada historia que puede contarte, te deja asombrado de principio a fin. Su relación con la comedia es inseparable a su propia existencia desde su origen familiar dentro del mundo del espectáculo. Estas semanas recorre España con su espectáculo dedicado a la figura de Mussolini. En unos días actúa en Getxo.

¿Cómo va tu Iglesia Patólica?

Está en Lavapiés. Doy misas cuando puedo. Es una iglesia dedicada a adorar a los patos de goma. Son la cosa más inútil, más inocente, menos agresiva y más fútil que existe. Invito a la gente que quiera ir a la iglesia patólica a través de mi Instagram. Allí conocerá la filosofía de los adoradores de pato de goma, como la idea de la imperfección, la cosa pequeña imperfecta pero que ama la vida y está llena de esperanza. He crecido de esta manera y voy a morir de esta manera. A estas alturas de mi vida no voy a cambiar. Y mira por donde, estoy tan orgulloso de ser imperfecto que me quedo en la imperfección.

¿Por qué ese vestuario de traje, corbata… y nariz roja?

Esto me permite, de un lado, parecer una persona importante, con el traje negro y la corbata. Pero yo sé que basta con que me quite la chaqueta y vuelvo a ser el de la calle, el más imperfecto y me encanta tener esta doble posibilidad. Y luego, la nariz roja. Mi abuela me lo contó una vez: ''¿Sabes por qué los payasos sostienen la nariz roja? Porque durante muchos siglos los pobres la única manera que tenían para liberarse era el alcoholismo, era el beber. Y la gente conformista, los señoritos, cuando caminaban por las calles, siglos pasados, veían gentes borrachas y caídas en el suelo. Ellos se sentían superiores, pero estaban borrachos porque era su manera de buscar su libertad, una libertad que las clases superiores le habían negado. Y entonces, los payasos ¿qué cogemos del borracho? La nariz roja''.

¿Qué es para ti la libertad de expresión?

Hace quince años, en el teatro Alfil, en Madrid, yo hacía un espectáculo de ateísmo. Soy ateo y no tengo ningún problema en defender mi ateísmo. Pero hay mucha gente a la que no le gusta ver esto, gente de extrema derecha. Y hubo manifestaciones, gritos, hostias al público que entraba. Un día llego al teatro y había policía. Habían descubierto una bomba de 1 kg de explosivos al lado del camerino y estaba a punto de explotar. Podría haberme matado. Se ve que eran más fachas que expertos en explosivos, porque la bomba no funcionó. Al día siguiente, volví a hacer el espectáculo. Además, hay que decir que todo el personal del teatro me dijo: “Estamos contigo”. Ellos arriesgaron su vida también y todos me pidieron seguir haciendo el espectáculo. Y seguimos. Yo soy así. Para mí, no hay nada más importante que hacer humor, expresar tus opiniones políticas en chistes. Esto se llama libertad de expresión.

Tu peculiar estilo provocativo ¿te ha llegado a crear algún problema físico?

En una ocasión, en Italia, estaba haciendo espectáculos de calle, en una época de mi vida en la que tenía 25 o 30 años. Hacía chistes políticos, chistes bastante duros, contra la derecha, el fascismo y todo. En un momento dado, en mitad de un chiste, un tío que estaba en la primera fila en una plaza, se pone de pie, camina, se acerca a mi, me agarra un dedo y me dice: “A mí no me han gustado nada estos chistes y han molestado a mi mujer. Si tú sigues haciendo chistes de estos, te rompo el dedo. ¿Has entendido, hijo de puta?”. Me hizo esto tranquilamente, frente a todo el público. Y yo, con una persona así, pues no me voy a parar y repito el mismo chiste, sin ningún problema con el dedo entre su mano. El resto del público descojonándose. Y el tío entonces me hace: ''¡crack!'', y me rompe el dedo. El dedo desde entonces está torcido.

¿Cómo reaccionaste?

Yo no quería darle la satisfacción a este hombre de mostrar que él había conseguido algo y seguí haciendo el espectáculo, teniendo la mano agarrada, con un dolor que no puedes imaginar, con el dedo roto. Al acabar el espectáculo, en la parte de atrás había como un camerino para la gente, porque estaba organizado por el Ayuntamiento. Me decían: “¿Qué ha pasado con tu dedo?”. Y yo: “Mira, me lo han roto”. Y ellos: “¡Vamos directamente a emergencias, al Hospital!”. En este momento, entra el tío que me ha roto el dedo, viene y me dice: “¿Qué ha pasado con el dedo?”. Y yo le contesto: “Me lo has roto”. Me dice: “Mira, una cosa. No me han gustado nada los chistes que has hecho, pero por lo menos tienes cojones. Entonces, si quieres, tomamos una cerveza juntos”.

¿Aceptaste la invitación?

Me fui a tomar una cerveza así por los cojones, para mostrar que yo tenía una fuerza interior. Que la violencia de este tío no me daba miedo. Y se fue. Evidentemente uno no puede hacer este tipo de cosas. Yo podría hacerlo nueve veces más, porque si el éxito es romperte los dedos quizás no vale mucho la pena. Y, por los cojones, lo hice y por los cojones me fui a tomar una cerveza. Y el tío se fue. Yo podría haberle denunciado por agresión y todo. ¡Bah! De esta manera he aprendido lo que significa tener convicciones y hacer los chistes que te salen de los cojones, sin tener miedo del público y sin tener miedo de nadie.