Nacho García (Córdoba, 1983) es un cómico todoterreno. De esos que hacen tanto radio como televisión o stand-up. Estudiaba Informática con 18 años, cuando fue a un concurso de monólogos y se quedó en este mundo hasta hoy. Desde hace cinco años, mantiene su espectáculo Estoy mayor, en el Palacio de la Prensa en Madrid. Confiesa que uno de los aspectos que más le gustan de las actuaciones en directo es dejarse llevar por lo que pase: ''A veces hay un público estupendo con el que pasan mil cosas y es gracioso. Al final el público es un conjunto de gente que se comporta como una sola persona. A veces están más tranquilos, a veces aplauden más, a veces menos. Y pasan cosas diferentes y por eso cada actuación es diferente''.
Mucha gente te ha descubierto por tu colaboración matinal televisiva en La hora de La 1. ¿Qué haces el resto del día?
Estoy en La hora de la 1 por las mañanas, todos los días de lunes a viernes con Miguel Campos. Estoy en Radio Nacional también, en Tarde lo que tarde, un día por semana. Voy allí con Virginia Riezu. Hacemos una sección que se llama Poca broma. Estoy también con mi espectáculo en Callao que se llama Estoy mayor. Tengo un podcast con mi compañero, con Miguel Iríbar, que también estuvo por aquí, que se llama La paletada. La verdad es que estoy bastante ocupado. Duermo poco a veces. Pero muy contento, la verdad.
No hay muchos humoristas dispuestos a madrugar para trabajar en matinales televisivos. ¿Cómo llevas la experiencia?
Pues mira, al principio, Miguel Campos y yo pensábamos que nos iba a costar que funcionase una sección de humor, porque en ese horario no está acostumbrada la gente al humor. No es algo normal. Pero por alguna razón funciona muy bien. Con Miguel Campos además es muy fácil trabajar. Nos escribe muchísima gente que ve el programa, que le gusta. Hemos encontrado que a lo mejor sí que hay una franja ahí en la que puede haber sitio para el humor. Véase por ejemplo el programa de Alfonso Arús, donde hacen humor también. De momento estamos contentos. Está quedando bien.
En la televisión pública ¿se puede hacer humor político que no genere problemas?
Claro, no puedes hacer El Intermedio. Pero sí que hay sitio para el humor. No es el mismo tipo de humor pero sí que hay sitio. De hecho, para Miguel, que trabaja en La Resistencia también, y para mí, que he trabajado en otros programas, es como ir en otra velocidad. Cuando es un público generalista, casi que a veces hablas más pensando en no meter la pata que en hacer reír. Casi más escribes las cosas pensando en ''a ver en qué jardín me puedo meter si digo esto“ que pensando en que sea gracioso. Pero es verdad que al final lo que dices es gracioso.
Para compensar el madrugón, habéis montado un bar de comedia. ¿Cómo se lleva esa doble vida?
Soy socio de un bar con más cómicos: con Eva Soriano, con Diego Daño, con Fran Pati y con Manu. Manu no tiene apellido porque no es cómico pero realmente es el que más sabe de bares. Tenemos un bar que se llama El Golfo y es lo que nos ocupa el tiempo. Estoy encantado en todos los sitios, la verdad. Tengo suerte porque me ha tocado gente simpática alrededor. Eso es bueno. Si tienes gente que te apoya, gente que está contigo, gente que se ríe contigo y gente con la que te ríes tú, todo es más fácil y todo sale mejor.
¿Actúas a menudo en tu propio bar?
Tengo un problema. Soy muy dejado para anunciar los sitios donde actúo. O sea, hay veces que actúo en un sitio y no lo aviso, con lo cual es muy difícil que vaya la gente. Y a veces me pasa que me veo actuando con poca gente por mi culpa. La última que tuve por ejemplo, en El Golfo, en el bar que os estoy diciendo, para seis personas, dos de las cuales estaban en un evidente estado de embriaguez. Fue una actuación que empezó bastante rara pero, por alguna razón, llegó un momento en el que una de las personas que estaban ebrias dijo en voz alta, no sé por qué, que echaba muchísimo de menos a un chico con el que se había liado hace quince años en Cádiz. Éramos seis del público y dos que estábamos actuando. Más que una actuación, era gente que se había quedado encerrada en un ascensor.
¿Y cómo avanzó la actuación?
Aquello, de repente, se convirtió en Sálvame. Se convirtió en una especie de Sálvame en el que ninguno era famoso. Así que empecé a incorporar la historia a la actuación:: “¿Y por qué le echas de menos? ¿Qué os pasó? ¡Cuéntanos cómo fue!”. El resto de los que estaban de público empezaron a preguntar también: “¿Y hace cuánto os liasteis? ¿Y le echas de menos? ¿Pero crees que le echas de menos?''. Ella seguía la conversación: ”No, no, no. No le echo de menos''. “Pero has sacado su nombre. Si has sacado su nombre es que le echas de menos''. ”Ya, puede ser''. Y entonces dije ya: “¿Le llamo?” Y empezó todo el mundo: “No, no le llames. No se lo merece. No le llames''. O sea, de repente todo el mundo empezó a participar y lo que iba a ser una actuación muy difícil de hacer, se convirtió en una cosa divertidísima.
¿Cómo se define este género de comedia?
En realidad, aquello se convirtió en una especie de terapia de grupo. Todos hablando del chico que le gustaba en Cádiz, con el que se había liado hace quince años y del que llevaba mucho tiempo sin acordarse. Además ella nos lo decía: “No sé por qué me acabo de acordar de él''. Y todos analizándolo, como cuando interpretas un sueño: ”Pero tú, pase lo que pase no le llames porque no se lo merece. Porque tú ya vives otra vida. No tienes que llamar''. Se convirtió en una cosa muy guay, por alguna razón, muy rara. Las ocho personas que estábamos allí nos hicimos amigos. De hecho, no nos hemos vuelto a ver. Esto ocurrió hace tres semanas y les estoy echando de menos porque me gustaría saber si está bien esta chica, si sigue pensando en ese chico. Me gustaría saber como ha sido.
¿Se trabaja mejor con mucho o con poco público?
Cuando actúas en sitios al aire libre sobre todo, con ochocientas personas, la comunicación es por gritos con el público. Como mucho alguien te grita algo y le contestas. El que está en la última fila no oye nada de lo que está pasando. Pero cuando te toca actuar para poca gente, yo creo que te lo pasas mejor. Lo que pasa es que no podría ser así siempre porque entonces me moriría arruinado. Necesitas que venga mucha gente. Necesitas un término medio. Que venga mucha gente pero que lo puedan ver todos bien. Pero es verdad que cuando viene poca gente, cuando estás así, los seis como un grupo de colegas que habéis quedado, eso es maravilloso.
¿Sueles improvisar mucho en tus actuaciones?
Improviso cada vez más. Antes me pasaba menos, porque estaba nervioso cuando salía a actuar. Como estaba nervioso, no escuchaba. Porque lo malo de estar nervioso es que no escuchas, solo oyes lo que hay en tu cabeza. Estás tan nervioso y tan pendiente de qué voy a decir, que no escuchas a la gente. Habrá gente que tenga mucha facilidad y que nunca se ponga nerviosa, por supuesto. Pero yo siempre me he puesto muy nervioso. Pero desde hace unos cuatro años, aunque esté nervioso, ya no me dejo llevar por los nervios y soy capaz de estar hablando y escuchar lo que está diciendo la gente. Y si pasa algo, me doy cuenta. Y si viene alguien tarde, me doy cuenta. Y si alguien tiene un pantalón que me hace gracia el color, me doy cuenta. Y si oigo un comentario de fondo, si alguien estornuda, me doy cuenta. Porque puedo estar pendiente de eso. Ahora tengo el problema contrario, que es que me distraigo con todo.
¿Sueles incorporar lo que pasa a tu show?
Muchas veces, sí. De hecho, la gente cree que estás improvisando y lo que estás haciendo es repitiendo algo que improvisaste otra vez. O sea, muchas veces improvisas algo porque alguien se levanta y se va al baño y dices una tontería que es graciosa y a la decimoquinta vez que lo dices, luego se te acerca alguien después de la actuación y te dice: “¿Pero cómo has improvisado eso?”. Y tú dices: “Bueno, realmente no lo he improvisado. Lo improvisé una vez en mi vida, pero el resto de veces ya lo he repetido”. Por eso, cuanto más actúes, mejor, porque más cosas te pasarán. Es difícil que te pase algo en el escenario que no te haya ocurrido alguna vez.