Bueno, bonito y barato. O, mejor dicho: bueno, útil y barato. Pero no estamos en un mercadillo. Esos son los tres atributos que definen al satélite Cheops, el gran protagonista de una misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) que se fabricó en Airbus España y que tiene la ambiciosa misión de romper las barreras del sistema solar e investigar en profundidad la composición y las características de los planetas que orbitan alrededor de estrellas distintas a la nuestra, el Sol. En otras palabras, la misión, que cumple un año esta Navidad, va tratar de descubrir cómo –y de qué– están hechos los exoplanetas. Ojo, no se va a ocupar de hallar nuevos cuerpos planetarios, sino desentrañar todos los misterios que atesoran los exoplanetas que ya se conocen en la actualidad. En palabras de Carlos Corral, el ingeniero principal de sistemas del Proyecto Cheops, el telescopio que contiene el satélite está diseñado para obtener una serie de datos que tienen que ver con las medidas de dichos cuerpos planetarios y su periodo orbital, entre otras características físicas. Además, se trata de una de las misiones más baratas de la ESA, lo cual no quiere decir que sea menos importante. Al contrario: la misión Cheops pretende poner a Europa a la altura de la NASA en la investigación de cuerpos que se encuentran en los ‘extramuros’ del sistema solar.
Hoy por hoy, los investigadores conocen ya la existencia de 4.000 exoplanetas, aunque el Cheops se está centrando en escudriñar hasta la saciedad solo 500 de ellos. Está previsto que la misión se extienda durante tres años y medio desde su lanzamiento el 18 de diciembre pasado. “El telescopio puede medir con gran precisión el brillo de las estrellas a las que apunta”, tercia Corral. Y con esa espectacular precisión tiene la capacidad de “detectar la ligerísima disminución en el brillo que ocurre cuando un planeta en su órbita pasa por delante de la estrella”. Ese proceso se denomina tránsito y una de las facultades del Cheops es, precisamente, la de medirlo con tal de poder averiguar el radio de esos exoplanetas, una dato imprescindible para determinar su composición. Aunque no es tan fácil. El ingeniero principal del proyecto señala que “al cruzar la dimensión de ese radio con la masa” –que, en muchos casos, se conoce por observaciones previas– “es posible obtener como resultado la composición de los cuerpos planetarios, así como información de su estructura interna”. He ahí la grandeza de Cheops.
Hasta hoy, la NASA llevaba la delantera en las expediciones más allá de los confines del sistema solar, pero la Agencia Europea suma muchos puntos con la presente misión y, además, bien de precio. Barato. “De un presupuesto muy ajustado”, tal y como explica Corral. “Además”, continúa, “se ha desarrollado rápidamente, basando su construcción en componentes y experiencias que ya se habían probado en la ESA con anterioridad”. Todo ese reciclaje –en el mejor sentido de la palabra– ha permitido abaratar los costes del aparato, del tamaño de un electrodoméstico convencional. Con todo, Cheops demuestra que, a fin de cuentas, la vanguardia tecnológica puede ser low cost.
España y Suiza, mano a mano
En el proyecto participan un total de once países miembros de la ESA, aunque con especial implicación del Gobierno suizo y la Oficina Espacial Suiza. Sin embargo, las manos que lo fabricaron y lo moldearon hasta que estuvo preparado para viajar a la Guayana Francesa, desde donde sería lanzado al espacio exterior, fueron españolas. Y una gran parte de la dirección de la operación –desde su puesta en órbita– se lleva a cabo desde Torrejón de Ardoz. “La investigación es una manifestación más de un rasgo esencial de la especie humana, que es nuestra curiosidad”, afirma Corrales. “Es nuestro deseo de explorar y de entender lo desconocido”. Sin embargo, sus declaraciones toman especial relevancia al tratarse de una investigación espacial. “En los más de 60 años que llevamos explorando el espacio, los avances tecnológicos han sido numerosísimos y han permitido transformar muchísimos sectores de la actividad económica, como las comunicaciones, el transporte o la energía”. No hay que perder de vista, por otro lado, que mirar hacia afuera sirve, muchas veces, para entender lo de dentro. Es el caso de la misión Cheops. Entender cómo están compuestos los exoplanetas puede ser decisivo para comprender algunos de los misterios que todavía alberga la Tierra.
Buena, útil y barata, la misión con ADN español promete descubrimientos en uno de los campos más desconocidos del universo. Como una suerte de broma de la historia, el proyecto luce –a excepción de un par de grafías– el mismo nombre que el del faraón Keops… y hasta le viene bien a aquel dirigente egipcio. Es, de algún modo, un lavado de cara a su imagen, manchada por culpa de la gravísima acusación de Heródoto, que le culpó de haber prostituido a su propia hija con tal de lograr el presupuesto necesario para construir la gran pirámide de Guiza. Los historiadores, sin embargo, parecen tener claro que Heródoto dio demasiada credibilidad a la versión de los enemigos del faraón. Sea como fuere, la misión Cheops quizás otorgue algo de renovado prestigio a su nombre, especialmente si, en los tres años que todavía tiene por delante, la ESA escribe en los libros de Historia alguno de esos hallazgos que pasan a la posteridad, tal y como hizo la pirámide (y la leyenda negra) del faraón Keops.