Para gran parte de la opinión pública, un hacker es un malvado delincuente “que accede ilegalmente a sistemas informáticos ajenos para apropiárselos u obtener información secreta”, tal y como lo define la Real Academia Española (RAE) en una de sus dos acepciones. Sin embargo, por hacker no solo habría que entender “pirata informático”, sino que también todo lo contrario: “Persona con grandes habilidades en el manejo de computadoras que investiga un sistema informático para avisar de los fallos y desarrollar técnicas de mejora”. En otras palabras, un experto en informática que, lejos de utilizar sus conocimientos con fines dañinos para terceros, los usa para hallar soluciones a problemas informáticos, o incluso de otra índole, pero que puedan resolverse gracias a la tecnología. ¿Qué son, entonces, los hackathons? Son, precisamente, convenciones de esos 'hackers buenos' que organizan tanto empresas como instituciones y con las que pretenden encontrar soluciones tecnológicas gracias al trabajo en colaboración de varios –o muchos– hackers, aunque, eventualmente, no solo ellos son bienvenidos en esos hackathons, sino que se demanda cualquier perfil que pueda aportar buenas ideas. “Alguien se dio cuenta”, reflexiona Raúl Sánchez, director de Estrategia y Alianzas de la empresa pública Las Rozas Innova, “de que si un hacker ya era poderoso trabajando solo, muchos de ellos trabajando juntos para resolver un mismo reto multiplicarían las posibilidades de éxito”. Y así es.
Aunque se trata de una práctica tradicionalmente vinculada al mundo empresarial y que, por tanto, persigue un beneficio para la empresa convocante en cuestión, en los últimos tiempos son muchas las instituciones públicas que tratan de hallar soluciones a problemas de los ciudadanos por medio de estos 'hackathons'. Es el caso, sin ir más lejos, de la empresa pública Las Rozas Innova, que el sábado 6 de febrero ha citado hasta a cuarenta expertos en informática para idear, durante toda una jornada completa, una solución tecnológica al siguiente reto: “¿Cómo podríamos facilitar la conexión de todos los colectivos de Las Rozas para reactivar la ciudad ante el desafío COVID-19?”. Sánchez explica que, tanto en Las Rozas como en la mayoría de municipios del país, la pandemia y, recientemente, también los temporales, han llevado la situación de algunos colectivos sociales al límite. Por eso surgió la idea de organizar un hackathon –un 'maratón de hackers'– para investigar formas de facilitar la vida de esos colectivos, establecer nexos de unión fluidos entre todos los grupos sociales y, así, contribuir en la reactivación de la ciudad. Todo ello, claro está, desde un punto de vista tecnológico.
El funcionamiento de un hackathon, por muy grandilocuente que suene la palabra, es sencillo. “Lo primero de todo”, concreta Sánchez, “es publicar cuál es el reto al que se quiere plantar cara”. Después, los expertos presentan propuestas y, de todas ellas, se seleccionan las mejores o más adecuadas. A continuación, llega el día –o los días– más importante: el evento. Es entonces cuando los participantes se ponen a trabajar en equipos para encontrar la mejor solución al desafío propuesto. Por último, de entre todas las propuestas que se hayan desarrollado, el jurado del concurso dictamina cuál ha sido la idea ganadora, que suele llevarse un buen premio. No obstante, es frecuente que, después de varios días –los hackathons suelen tener una duración de entre 48 horas y una semana– de cerebros en plena ebullición y manos tecleando todo gas, no solo la idea ganadora termine siendo útil o aprovechable, sino que lo sean varias.
Un hacker no es un cracker
Visto lo visto, si los hackers se dedican, con frecuencia, a devanarse los sesos para hallar soluciones positivas para las empresas o la sociedad en su conjunto, quizás habría que despojar al término del sambenito de piratas informáticos. “Para eso ya existe otra palabra”, advierte Sánchez: “En el mundo de los desarrolladores, un hacker no tiene nunca una connotación negativa”. Son, en cambio, los crackers los ciberdelincuentes que utilizan sus conocimientos cibernéticos para penetrar en cuentas ajenas, robar datos o cometer estafas, entre otros delitos. Nada que ver, por tanto, con los informáticos que participan en eventos como los hackathons, que, en los últimos años, se han dedicado a tratar de poner solución a temas tan urgentes como la lucha contra el cambio climático, la violencia de género, el cáncer, el desarrollo de inteligencia artificial o, por supuesto, la COVID-19. Con todo, los malos de la película siguen existiendo, claro, pero, en el lenguaje de los desarrolladores, se llaman crackers y no hackers. De todas formas, eso de 'los malos de la película' podría ser matizable en algunas ocasiones, habida cuenta de que, a veces, esos crackers actúan movidos por protestas o reivindicaciones, algo que, a ojos de algunos ciudadanos, puede convertir en lícito un comportamiento delictivo.