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“Me ataron 12 horas, sin poder ir al baño, con sed, sin ninguna justificación”

A finales del mes de febrero tuvo lugar un acto de protesta en el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz. Se trataba de pacientes de unidades psiquiátricas denunciando prácticas abusivas, como “las correas para atarte a la cama más de 12 horas”. Son las llamadas contenciones mecánicas o “Inmovilizaciones terapéuticas” como se conocen de manera eufemística. Tal y como manifestó José María González, Kichi, alcalde de Cádiz, se me heló el corazón al escuchar sus testimonios.

 

No son casos aislados. Patricia Rey, cuenta que en su primer ingreso al no poder conciliar el sueño se levantaba de la cama. Por ello, asegura “me ataron 12 ó 13  horas sin los debidos controles cada cierto tiempo, sin poder pulsar el timbre porque no me llegan los brazos, con sed, con la negativa de desatarme para ir al baño y sin que mediara agresividad alguna por mi parte”. En otra ocasión, en la que ella misma realizó un ingreso voluntario explica que la dejaron atada y ante esa situación ella preguntó a qué se debía. La respuesta fue: “te desatamos mañana cuando te vea la psiquiatra. Si quieres mear, te ponemos la cuña”.

Los mismos trabajadores reconocen que estas prácticas son una auténtica tortura. Un enfermero especializado en salud mental asegura que tendría que ser ilegal porque concuerda con la definición de tortura. Vicente Rojo, miembro de la Asociación Española de Neuropsiquiatría y Mental Health Europe, afirma que las contenciones son una medida traumática, que “daña la dignidad de la persona y requiere de una reparación cuando se lleva a cabo”.

Otro trabajador de una unidad de agudos asegura que ha vivido mil situaciones en las que el comportamiento violento de una persona ingresada “tenía más que ver con cómo los trabajadores del servicio habíamos tratado a esa persona que con la enfermedad de la que estuviese diagnosticada”.

Patricia, víctima de estas prácticas cuenta que es imposible establecer relaciones saludables, no digamos ya “terapéuticas”, con el personal que lleva a cabo estas prácticas. “Todo se rompe, principalmente la confianza, en el momento en que existe coerción”.

Carmela -nombre ficticio- madre de una persona ingresada en varias ocasiones ha observado a pacientes “atados, gritando y quejándose”, y no sólo eso si no que “se prohíbe, además, terminantemente, que lean. No pueden tener una revista o un libro, mientras están atadas y aisladas. Nadie habla con ellas. No solo es anti-terapéutico, es un castigo, cruel, sádico”. Tal y como considera esta madre, lo que hay de fondo es la absoluta falta de respeto a las personas con trastornos mentales o con sufrimiento psíquico desde todas las esferas de la sociedad. Además, Carmela considera que “estar ingresado en una Unidad de Hospitalización Psiquiátrica es aún peor que estar preso ya que, al menos, tienen abogado. ”Deberíamos contar con abogados especializados en Salud Mental para defender, individual y colectivamente, esos derechos“, sentencia.

Muchas personas que han sufrido una contención recuerdan la frase: “Te desato si te portas bien. Te lo dicen aunque no te hayas portado mal”, explica una de las afectadas. Y se hace la siguiente pregunta: “¿desde cuándo la ansiedad, el miedo o la angustia desaparecen si te atan contra tu voluntad?”

“Portarse bien, de eso se trata. Si en un solo lugar del mundo es posible intervenir sin atar, tiene que ser posible en todos”, plantea.

La pregunta es: ¿existe alternativa a estas prácticas? Lo cierto es que en otros países -Reino Unido, Islandia- están prohibidas en las unidades de hospitalización y hay un informe de Naciones Unidas sobre la tortura, en el que se exhorta a los estados a prohibirlas. Ana, enfermera especializada en el área explica que “hay gente que muere atada a la cama, principalmente por tromboembolismo o asfixia”. “Cuando hablas con profesionales que defienden las contenciones”, prosigue, “suelen argumentar la falta de recursos o el riesgo de suicidio (que viene a ser lo mismo, porque si hay personal suficiente la gente con mucho riesgo de suicidio no tendría por qué quedarse sola)”.

Otro de los afectados confirma que se pueden eliminar las contenciones mecánicas de la práctica de los servicios y que es cuestión de formación, “de tener suficiente dotación de personal, de voluntad y de crear una cultura de respeto hacia los derechos humanos”.

Daniel Cuesta, enfermero de salud mental y con experiencia de más de 10 años en el área, asegura que no está dispuesto a “aceptar que atar a una persona a una cama y dejarla indefensa sea una alternativa para ayudarla a que controle su comportamiento”.

“Estoy seguro de que un mayor conocimiento por parte de la sociedad llevará a que se censuren socialmente”, prosigue. Cuesta afirma que disponer de un ambiente adecuado agradable y tranquilo, y acompañar a la persona mientras pasa por ese trance, sin más prioridad que estar a su lado, ayudaría a evitar estas prácticas. En última instancia y “si la persona lo decide con todo el conocimiento necesario, brindarle un fármaco que pueda ayudarle”. También habla de “los contratos terapéuticos” como una buena alternativa, “de manera que se prevea qué puede ser útil en un momento de urgencia y se actúe si se llega a necesitar según lo acordado con la persona que está siendo atendida”.

Por su parte, profesionales del grupo de DDHH de salud mental de Andalucía se están planteando el debate para tratar de prevenir y disminuir las contenciones físicas. Otro de los enfermeros entrevistados considera necesario tener “una mayor oferta formativa que estuviese acompañada de una motivación por parte de las instituciones”. Y por otro lado, sostiene “una supervisión más implicada en las necesidades de los usuarios”. “Pero ello implica más trabajo para los profesionales y no sé si estamos preparados para ello cuando seguimos pensando que es más cómodo pasar un turno de noche descansando en el Control que teniendo que dar rondas constantemente para acompañar a los usuarios a su habitación o escuchar sus preocupaciones de noche”.

Según el colectivo Primera Vocal, existen alternativas que se están llevando a cabo en otros países y ven fundamental una mayor implicación del movimiento asociativo en primera persona y del de familiares.

Otras voces hablan de una alternativa que pase por las relaciones terapéuticas, lo que conlleva tiempo e interés hacia el paciente. Al final una vez más, la solución pasaría por el amor al otro y no por “quitarse el trabajo de encima con desgana”.

*gracias a Entrevoces, Red Icaria y Arcadia Clubhouse por facilitar sus testimonios.

A finales del mes de febrero tuvo lugar un acto de protesta en el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz. Se trataba de pacientes de unidades psiquiátricas denunciando prácticas abusivas, como “las correas para atarte a la cama más de 12 horas”. Son las llamadas contenciones mecánicas o “Inmovilizaciones terapéuticas” como se conocen de manera eufemística. Tal y como manifestó José María González, Kichi, alcalde de Cádiz, se me heló el corazón al escuchar sus testimonios.