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El concepto

Decía el personaje de Manuel Manquiña en Airbag que “el concepto es el concepto” y hoy vamos a hablar de eso. Me explico.

Hace unos años, cuando aún era un crío, en mi colegio había un chico que tenía unas manos “muy raras” -pensaba yo-. Había nacido con los pulgares y los meñiques, como una especie de pinzas. A mi me asombraba porque tenía una destreza fuera de lo común. Por un lado recuerdo que me alucinaba y por otro pensaba que yo tenía suerte porque a mi no me había pasado tanto. La casualidad es que también se llamaba Mariano, si no recuerdo mal.

Era una sensación rara, yo era una persona con discapacidad y cuando veía a otras personas con discapacidad tenía una sensación de lejanía, como si eso no fuera conmigo, o como si yo no quisiera asumir que era así.

Una de las preguntas que más me han machacado en mi vida hasta hace bien poco es ¿Por qué yo?. Esta misma pregunta es la que se hace K, el protagonista de “El proceso” de Kafka que mencioné en el artículo anterior.

El libro relata la detención de K sin motivo aparente. Toda la novela gira en torno a la reflexión sobre los motivos que le han llevado a estar preso. ¿Por qué? es la pregunta. Cuando tenemos que asumir un hecho que se nos escapa al entendimiento el hombre, por naturaleza, intenta darle una lógica, lo que ocurre es que, muchas veces, no la tiene y el proceso de búsqueda se convierte en una tortura psicológica digna de las SS.

Algo así me ocurrió con el tema de la discapacidad durante mucho tiempo. Era como una mala lotería, como la Ruperta de las desgracias. Te pasas años intentando entender porqué pasó aquello y de repente han pasado 10 años de tu vida y sigues en el mismo punto.

Lo peor de esto es que, además de la sociedad, que nos planta los estereotipos que debemos pensar o sentir, lo que está bien y mal, además de todo eso, lo más complejo es el concepto que tenemos de nosotros mismos.

Muchas veces tendemos a pensar que no cumplimos las expectativas que tienen sobre nosotros

-¡Cómo si fuera una obligación cumplirlas!- y eso es lo más peligroso porque todo está en tu cabeza. Nos han metido a todos la idea de que hay que ser perfectos, pero ¡oh, cruel destino! resulta que nadie lo es, pero eso aún no lo sabemos.

Y entonces empiezas a plantearte las cosas, a desear ser como la sociedad te dice que tienes que ser y a lamentarte por no serlo.

Como K, intentaba entender cómo había llegado a ese punto, cómo era yo y no otro -lógicamente no veía más allá del ombligo- quien era el sufridor de tal desdicha.

Cuanto más me lo preguntaba más vueltas en círculo, más perdido me encontraba y era como un laberinto sin salida.

Es difícil asumir que se es discapacitado. En mi caso al ser de nacimiento fue como una especie de revelación, como ya conté en su día. El autoconcepto que uno tiene de sí mismo es fundamental porque eso es lo que se transmite. Eso es lo que somos. Lo que pensamos de nosotros mismos.

Una vez que asumes lo que hay las preguntas desaparecen, da igual por qué, simplemente se es. La vida es una partida de póquer, lo importante no es lo que tengas, sino como juegues tus cartas.

Decía el personaje de Manuel Manquiña en Airbag que “el concepto es el concepto” y hoy vamos a hablar de eso. Me explico.

Hace unos años, cuando aún era un crío, en mi colegio había un chico que tenía unas manos “muy raras” -pensaba yo-. Había nacido con los pulgares y los meñiques, como una especie de pinzas. A mi me asombraba porque tenía una destreza fuera de lo común. Por un lado recuerdo que me alucinaba y por otro pensaba que yo tenía suerte porque a mi no me había pasado tanto. La casualidad es que también se llamaba Mariano, si no recuerdo mal.