No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.
Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com
El palabro ha hecho realidad el sueño de todos los adolescentes que conozco. Llegaron a casa con las mochilas repletas de libros y cuadernos, concienciados del necesario encierro, casi felices de novelería por la teleducación, un poco fastidiados por perderse la salida de los viernes a las hamburgueserías. Nativos digitales, sobrellevan bien horas de encierro. Se relacionan a través de las pantallas. Están acostumbrados a hacer los deberes juntos, reunidos virtualmente a través de sus tablets. Para ellos es un punto y seguido de sus rutinas, a las que simplemente les restan el fastidioso hecho de ir de forma presencial al colegio o al instituto.
Pero el confinamiento presenta tintes dramáticos para otros adolescentes. Para otros jóvenes, también nativos digitales, para los cuales la interacción, la salida y las actividades son imprescindibles. Tanto para sí mismos como para sus familias y, especialmente, para sus madres, porque las horas de ocupación de ellos son también respiro y tiempo para ellas. Para que ellas puedan ocuparse de otras cosas. Son los adolescentes, los jóvenes con discapacidad intelectual. Para chicos especialmente dependientes, para los que la actividad es estabilidad, progreso y equilibrio. Los que iban a centros de día. Los que estando escolarizados, tienen agendas organizadas con actividades que cumplen funciones terapéuticas, que con esta cuarentena quedan en suspenso.
Esto me lo hacía ver mi vecina María, de la que ya os hablé en este otro artículo.
Su hijo Manuel ahora tiene doce años. Con la cuarentena, a su marido le han mandado a casa a teletrabajar. Lo cual facilita mucho el cuidado de Manuel.
La preocupación ahora es cómo afectará el parón de las terapias en los avances de estas personas. María está convencida de que supondrá un retroceso, aparte del impacto del aislamiento de otros niños. Manuel necesita relacionarse con otros chicos. Las personas con autismo precisan del contacto social en contra de lo que, popularmente, se cree.
Una semana cualquiera, aparte de su horario escolar, como cualquier chico escolarizado, Manuel realiza varias actividades extraescolares, que en su caso, le ayudan a avanzar. Dos días en semana hace rugby, otras dos tardes recibe terapias y un día va a la piscina. Ahora, como todos, nada de nada. Confinamiento. La crisis del coronavirus ha frustrado, además, su salida al campamento de respiro familiar, que organizaba Autismo Sevilla del 13 al 15 de marzo. No hay respiro que valga. María me cuenta que llevaban un mes tachando los días en el calendario, porque Manuel disfruta enormemente de esos días de campamento con sus compañeros. No solo él…, también ella, que aprovecha ese tiempo libre para hacer lo que, habitualmente no puede. Iba a salir de compras con su hija mayor. Una tarde de chicas…, iba a celebrar un cumpleaños con sus amigas… Pero ahora, ahora, nos tenemos que aislar, para matar de aburrimiento al virus.
Como usted, como yo, Manuel lo sabe. Sabe que hay un virus que se te mete dentro del cuerpo si sales a la calle. Se lo han explicado en el colegio mediante pictogramas.
Quizás los adultos mascamos la tragedia antes de que se produzca. Quizás los chicos lo lleven mejor de lo que somos capaces de anticipar, pues la situación no tiene precedentes. Iré preguntándole a María cómo lo lleva… cómo lo llevan todos. Entre tanto, quédese en casa. Quedémonos en casa para que el bichito no se nos meta en el cuerpo y le matemos. De aburrimiento, como le han dicho a mi sobrina pequeña en el colegio.
No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.
Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com
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