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¿Qué es la discapacidad? (I)

Hace algo más de una semana, coincidí con Beatriz Gimeno (colaboradora también de esta casa) en un acto que espero que inicie la revolución retrona... y la bípeda también. Como siempre me ocurre cuando escucho o leo a Beatriz, su intervención me dejó pensando.

Entre muchas otras cosas, Beatriz hizo hincapié en que, a diferencia de otros colectivos oprimidos como los gays o los indígenas, las personas con discapacidad aún no tenemos unas herramientas discursivas y conceptuales que hayan sido mayoritariamente aceptadas por el colectivo para hablar de nosotros mismos, para referirnos a nosotros mismos, para poner encima de la mesa nuestra propia versión respecto de quiénes somos, de cómo nos vemos... en definitiva, que aún no disponemos de nuestra propia visión consensuada respecto de qué esto de la retronez.

Obviamente, no pretendo zanjar semejante ausencia histórica en un artículo de mil palabras... ni tampoco en dos. Soy chulo, pero no tanto.

Dicho esto, tampoco deseo escribir una tesis doctoral al respecto. Así que me voy a permitir el lujo de no llevar a cabo un análisis comparativo detallado entre las diferentes visiones y modelos que hay en liza y me voy a limitar a contaros brevemente lo que se me ha ocurrido al respecto. Hablaré aquí y allá, sí, de algunas propuestas que conozco, pero sólo para que mi proceso mental quede más claro y con una superficialidad —requisito del formato— por la que me disculpo de antemano.

En primer lugar, creo que es obvio que la denominación precisa, la palabra en sí, el vocablo concreto, no tiene prácticamente ninguna importancia; como no la tiene que yo me llame Pablo o Juan.

Lo que puede importar, tal vez, es qué respuestas sugiere el vocablo (si sugiere alguna) a las tres preguntas que voy a postular cómo las preguntas fundamentales:

  • ¿Cómo decidimos quién pertenece al colectivo y quién no?
  • ¿Qué problemas del colectivo pretendemos solucionar o mitigar?
  • ¿Cuáles son las vías más apropiadas para conseguir esto?

O, si queréis, sus versiones cortas:

  • ¿Quién?
  • ¿Qué?
  • ¿Cómo?

La primera pregunta, la de la definición, es en mi opinión la madre del cordero y, desde luego, no es nada fácil de contestar. Definir es, en general, algo bastante difícil y hay enconados debates al respecto en muchos ámbitos muy diferentes.

¿Ese cuadro de ahí es “arte” o no lo es?

¿Qué es el “arte”?

¿Qué tiene que cumplir un objeto o una actividad para poder ser denominado “arte”?

Esto es importantísimo y no sólo en el nivel filosófico y académico, sino también en un nivel eminentemente práctico. Del hecho de que eso concreto que tú haces reciba (o no) la etiqueta oficial de “obra artística” dependen muchas cosas bien prosáicas: que te den (o no) ciertas subvenciones, que se estudie lo que tú haces (o no se estudie) en ciertos programas universitarios o que te puedas presentar (o no) a ciertos premios, por poner sólo algunos ejemplos.

Ya en el tema que nos ocupa y de un modo muy similar, cosas muy importantes para tu bienestar físico, emocional y financiero pueden depender, de nuevo, de que se te considere (o no) “minusválido”, o “discapacitado”, o “dependiente”, o “persona de movilidad reducida”. Muchos lectores del blog se han quejado de que ciertas condiciones, ciertas circunstancias personales, no se consideren “discapacidades” a nivel oficial y uno de motivos principales es precisamente éste.

La dificultad para definir quiénes forman parte del colectivo retrón es muy elevada debido al mismo motivo que en el caso del arte, esto es, debido a la gran heterogeneidad del conjunto los sujetos a los que se les va a aplicar (o no) la etiqueta. Retrones hay de mil tipos y no resulta trivial encontrar qué es lo que tienen en común un sordo, uno que va en silla de ruedas, un autista y un enano. Porque ésa es, de hecho, una de las maneras más habituales de definir a los colectivos y la que yo voy a proponer aquí: enunciar la característica o características comunes que presentan los sujetos que los conforman.

Antes de quitaros la curiosidad y soltar por fin qué es lo que propongo, notad que es legítimo preguntarse también si es necesario (o no) definir un colectivo que abarque toda esta amplísima heterogeneidad retrona. Uno podría argumentar que no tiene por qué. Al fin y al cabo, no es tan difícil enunciar qué es un sordo, un enano o una silla de ruedas individualmente. Parece que la característica definitoria está mucho más clara en el caso de estos subconjuntos más concretos y reducidos de retrones y es de ahí de donde surge la duda.

En mi opinión y a causa, en parte, de mis respuestas personales a las preguntas del qué y sobre todo del cómo, sí que es positivo unificar luchas cuando hay un elemento común y por eso estáis leyendo este artículo.

Bien.

Entonces, ¿cuál es este elemento común, esta característica definitoria que pongo encima de la mesa para contribuir a la construcción de consensos conceptuales que Beatriz echa en falta?

Resumiendo:

La necesidad que presentan ciertas personas de modificar (de que sean modificados), de adaptar (de que sean adaptados), de personalizar (de que sean personalizados) aquellos procesos, objetos, entornos e interacciones humanas que están en gran medida estandarizados para funcionar razonablemente bien en la mayoría de los casos pero que fallan con mayor o menor estrépito en casos concretos.

Espero no haber sido demasiado críptico.

En cualquier caso, como ya me he extendido mucho hoy y os había prometido que no escribiría una tesis, dejo las matizaciones, los ejemplos, el desarrollo de la idea y las respuestas a las otras dos preguntas fundamentales para una segunda entrega la semana que viene.

Hasta entonces, os dejo con dos deberes para casa:

  • Que penséis en mi propuesta, la comparéis con las que conocéis, analicéis a quién incluye y a quién deja fuera y le deis unas cuantas vueltas en general.
  • Si os gusta, que propongáis un vocablo o un modo de referirse verbalmente al colectivo que este elemento común define y que tenga alguna relación con el mismo.

Me encantará leer los resultados de ambas cavilaciones aquí abajo, en los comentarios. Se trata de pensar entre todos. A ver cómo sale el experimento.

Hace algo más de una semana, coincidí con Beatriz Gimeno (colaboradora también de esta casa) en un acto que espero que inicie la revolución retrona... y la bípeda también. Como siempre me ocurre cuando escucho o leo a Beatriz, su intervención me dejó pensando.

Entre muchas otras cosas, Beatriz hizo hincapié en que, a diferencia de otros colectivos oprimidos como los gays o los indígenas, las personas con discapacidad aún no tenemos unas herramientas discursivas y conceptuales que hayan sido mayoritariamente aceptadas por el colectivo para hablar de nosotros mismos, para referirnos a nosotros mismos, para poner encima de la mesa nuestra propia versión respecto de quiénes somos, de cómo nos vemos... en definitiva, que aún no disponemos de nuestra propia visión consensuada respecto de qué esto de la retronez.