Estamos acostumbrados a que nos digan que todos somos iguales y es un mantra muy machacado en esta sociedad. La verdad es que está equivocado. No somos iguales, ni deberíamos querer pretenderlo, lo que sí deberíamos pedir es tener todos los mismos derechos, que es otra cosa muy distinta.
Somos necesariamente distintos, tanto biológica, física, mentalmente… Y eso no hace que seamos ni mejores ni peores, simplemente nos hace diferentes. El otro día mi chica me comentó una serie que hablaba sobre esto mismo: Los superminihéroes. Son un grupo de animales de 10 años. Cada uno de ellos tiene una especie de súper poder que le hace diferente y le ayuda a superar ciertas diferencias con el mundo.
Los superpoderes son de lo más variopinto, desde alguien que se siente invisible y se convierte en súperinvisible, que se convierte en poder, hasta uno que es incapaz de hablar y expresarse bien pero se convierte mágicamente y lo que consigue es rapear como nadie. Habla rapidísimo cuando esta cantando rap.
Esto debería llevar a una reflexión: todos tenemos puntos fuertes y puntos débiles. Más allá de pretender que todo el mundo haga lo mismo de la misma manera, se debería dar cabida a diferentes personalidades, a diferentes estilos de vida, a entender que una persona con tal o cual discapacidad no es ni mejor ni peor que otra. Educar en la diferencia es básico para fomentar la empatía.
Dos personas de países distintos tendrán un acervo cultural distinto. Dos personas físicamente distintas tendrán capacidades distintas. Y ahí estriba la dificultad de vencer al sistema que pretende homogeneizarnos porque es más fácil vender para un modelo estándar que para la diversidad real.
Como muchos sabréis si me habéis leído anteriormente, me faltan algunos dedos de la mano derecha y toco la guitarra. ¿Cómo puedo? Pues porque nací así, y porque me gestiono de esa manera. La toco distinta que alguien que tenga todos los dedos, pero el caso es que lo hago. Porque uno aprende las cosas con lo que tiene. Hay gente que juega muy bien al baloncesto porque tiene talento, y otro con las “mismas” capacidades físicas es incapaz de coordinarse. ¿Eso acaso lo hace peor? No, lo hace distinto.
Es importante es que, desde que los niños son pequeños, seamos capaces de inculcarles los valores sociales de ver la diversidad existente en el panorama social del siglo XXI. Y no sólo con la discapacidad o diversidad funcional, sino con todos los aspectos de la vida, como por ejemplo el género y la sexualidad. Podría decirse que pasa un poco como con la Física. Cada vez las barreras son más difusas, todo parece ser un espectro continuo donde desaparecen cada vez más rápido las fronteras entre los niveles. Antes, un átomo estaba dividido en protones y neutrones en el núcleo y ahora hay decenas de partículas que se han ido observando. La cuestión es que, a lo mejor, deberíamos dejar de pensar en barreras y hacerlo como un todo.
Estamos acostumbrados a que nos digan que todos somos iguales y es un mantra muy machacado en esta sociedad. La verdad es que está equivocado. No somos iguales, ni deberíamos querer pretenderlo, lo que sí deberíamos pedir es tener todos los mismos derechos, que es otra cosa muy distinta.
Somos necesariamente distintos, tanto biológica, física, mentalmente… Y eso no hace que seamos ni mejores ni peores, simplemente nos hace diferentes. El otro día mi chica me comentó una serie que hablaba sobre esto mismo: Los superminihéroes. Son un grupo de animales de 10 años. Cada uno de ellos tiene una especie de súper poder que le hace diferente y le ayuda a superar ciertas diferencias con el mundo.