Una de las cosas que más me ha enseñado la fotografía es que aprendes a mirar. La mayoría de las personas ven pero pocos miran. Pocos usan su capacidad de detenerse a analizar lo que ven, a disfrutar de ello.
Cuando miras te das cuenta de que hay millones de cosas, situaciones, personas, preciosas. Te adentras en la esencia del mundo y sobre todo aprendes a verte a ti.
En el momento en el que uno se da cuenta de que tiene una discapacidad se produce una especie de rechazo, quizá porque estamos acostumbrados a vivir en una sociedad perfecta visualmente, o que todo nos resulta hostil si no cumplimos la norma.
Como ya he dicho en varias ocasiones la fotografía ayudó a comprenderme. El autorretrato fue una forma de verme desde fuera, de comprender mi cuerpo, de entender-me.
Desnudarse, físicamente quiero decir, cuando estás frente a un objetivo, no es más que la extensión de tu ojo. Es como una suerte de espejo, pero al llevar un proceso de encuadre, enfoque… eso hace que uno tenga tiempo para pensar qué muestro, cómo lo muestro. Es la soledad del artista frente a sí mismo y eso es muy enriquecedor. Te separas de las fotos, las miras con distancia, lejos de la culpa, aprendes que tu cuerpo es bonito y no hace falta que sea igual que el resto.
Querernos es una cosa que cada vez nos resulta más complicada. El porqué está en la sociedad que nos inocula una constante insatisfacción artificial para que compremos, aspiremos a la felicidad a través de lo que nos venden y no a apreciarla en lo que somos.
Hace ya diez años me atreví a fotografiar mis manos. Fue un reto, una situación difícil, pero había que hacerlo. Rato antes de hacerlo pensaba mucho en cómo lo haría, cómo me sentiría, para qué lo estaba haciendo… Y esto me ha vuelto a la cabeza años después viendo el trabajo de la fotógrafa Charo Guijarro. Me encanta su mirada y su visión, en el amplio espectro de la palabra.
Me recuerda que la fotografía no es tener una buena cámara, unos buenos objetivos. Es, como dice Cartier-Bresson, “colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje.”. Y entonces salen cosas. Aparece la personalidad, el cuerpo deja paso a la mirada y a la belleza.
Mirarse es un ejercicio sano, te permite ver quién eres. Esto, que puede parecer una obviedad, no lo es tanto. La mayoría de las veces nos creemos que somos lo que nos dice la sociedad, el sistema. Tú eres una persona con discapacidad, no te muevas de ahí, ya tienes tu lugar en el mundo. ¿Y si no quiero salir en la foto del sistema?¿Y si me moviera? ¿Tengo que ser lo que dicen que soy o puedo trabajar en ser la mejor versión de mí mismo? Y es que muchas veces nosotros mismos somos nuestros peores enemigos, la sociedad la pistola y nosotros nos apuntamos. ¿Está bien eso? Yo diría que no.
Será cuestión de enfocar las cosas.
Una de las cosas que más me ha enseñado la fotografía es que aprendes a mirar. La mayoría de las personas ven pero pocos miran. Pocos usan su capacidad de detenerse a analizar lo que ven, a disfrutar de ello.
Cuando miras te das cuenta de que hay millones de cosas, situaciones, personas, preciosas. Te adentras en la esencia del mundo y sobre todo aprendes a verte a ti.