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El ojo que ve

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Los avances tecnológicos no dejan de asombrarme. Mi abuelo murió con la convicción de que yo viviría para beneficiarme de la visión artificial. Pasión de abuelo, supongo. Pero no estamos tan lejos.

Entretanto, aprovechamos las ayudas que la tecnología brinda. Aunque no las veamos, las personas ciegas también llenamos el móvil con cientos de fotos. Hasta no hace tanto era complicado descartar las imágenes inservibles. Forzosamente debíamos recurrir a una tercera persona que nos ayudara a dirimir cuál borrar y cuál conservar. 

Ya existen aplicaciones que describen las imágenes. Mi favorita hoy por hoy es Seeing AI, que reconoce imágenes, ofreciendo una pequeña descripción de las mismas. Tanto en tiempo real como de nuestra galería de fotos.

El otro día, cuando el móvil me conminó a dejar espacio libre en la memoria, tuve que borrar algunas fotos. 

Abrí la galería, seleccioné una imagen y pulsé en la opción para reconocerla con Seeing Eye, el ojo que todo lo ve. Y digo si lo ve todo…

La primera que seleccioné resultó ser un paisaje campestre con montañas al fondo… Me dejó muy intrigada… ¿A dónde había ido yo recientemente con esas características? Descartada.

Después probé con otra… Imagen de una puerta. ¿una puerta? ¿Y por qué iba yo a fotografiar una puerta? Pregunté en casa y me dijeron que era el armario que habíamos vendido de segunda mano hacía unos meses. Se nos olvida la cantidad de cosas que fotografiamos a lo largo del año.

De pronto… Mujer rubia de taitantos con apariencia de ser feliz.

¡Alto el lápiz!

De taitantos años?

Aclaración: el teléfono del demonio dijo la edad exacta, clavada. ¿Era necesario esa exactitud matemática?

La de la foto resulté ser yo en una celebración familiar.

Me queda claro, sin ningún lugar para la esperanza, que aparento exactamente la edad que tengo…

Con la de necesidades importantes, vitales, que podrían cubrir las nuevas tecnologías y este programa hila fino con la edad. Con lo de la felicidad, el ojo que ve ya no se atrevió a realizar afirmaciones, que la procesión suele ir por dentro.

Los avances tecnológicos no dejan de asombrarme. Mi abuelo murió con la convicción de que yo viviría para beneficiarme de la visión artificial. Pasión de abuelo, supongo. Pero no estamos tan lejos.

Entretanto, aprovechamos las ayudas que la tecnología brinda. Aunque no las veamos, las personas ciegas también llenamos el móvil con cientos de fotos. Hasta no hace tanto era complicado descartar las imágenes inservibles. Forzosamente debíamos recurrir a una tercera persona que nos ayudara a dirimir cuál borrar y cuál conservar.