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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Padrenuestro Discapacitado

Padre nuestro que estás en los cielos

con las sillas de ruedas y las muletas

quiero que vuelvas antes de que olvides

cómo se vive siendo retrón.

Padre nuestro que estás en el exilio

casi nunca te acuerdas de los míos

de todos modos dondequiera que estés

santificado sea tu nombre;

no quienes santifican en tu nombre

cerrando un ojo para no ver las uñas

sucias de la miseria.

En diciembre de dos mil trece

venga a nos el tu reino

porque tu reino también está aquí abajo:

metido en la soledad y en el miedo

en las humillaciones y el olvido

en la desilusión y en el hastío.

Cuando hablaste del rico,

la aguja y el camello

y te votamos todos

por unanimidad para la Gloria,

también alzó su mano el paralítico, el sordo, el ciego...

que te respetaba pero se resistía

a pensar hágase tu voluntad.

Siempre estaré más seguro

de la tierra que pisan mis ruedas

que del cielo intratable que me todavía hoy me ignora.

Pero quién sabe

no voy a decidir

que tu poder se haga o se deshaga.

Tu voluntad igual se está haciendo

en las ortopedias que nos cobran por adelantado

en el ministro que nos desprecia

en los arquitectos que nos olvidan

en las organizaciones que nos utilizan

y

en cada mano que se convierte en puño

en cada grito de rebeldía,

cada manifestación,

cada voto.

Claro, no estoy seguro si me gusta el estilo

que tu voluntad elige para hacerse.

Lo digo con irreverencia y gratitud

dos emblemas que pronto serán la misma cosa.

Lo digo sobre todo pensando en el escaso dinero de la dependencia

ayer nos lo negaste:

dánosle hoy.

Y ya que nos queda pocas esperanzas y deudas

perdónanos si puedes nuestras deudas;

pero no nos perdones la esperanza.

La esperanza de un futuro mejor,

la esperanza de dignidad,

de justicia

de igualdad.

No nos perdones nunca nuestros créditos.

A más tardar mañana

saldremos a cobrar a los gobiernos

a los marginadores

a los que nos condenan a soledad y exclusión

a los que nos quieren encerrar de nuevo en nuestras casas

a los que quieren obligarnos a existir

a los que creen que nuestro sufrimiento es tu voluntad.

Poco importa que nuestros acreedores perdonen

así como nosotros una vez por error

perdonamos a nuestros deudores.

Todavía nos deben

siglos de asesinatos

kilómetros de burlas

toneladas de humillaciones

No nos dejes caer en la tentación

de olvidar o vender este pasado

o arrendar una sola hectárea de su olvido.

Ahora que es la hora de saber quiénes somos

y llenaremos las calles juntos

valientes,

con la cabeza alta

para que otros agachen la suya.

Arráncanos del alma el último resquicio de miedo

y líbranos de todo mal de conciencia.

Amén.

Este texto es una versión del Padrenuestro Latinoamericano escrito por Mario Benedetti. Lo conocí a través de la cantante Nacha Guevara. Aquí dejo otra versión, interpretada por el dramaturgo Héctor Quintero en la Plaza de la Revolución de La Habana.Padrenuestro Latinoamericano

Padre nuestro que estás en los cielos

con las sillas de ruedas y las muletas