- Tenemos que luchar contra viento y marea para encajar en una sociedad que no está diseñada para nosotras, en las que las piezas de nuestras prótesis no encajan en su engranaje.
¿Vivimos de la misma manera el amor y la sexualidad las personas con diversidad funcional?
Las personas con discapacidad son frecuentemente infantilizadas. Muchas veces el medio familiar se caracteriza por un paternalismo sobreprotector, que puede considerar inadecuado el hecho de que exploren su sexualidad y el amor.
Recuerdo la escena de una película en la que una mujer está charlando en un bar con un hombre y cuando éste -interesado en ella- se fija en que sus piernas son prótesis se queda cortado y dice:
-“Ah, lo siento, perdona, creía que…”
Desde entonces pasa de ser una persona sexualmente atractiva, para pasar a ser sólo persona, a secas.
A las mujeres se nos presuponen unos cánones de belleza establecidos, y si llevamos tacón aún más guapas. Así que imagina si en lugar de tacones llevamos prótesis. La antítesis de la seducción tal como la conocemos. ¿Os imagináis una Pretty Woman con prótesis?, ¿o una Cenicienta?, ¿y Barbie?
Hay estudios que reflejan que a las mujeres con discapacidad les cuesta más encontrar una pareja y de encontrarla suele ser con discapacidad. Las construcciones sociales fruto del sistema patriarcal en el que vivimos hacen también que las mujeres con discapacidad -y las mujeres sin ella- tengan ciertas inseguridades en sus relaciones.
“Cuando yo salía de marcha a discotecas pensaba que nadie podía fijarse en mí” o “yo nunca pensé que podría tener una pareja, porque quién iba a querer cargar conmigo”. Estos son ejemplos de la autopercepción de mujeres con diversidad funcional. Esa es la importancia de los cuerpos en la sociedad. El culto a la imagen y al cuerpo diez es algo que no nos beneficia en absoluto. Con discapacidad o sin ella. Si no alcanzas el nivel mínimo de belleza no eres una mujer plena, pero si lo alcanzas y vas en silla o tienes algún tipo de discapacidad tampoco lo eres. Y nosotras somos las primeras en creer que así es.
¿Qué pasa si además de no alcanzar el estándar de belleza y tampoco el de reproducción? Se nos invisibiliza como colectivo. Somos mujeres rotas, fragmentadas, asexuadas, infantilizadas. Tenemos que luchar contra viento y marea para encajar en una sociedad que no está diseñada para nosotras, en las que las piezas de nuestras prótesis no encajan en su engranaje.
La búsqueda del príncipe azul y del amor romántico es otro de los mayores fraudes con los que nos encontramos todas las mujeres. Muchas mujeres con discapacidad nos hemos sentido en algún momento no dignas de recibir amor por parte del sexo opuesto -o del nuestro-. Sin embargo en el caso del género masculino no hablamos de lo mismo puesto que, aunque también se encuentren con estas trabas en muchos casos, es más probable que encuentren a la mujer cuidadora que con sentimientos de amor y cariño, por qué no, tenga una relación con ellos. Estos son términos muy generalizados, pero ocurre. En el cine, sin ir más lejos, las relaciones de personas con diversidad funcional suelen ser las de hombres retrones en silla cuidados por maravillosas mujeres que han decidido dejar su vida atrás para dedicarse en cuerpo y alma a la de ellos. Esto no ocurre tampoco en la vida real al cien por cien, pero lo que apenas ocurre es lo contrario. En todo caso el Amour de Haneke, rompe los moldes. ¿Algún ejemplo más? Seguramente algunas de las que leéis estas líneas os habéis encontrado en esta situación o lo habéis pensado, pero siento que es una realidad especialmente en casos de discapacidad severa.
Las mujeres retronas tienen el mismo derecho a recibir y dar amor que el resto. Un amor horizontal, no vertical basado en el asistencialismo. Las mujeres retronas han nacido para estar en un mundo que les reconozca como iguales. Porque lo son.