1.-
Hasta hace muy poco, no podía hacer fotografías. Al menos, decentes. Las escasas veces que durante los 90 y principios del siglo XXI cogía una cámara no hacía más que desperdiciar carrete. Al no poder mirar por el visor y pulsar el botón al mismo tiempo, tenía que hacerlo “a ojo”. Digamos que enfocaba igual que se enfoca con un iphone, sin acercar la cara a la cámara. Por supuesto, no salía una foto decente. Cabezas cortadas, personas que no quería retratar, fotos torcidas... Lo típico.
Después llegaron los móviles con cámara y la cosa mejoró un poco. Con mi Nokia-ladrillo podía mirar y pulsar al botón a la vez. Ahora sólo salían desenfocadas, por eso de no mantener el pulso. En esas llegó el iPhone. Bueno, había llegado antes pero me compré uno hace año y medio. Me gasté unos pocos euros en diferentes aplicaciones de fotografía hasta dar con la que cubría mis necesidades. Se llama iSteady y lo que hace es enfocar ella sola. Abro la app, coloco el móvil en posición y, con la parte inferior del labio pulso el icono; la app enfoca por sí misma y no dispara hasta que no ha logrado una estabilidad. Ergo, adiós a las fotos borrosas. Si salen torcidas o con poca luz se editan y solucionado. No soy Manu Brabo pero para lo que los mortales queremos las fotos, me sirve :)
Si tardé en comprar un iPhone era porque desconfiaba de la pantalla táctil. Está pensada para usarla con 2 manos. Por la calle, todos utilizan los dedos de ambas manos para escribir mensajes o ampliar una foto. En mi caso, no es posible; pero hay soluciones. La piel que hay bajo el labio inferior sirve perfectamente para escribir 4 palabras. Es cuestión de apuntar bien. Y si se trata de un mail, con colocar el móvil en una superficie, basta. El problema era utilizar el iPhone por la calle. Sacarlo del bolsillo, descolgar y leer o escribir un tweet sin apoyarlo era complicado. Así que mi familia ideó el iTaud. Una cajita del color de la silla de ruedas, anclada a un reposabrazos. Dentro va el iPhone, con una salida para los auriculares. Si recibo una llamada, abro la tapa y descuelgo. Si quiero revisar Twitter en el tranvía, la dejo entreabierta y leo los tweets. La pantalla plana ya no es un problema.
2.-
Una de mis adicciones preferidas es la lectura. En mis años mozos leía 8 libros al mes, ahora el trabajo roba demasiado tiempo. Sin embargo, en los últimos tiempos notaba que dejaba de leer por puro cansancio físico. Necesito leer en una mesa y no puedo sujetar el libro en el aire con las 2 manos. Así que está apoyado en la mesa y con la izquierda sujeto las hoja. Para ello, al no tener brazos tengo que estar agachado. Problema: al cabo de un rato, el cuello se resiente. Ya no leía durante 2 horas seguidas, apenas alcanzaba la duración del disco que estuviera puesto en el equipo de música.
La solución vino de un cacharro que desprecié al conocer su existencia: el ebook. Ahora tengo un Kindle con una funda que hace de atril. Por primera vez, leo como lo hace el resto de la gente: con la espalda apoyada en el respaldo y el libro a la altura de los ojos, en posición ligeramente inclinada. Es una gozada. Sólo tengo que acercarme al ebook para pasar página. A veces parezco un musulmán aprendiendo el Corán pero en comparación con el libro de papel, es un descanso. Ojalá todas las editoriales se pusieran las pilas y digitalizaran su catálogo. (En breve quiero leer Dokctor Faustus, de Thomas Mann; un tochazo que Edhasa todavía no ha convertido a ebook; dolor de cuello me da sólo de pensarlo).
3.-
Seguro que llega el día en que podré pasar página con la voz. Los programas de reconocimiento han evolucionado desde que pasaba apuntes al ordenador con el programa Dragon. A finales de los 90 eran caros y funcionaban de forma irregular. Tenías que entrenarlos para que reconocieran tu voz y si no vocalizabas como Constantino Romero veías en pantalla palabras diferentes a las que querías. Ahora tenemos Siri. Y quizá en unos años sea habitual “cantar” los emails o los artículos como éste. (Al menos en casa; no me imagino cantando diciéndole un tweet a Siri en medio de la calle).
Como en otros asuntos, resulta que lo que es bueno para los retrones lo es para todo el mundo. Ya hablé del coche sin conductor, un invento fabuloso para alguien sin brazos, ciego o parapléjico y que, sin embargo, será utilizado por muchos a mitad de siglo. O las Google Glass, unas gafas con internet que permitirán a mi socio hacer fotos como cualquiera.
Por supuesto, uno de los mejores avances para la salud mental de los retrones es internet. Estoy seguro de que si hubiera existido en los 80 no me habría tragado tanta mala televisión :)
La tecnología no es más que una herramienta y cada uno le saca el partido que necesita. Así que pregunto a los lectores: ¿qué tecnología os sirve más?
1.-
Hasta hace muy poco, no podía hacer fotografías. Al menos, decentes. Las escasas veces que durante los 90 y principios del siglo XXI cogía una cámara no hacía más que desperdiciar carrete. Al no poder mirar por el visor y pulsar el botón al mismo tiempo, tenía que hacerlo “a ojo”. Digamos que enfocaba igual que se enfoca con un iphone, sin acercar la cara a la cámara. Por supuesto, no salía una foto decente. Cabezas cortadas, personas que no quería retratar, fotos torcidas... Lo típico.