Hace unos días vi una publicación en Facebook hablando sobre la inclusión de cierto programa. Este programa consistía en una cena y, ese día, habían quedado dos personas sordas, así que la cadena decidió subtitular la conversación de la cita. Y es aquí cuando me empiezan a surgir las preguntas. ¿Por qué sólo se subtitulan los programas que la mayoría no entiende? ¿Por qué no hay opción para que las personas sordas puedan ver los programas? ¿Acaso sólo cuentan las personas que no son sordas? La verdadera inclusión se consigue cubriendo todas las opciones.
Ampliando un poco el campo de acción, el cine no está preparado para las personas sordas, y sería tan fácil como poner subtítulos aún en versión original en español.
A estas alturas de la historia, con el desarrollo tecnológico en el que vivimos me parece que hay más porcentaje de desidia que de imposibilidad. Porque para qué se va a pensar en los demás si no se quejan. Ya se quejarán.
Porque, como vengo diciendo en los artículos anteriores, todo es cuestión de quejarse, de ponerse las pilas, de exigir lo que es nuestro, la igualdad que desde el sistema no están muy interesados en proporcionar.
Pensar el mundo de una determinada manera, a la medida de los pies de uno, es lo más sencillo. La dificultad comienza cuando hay que contemplar posibilidades y trabajar para todos. Trabajar para todos. ¿Qué difícil, verdad?
Porque la inclusión suele ser un tema incómodo y, sobre todo, caro. Pero hay casos en los que no es ni caro ni incómodo, como este. Porque la tecnología actual permite acercar los contenidos televisivos a la comunidad sorda.
Sería interesante también que la presencia en estos programas de personas con diversidad funcional. No sólo intentar emparejar personas sordas, sino plantear la posibilidad de que haya personas de todo tipo, sin importar su condición. Así se consigue la verdad y real inclusión.
Por otra parte la presencia de espacios específicos sobre discapacidad o diversidad funcional para acercarlos al gran público es prácticamente residual. Y eso es un problema porque parte de la verdadera inclusión incluye el conocimiento de la realidad de los retrones. Es un territorio por explorar. El conocimiento de una realidad ayuda a desarrollar la empatía sobre este, u otro, colectivo. Y es básico darnos a conocer, tener ventanas al mundo donde poder exponer nuestras situaciones y que se vayan haciendo cada vez más habituales, mientras que la sociedad va asumiendo, entre unas cosas y otras, que todos somos iguales, con nuestras diferencias, pero iguales.
Porque es importante que, desde los medios de comunicación, se lancen mensajes, no necesariamente en forma de campañas, sino que sea una constante, un trabajo continuo sobre la ideología (manera de pensar de una sociedad) donde se expongan problemáticas de todo tipo que nos acerquen. Por un lado la inclusión y por otro el acercamiento a unas realidades distintas a las que la mayoría de la población está acostumbrada. Y eso es trabajo de los medios, pero también de cada uno de nosotros. Seguiremos informando.
Hace unos días vi una publicación en Facebook hablando sobre la inclusión de cierto programa. Este programa consistía en una cena y, ese día, habían quedado dos personas sordas, así que la cadena decidió subtitular la conversación de la cita. Y es aquí cuando me empiezan a surgir las preguntas. ¿Por qué sólo se subtitulan los programas que la mayoría no entiende? ¿Por qué no hay opción para que las personas sordas puedan ver los programas? ¿Acaso sólo cuentan las personas que no son sordas? La verdadera inclusión se consigue cubriendo todas las opciones.
Ampliando un poco el campo de acción, el cine no está preparado para las personas sordas, y sería tan fácil como poner subtítulos aún en versión original en español.