Save the Children es la organización independiente líder en la defensa de los derechos de la infancia en todo el mundo. Trabaja en más de 120 países salvando vidas, proporcionando seguridad y protección a los niños y las niñas y defendiendo sus derechos. En España trabaja desde hace más de 20 años con programas de atención a los niños más vulnerables, centrados en la infancia en riesgo de pobreza o exclusión social.
Verónica y las cuentas imposibles
- Verónica vive con sus tres hijos: de 8, 7 y 23 años. Los cuatro dependen de los 690 euros que Verónica gana en su trabajo de limpiadora a media jornada. No, para Verónica tampoco es fácil hacer las cuentas. Desde hace dos años y medio los más pequeños acuden al centro de atención a la infancia de Save the Children, donde reciben apoyo al estudio, atención psicológica y donde juegan con otros niños y niñas de su barrio. En toda España Save the Children cuenta con más de 50 centros como este en los que cada día atienden a más de 5.000 niños.
Hay un ruido en la cocina. Parece que el canario nos ha escuchado llegar a casa. Al lado de su jaula la piscina de la tortuga está rodeada de cartones de leche. “Es para que no se escape. Teníamos otra pero salió de su acuario y se escapó por la ventana”, nos cuenta Verónica. “¿Y qué le dijiste a los niños cuando no la encontraron?”, pregunto yo. “Pues que se escapó por la ventana”. Hay historias que no se pueden maquillar porque las desborda la realidad. Verónica vive con sus tres hijos. Los cuatro viven de los 690 euros que cobra Verónica limpiando. El resto del dinero que sería suficiente para llegar dignamente a fin de mes no existe y por eso Verónica se afana en hacer malabarismos y reducirlo todo a la mínima expresión de sus posibilidades.
Cuando Verónica no puede comprar a sus hijos las cosas que le piden, simplemente se lo explica o busca la alternativa posible en una existencia de recortes cotidianos. “Los niños de su clase celebran el cumple en el parque de bolas. Pero nosotros no podemos”. Verónica deja de hablar, atrapa una lágrima con el dedo, coge aire. “Compro una tarta y lo celebramos en casa” y nos explica que ella también lo pasa mal, que no es fácil tener que decirles continuamente que no a esas cosas. Cuando Verónica habla del cumple, del parque de bolas, de la tarta en casa como única opción, no está hablando de cosas banales. Decir que no a las cosas cotidianas que puede necesitar un niño de su edad -más allá de la necesidad básica de comer, vestirse e ir a la escuela- ocasiona un estrés en el niño y un estrés en los padres que solo conocen los que lo sufren y algunos expertos que se han ocupado de investigarlo. Un estrés que puede tener consecuencias nefastas en el desarrollo del niño, en su educación, y que tiene su origen en la conciencia de la desigualdad: no es lo mismo que un niño esté en las mismas condiciones y circunstancias que el resto de niños de su comunidad que, por el contrario, sienta constantemente la diferencia con los demás. Y lo mismo que les sucede a los niños, les ocurre a los padres que se ven obligados a decirles constantemente que no. No a la excursión. No a esas zapatillas nuevas. No al filete de ternera con patatas fritas que te gusta. No al cumple con tus amigos en el parque de bolas.
De cada tres niños y niñas que viven en España, uno vive en riesgo de pobreza exclusión social. De cada tres, uno. En total, cerca de tres millones de niños y niñas viven hoy en unas circunstancias que deberían corresponder al pasado. “Muchos están en una condición de pobreza que no siempre se ve. La pobreza se traduce en no poder comprar los libros que necesitas, no poder participar en las actividades que el resto de tus compañeros, no poder comprarse unas zapatillas nuevas”, explica Alfredo, coordinador del centro de Save the Children en Leganés. Al centro acuden 75 familias y cada niño se queda una media de tres años en los que los educadores desarrollan un plan de actuación basado en las circunstancias y las necesidades de los niños y las niñas. Además de este centro en Leganés, Save the Children cuenta con 40 centros de atención a la infancia en toda España donde cada día atienden a más de 5.000 niños y niñas. Para la organización, trabajar con el niño o la niña es trabajar con su familia. “Solo trabajando con las madres y los padres podemos cambiar la situación de los niños”, puntualiza Alfredo.
Verónica llegó al centro de Save the Children a través de Servicios Sociales. “Al principio fue muy duro. Izan solo tenía 4 añitos y todo el mundo me decía que era muy conflictivo y yo tenía miedo de que le echasen de todas partes y que tampoco le aceptasen en la escuela. A mí me llamaba loca porque así me llamaba su padre.”. El relato de Verónica se corresponde con el de los educadores del centro de Save the Children al que llegó hace más de dos años. “Al principio era imposible que se centrase en ninguna actividad o que hiciese caso a los educadores”, explica Alfredo, coordinador del Centro. “Con él trabajamos desde todos los planos, con atención psicológica, apoyo después del colegio y con actividades de juego. Los resultados han sido muy buenos y ha mejorado en todos los aspectos”, añade. “Estoy muy contenta porque en estos dos años he notado un cambio enorme. En el colegio ya casi nunca me hablan de su comportamiento y a mí ahora me respeta. También me han ayudado mucho a saber cómo ponerle los límites y a enseñarle que hay cosas que tiene que hacer aunque no quiera”, explica Verónica. “En el último campamento al que fue hasta le felicitaron por buen comportamiento. Para mí fue una alegría ver que las cosas podían cambiar”, cuenta Verónica.
De lunes a jueves Izan y su hermana acuden dos horas al centro de Save Children donde les apoyan en el estudio, les proponen juegos con otros niños y niñas del barrio y le dan atención psicológica cuando la necesitan. “Además cada seis meses me dan un vale para comprar material escolar y ropa para los niños. La verdad es que nos ayudan mucho porque gracias a eso mis hijos visten”, añade Verónica. Y volvemos de nuevo a las cuentas. Con 690 euros al mes, Verónica tiene que comprar la comida y ropa para los cuatro, pagar las facturas, el agua, la calefacción, la luz, pagar todos los gastos. “Ahora tengo que llevarles a los dos al dentista y lo voy retrasando; se que no puede ser, que tienen que ir ya pero es que es otro gasto”. Cada euro es importante y la diferencia que separa lo que se puede hacer y lo que no. “En verano se fueron de campamentos con Save the Children. Normalmente en los campamentos públicos lo que se paga es la comida pero son más de 100 euros a la semana. Y eso sería imposible imaginarlo. Este año Save the Children pagó también los costes de comedor y se fueron a Córdoba todo el mes de julio. Todo gratis, todo pagado. Se lo pasaron de maravilla”, explica Verónica. Mientras hablamos, continúa el canario lanzando palabras desde la cocina. La vida sigue más allá de las cuentas imposibles.
- Verónica vive con sus tres hijos: de 8, 7 y 23 años. Los cuatro dependen de los 690 euros que Verónica gana en su trabajo de limpiadora a media jornada. No, para Verónica tampoco es fácil hacer las cuentas. Desde hace dos años y medio los más pequeños acuden al centro de atención a la infancia de Save the Children, donde reciben apoyo al estudio, atención psicológica y donde juegan con otros niños y niñas de su barrio. En toda España Save the Children cuenta con más de 50 centros como este en los que cada día atienden a más de 5.000 niños.
Hay un ruido en la cocina. Parece que el canario nos ha escuchado llegar a casa. Al lado de su jaula la piscina de la tortuga está rodeada de cartones de leche. “Es para que no se escape. Teníamos otra pero salió de su acuario y se escapó por la ventana”, nos cuenta Verónica. “¿Y qué le dijiste a los niños cuando no la encontraron?”, pregunto yo. “Pues que se escapó por la ventana”. Hay historias que no se pueden maquillar porque las desborda la realidad. Verónica vive con sus tres hijos. Los cuatro viven de los 690 euros que cobra Verónica limpiando. El resto del dinero que sería suficiente para llegar dignamente a fin de mes no existe y por eso Verónica se afana en hacer malabarismos y reducirlo todo a la mínima expresión de sus posibilidades.