Save the Children es la organización independiente líder en la defensa de los derechos de la infancia en todo el mundo. Trabaja en más de 120 países salvando vidas, proporcionando seguridad y protección a los niños y las niñas y defendiendo sus derechos. En España trabaja desde hace más de 20 años con programas de atención a los niños más vulnerables, centrados en la infancia en riesgo de pobreza o exclusión social.
“Estoy sola con mis dos hijos y tengo que sobrevivir con 300 euros al mes”
Manuela, de 52 años, vive haciendo funambulismos. Está sola con dos hijos a cargo de 11 y 16 años, no trabaja y tiene que sobrevivir con los 300 euros mensuales de pensión que le pasa su exmarido. Ella y sus hijos residen de alquiler en un piso modesto en Valencia y, cuando puede, realiza pequeñas tareas como cuidar niños o preparar bocadillos en un bar. Pero no es suficiente. “Mi situación económica es desastrosa, llevo todo el mes poniendo lavadoras con el lavavajillas”, ilustra esta mujer menuda, que lo mismo rompe a llorar como se seca las lágrimas al instante y saca una sonrisa al impulso de: “Es que me desahogo ahora porque no están mis hijos delante. Pensar en ellos es lo que me anima a luchar”.
La vida de Manuela y de otras mujeres está reflejada en el informe “Más solas que nunca”, realizado por Save the Children y donde se retrata la dura existencia de estas mujeres y de cómo afecta la pobreza a sus hijos. La tasa de pobreza en los niños que viven con madres solas es de un 54%, 12,5 puntos más que el conjunto de la población infantil y el doble que el total de la población, señala este informe. Manuela es una de las beneficiarias de los programas que tiene Save the Children para las familias monomarentales en riesgo de pobreza o exclusión social y que engloban tanto ayuda para la manutención como apoyo psicológico. En el caso de esta mujer, cuenta con el apoyo incondicional de Sara, una de las especialistas de Save the Children que está siempre pendiente de ella y que es su “ángel de la guarda”.
Manuela dejó de trabajar para cuidar de sus hijos. Su marido tenía un buen sueldo pero la crisis económica les lastró como a otras muchas familias. Cuando se divorciaron, Manuela se vio de golpe en la necesidad de buscar trabajo pero sin experiencia en ningún sector. “Es lo que más echo en falta, un empleo, salir por las mañanas y tener un sitio donde sentir que contribuyo a algo”, afirma.
Estas mujeres no pueden permitirse ningún capricho, ni para ellas ni para sus hijos. En el caso de Manuela, ellos tampoco lo piden. “Mis hijos se conforman con lo que tienen, en ningún momento me dicen ‘Mamá, dame para ir al quiosco o para un helado’. Esa es la suerte que tengo”, cuenta orgullosa. Es la hora de comer, María, la hija pequeña, prepara la mesa. Hoy toca sopa de fideos y un poco de tomate en rodajas. Son escasos los días en los que Manuela puede poner a la mesa un filete de carne o pescado. “Voy a un banco de alimentos una vez al mes y allí recojo alimentos”, señala. Allí pasa vergüenza, pero los peores ratos suceden cuando se queda sola en casa y le da por pensar. “En que me hago mayor, en que para trabajar me hago mayor…”, explica, y se vuelve a emocionar.
Las lágrimas, de nuevo, duran poco. Enseguida suelta un chiste que desemboca en una carcajada y de nuevo fija la vista hacia adelante. Manuela es una mujer luchadora e ilusionada con el futuro, con ver crecer a sus hijos, con impulsar el amor que su hija María tiene por la lectura. Y lanza este consejo para otras mujeres que puedan estar en su situación: “Les diría que luchen, que hay salida, que se apoyen en sus hijos. Cuando se vean muy mal siempre hay un resquicio para salir adelante. Esto no puede durar siempre”.
Puedes ver más información sobre la situación de pobreza infantil en familias monomarentales en este enlace. También puedes firmar nuestra petición para pedir a los gobiernos que se comprometan a #InvertirEnInfancia.
Manuela, de 52 años, vive haciendo funambulismos. Está sola con dos hijos a cargo de 11 y 16 años, no trabaja y tiene que sobrevivir con los 300 euros mensuales de pensión que le pasa su exmarido. Ella y sus hijos residen de alquiler en un piso modesto en Valencia y, cuando puede, realiza pequeñas tareas como cuidar niños o preparar bocadillos en un bar. Pero no es suficiente. “Mi situación económica es desastrosa, llevo todo el mes poniendo lavadoras con el lavavajillas”, ilustra esta mujer menuda, que lo mismo rompe a llorar como se seca las lágrimas al instante y saca una sonrisa al impulso de: “Es que me desahogo ahora porque no están mis hijos delante. Pensar en ellos es lo que me anima a luchar”.
La vida de Manuela y de otras mujeres está reflejada en el informe “Más solas que nunca”, realizado por Save the Children y donde se retrata la dura existencia de estas mujeres y de cómo afecta la pobreza a sus hijos. La tasa de pobreza en los niños que viven con madres solas es de un 54%, 12,5 puntos más que el conjunto de la población infantil y el doble que el total de la población, señala este informe. Manuela es una de las beneficiarias de los programas que tiene Save the Children para las familias monomarentales en riesgo de pobreza o exclusión social y que engloban tanto ayuda para la manutención como apoyo psicológico. En el caso de esta mujer, cuenta con el apoyo incondicional de Sara, una de las especialistas de Save the Children que está siempre pendiente de ella y que es su “ángel de la guarda”.