Exigen al Gobierno que anule la inmatriculación del Patio de los Naranjos para que sea otra vez una plaza pública de Sevilla

Antonio Morente

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El Patio de los Naranjos de Sevilla tiene que volver a ser un bien de dominio público. Ya puestos, también la Catedral y la Giralda, y en general todos los bienes inmatriculados por la Iglesia sin documentar su propiedad, pero es el Patio de los Naranjos el que se ha escogido como símbolo. Y la causa obedece a que fue un enclave de acceso libre durante ocho siglos, hasta 1992, por lo que se reclama que recupere su función como una plaza más de la ciudad.

Por eso, la concentración que este viernes ha llevado a cabo la Plataforma en Defensa del Patrimonio de Sevilla se ha convocado junto al templo metropolitano con el lema de Recuperemos el Patio de los Naranjos, que por cierto en 2010 no fue registrado como tal: la Iglesia inmatriculó la Catedral y lo que tildó de “dependencias anexas”, que no son otras que este patio… y la Giralda. “Que se devuelva al uso público lo que es de dominio público”, exige esta asociación, que ha dado el paso de mandar una carta a la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, para que anule estas operaciones.

Anulación de las inmatriculaciones

La cosa no es fácil, pero torres más altas han caído, viene a decir Eduardo López Amodeo, uno de los portavoces de la plataforma. En la misiva se insta al Ejecutivo central a que haga público el listado completo de bienes inmatriculados (hace unas semanas remitió al Congreso las realizadas entre 1998 y 2015), pero sobre todo se le demanda una “acción legislativa global” que anule directamente todas estas operaciones. 

López Amodeo reivindica que este paso es clave, ya que de lo contrario sólo queda la vía de la reivindicación individual por todo el que se sienta perjudicado, un camino largo y costoso. Pese a ello, algunos lo han emprendido y hasta han recibido el respaldo del mismísimo Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en 2014 condenó al Estado español a indemnizar con 615.000 euros a una empresa ganadera por su desamparo legal al apropiarse el Obispado de Palencia (vía inmatriculación) de unos antiguos edificios religiosos que estaban en unas tierras propiedad de la compañía en Ribas de Campos.

Orden jurídico subvertido

Como esto no es habitual que ocurra, lo que se pide al Gobierno es que “se restablezca el orden jurídico subvertido”. En este sentido, en la carta remitida a Calvo se le recuerda que, en su discurso de investidura, Pedro Sánchez anunció que promovería las “modificaciones legislativas oportunas para revertir las inmatriculaciones irregulares practicadas por los obispos”.

Estos cambios son fundamentales para que los posibles perjudicados tengan una palanca legal para basar su reclamación, ya que la reforma de la Ley Hipotecaria que llevó a cabo José María Aznar en 1998 permitió a la Iglesia inmatricular (en no pocos casos con una nota simple registral) tanto bienes de su propiedad como otros en los que la misma no estaría tan clara. La modificación de Aznar, por cierto, abrió la puerta a registrar lugares de culto, algo que incluso la ley franquista de 1946 impedía. 

Lugares de la comunidad

En el manifiesto leído en la concentración al pie de la Catedral se apunta que “no pretendemos impedir ni obstaculizar los cultos religiosos que la ciudadanía decida practicar”, pero los lugares de culto “siempre han sido de la comunidad y a ella deben revertir”. Por ello, se insiste en articular “una fórmula legal que permita declarar la nulidad de todas las inmatriculaciones realizadas por la jerarquía católica sin título suficiente”.

“El Patio de los Naranjos fue público hasta 1992, cuando se cerró para montar la exposición Magna Hispalensis y ya nunca se reabrió”, lamenta López Amodeo. Hoy forma parte de la visita turística al conjunto de la Catedral, de ahí que también se le pongan deberes al Ayuntamiento (que lo incluya como plaza pública en el PGOU) y a la Junta de Andalucía, que debe obligar al Cabildo catedralicio a contar con un Plan Director de Uso y Gestión del monumento al ser Patrimonio de la Humanidad.

“Que podamos volver a encontrarnos con nuestros vecinos en nuestro Patio de los Naranjos y que nuestros niños jueguen en él como hemos jugado nosotros en nuestra infancia”, reza el manifiesto. El desafío es casi quijotesco, aunque prometen seguir dando guerra.

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