Jornada de rostros conocidos en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. La muestra que presume no ser “un festival de alfombra roja” sucumbe sin embargo un día cada año al poder de visibilidad mediática y atracción de espectadores que supone ser el marco del estreno mundial de una película como El tiempo de los monstruos, el filme más valiente, arriesgado, extremo y visceral que haya firmado hasta la fecha Félix Sabroso (Los años desnudos, Perdona bonita pero Lucas me quería a mí...). Para empezar, por conseguir un reparto coral (un término gastado pero aquí es cierto que todos los actores ejercen de protagonistas) por el que desfilan Javier Cámara, Candela Peña, Julián López, Secun de la Rosa y Jorge Monje. Actores dotadísimos, que se muestran sin contención, cada uno con su fuerza, su potencia individual y su magnetismo.
Hay que seguir con el hecho de que sea ésta la primera película que Sabroso ha realizado sin su inseparable Dunia Ayaso (con quien comparte todos sus títulos anteriores), fallecida en pleno proceso creativo de El tiempo de los monstruos; para finalizar con un guión medido al milímetro que, sin embargo, fue escrito “en tres semanas”. “En realidad no lo escribí, tuve que dictarlo, casi vomitarlo”, recuerda Sabroso, debido “al estado de ansiedad con el que viví la enfermedad de Dunia y el momento vital al que sabía que me enfrentaba”.
El resultado fue recibido este domingo con aplausos, la sala llena a rebosar y el larguísimo aliento de los amigos de Félix que viajaron a Sevilla y dotaron aún más si cabe a este festival de la atmósfera festiva y colorida que sólo pueden aportar personajes como Bibiana Fernández, Santiago Tabernero, Jimmy Barnatán, David Delfín, Elena Benarroch y Jossie, entre otros.
Aquelarre de amigos para asistir a la proyección de un aquelarre fílmico. El que plantea Félix Sabroso en esta película pirandelliana que, a modo de juego de espejos, coquetea con el clásico concepto estético del cine dentro del cine, los límites entre realidad y ficción, el ser humano y su personaje o el artista ante los procesos de creación. El punto de partida es el siguiente:
Víctor (Javier Cámara), una suerte de cineasta que dice haber rodado algunas películas pero que sin embargo no ha conseguido nunca estrenar, reúne alrededor de su lecho de muerte a sus más fieles colaboradores, con el fin de poner en marcha lo que probablemente sea su obra póstuma. Todos ellos, Candela Peña, Pilar Castro, Julián López, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Jorge Monje y Yaël Barnatán, se reúnen en una insólita convivencia dentro de una mansión de inspiración hitchkockiana para sacar a pelear a sus demonios.
“Tardé tres semanas en escribirla, pero era una idea largamente perseguida, la obra que siempre quise contar, pero para la que nunca había encontrado el momento de enfrentarme. Ahora estaba en el momento vital adecuado para hacerla realidad, es una película que responde a un estado de las cosas”, relató ayer a los medios Félix Sabroso, que reconoció que ha realizado un ejercicio de desnudez emocional en este filme por donde se pasean sus referencias cinematográficas (de Hitchkock a Buñuel) y que le ha enseñado a “relacionarme con mis miedos”.
Una película “sin género”
A partir de aquí se sucede un filme que no es una comedia, ni un thriller psicológico, ni un drama, pero que es todas esas cosas a la vez. Que le planteó tantas preguntas a los actores cuando se encerraron en la mansión a rodar como a los espectadores que anoche acudieron a la sala; una película que juega al desconcierto, a que nadie sabe lo que está pasando, al quien es quien o a quien representan. “No voy a alimentar a espectadores malcriados, que hay que guiar de un principio a un final, con todo mascadito, azucarado y digerible para que vengan al cine y no tengan ni que pensar”, reivindicó Sabroso, para quien esta película tiene otros valores “más allá de que se entienda todo o no”. “Querer tener todas las claves, además, me parece muy pretencioso”.
Así lo defendió también Carmen Machi, para quien esta película “sin género” no es más que “cine en estado puro”; o Javier Cámara, que aseguró que más allá del trabajo actoral -aquí insuperable y generoso, en el que cada intérprete aporta luz a su adversario y nunca lo ensombrece-, las películas “son de sus directores, que es el que se tiene que desnudar”.
En este sentido, en esta película delirante y alucinada (que a veces puede darle bocados a títulos tan dispares como 'El ángel exterminador' de Buñuel' o 'Los amigos de Peter'), Félix Sabroso ha sido “un talibán con el guión”, según Candela Peña. ParecE, tras visionar el filme, la única manera de concebir esta película guionizada como una liturgia, como un “decálogo de vida” de su director (Javier Cámara dixit) y, al fin y a la postre, un acto de homenaje a Dunia Ayaso, para quien fueron las emociones finales de una fiesta del cine por el cine.