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Machado, Sevilla y la cultura

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Antonio Machado, con su hermano Manuel, sus padres, sus abuelos y el resto de la familia, dejó Sevilla en 1883 con apenas ocho años para no volver. Pero siempre llevó consigo la ciudad y su infancia en ella, que es “recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero...”.

Es posible que fuera la capital hispalense la que recordara en aquel último verso encontrado en el bolsillo de su abrigo en la hora de su fallecimiento: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Esa huella indeleble que deja esta ciudad en sus hijos, sobre todo en los que se marchan en busca de un futuro mejor, tengan o no la fortuna de regresar.

Anda Sevilla estos días revolucionada por la exposición dedicada a los hermanos Machado, también a Manuel, en la Real Fábrica de Artillería. Tuve la ocasión de visitarla un sábado por la mañana, formando parte de la muchedumbre (éxito total de crítica y público), y ojalá pueda escaparme para volver a repasarla en horario laborable entre semana con más tiempo y detalle. Es una maravilla. Completa, detallada, sensible, emocionante.

Un homenaje a la relación de dos hermanos que, hasta el final, y pese a la distancia física provocada por las circunstancias de la guerra, permanecieron unidos por su amor por el arte y la literatura.

Salí de visitar la exposición enamorado de los Machado, y maldiciendo las miserias de una sociedad, la española que, a la que te descuidas, prima la brutalidad sobre la sensibilidad, y la ceguera sobre la inteligencia. Lástima.

Confieso que, a priori, acudí más interesado por descubrir el interior del edificio de la Fábrica de Artillería, recientemente rehabilitado y puesto en uso. Y esa faceta de la visita me dejó preocupado. El conjunto es imponente, con esas magníficas naves anchas, altas y robustas, del siglo XVIII. Pero sólo se ha recuperado una mitad del complejo. Y va a necesitar un esfuerzo grande para dotarla de contenido.

El Ayuntamiento de Sevilla, titular de las instalaciones, tiene previsto en la Fábrica la apertura del Centro Cultural y de Innovación Magallanes, que ofrecerá espacios destinados al surgimiento de nuevas ideas empresariales en el ámbito de la cultura, un lugar escénico experimental multiusos, talleres multidisciplinares, estudios de grabación, salas de exposición, oficinas, y laboratorios de pensamiento, incubación y aceleración de proyectos culturales, entre otros. Pero esta iniciativa aún no tiene fecha. Mientras, aún queda pendiente la rehabilitación del resto del conjunto de patrimonio industrial, que sigue en estado de gran deterioro.

Bien por la rehabilitación de estos espacios culturales, unos abandonados, otros renovados. El problema es que al dueño, al titular del edificio, no se le acaba el trabajo con el final de la obra

La de este edificio no es la única historia de espacio cultural en reforma y pendiente de uso en la Sevilla del final de 2024. En una situación bien delicada se encuentran las Reales Atarazanas de Sevilla, el mayor astillero medieval de España, construido hace ocho siglos por el rey Alfonso X El Sabio, cuyas obras, que se han complicado y retrasado enormemente en los últimos años, no estarán completadas hasta mediados de 2025. Y aún está por ver el impacto, y su rehabilitación, de la reforma de las Atarazanas sobre el vecino Hospital de la Caridad, en cuya cúpula y muros han aparecido grietas de gran entidad

Y aún está por ver el impacto, y su rehabilitación, de la reforma de las Atarazanas sobre el vecino Hospital de la Caridad, en cuya cúpula y muros han aparecido grietas de gran entidad.

También ha sufrido vaivenes recientes el uso del Hospital de los Venerables Sacerdotes, en el barrio de Santa Cruz. De propiedad arzobispal, fue durante décadas sede de la Fundación Focus-Abengoa. Pero ahora el edificio ha regresado al Arzobispado y está previsto que se destine, aún sin fechas, a exponer parte de la colección artística de la Catedral Hispalense.

Y como Focus-Abengoa busca nueva casa, parece que su colección y actividades podrían recalar en un cuarto espacio cultural pendiente de fin de obra y nuevos usos, la iglesia de San Hermenegildo, también de propiedad municipal. La rehabilitación de este edificio desacralizado ha estado meses paralizada por discrepancias con la empresa constructora. Ahora, parece que encara su recta final y debería estar terminado a comienzos del próximo año.

En todos los casos mi preocupación es la misma. Bien por la rehabilitación de estos espacios culturales, unos abandonados, otros renovados. El problema es que al dueño, al titular del edificio, no se le acaba el trabajo con el final de la obra. Ahí es cuando comienza la tarea más pesada, la más constante en el tiempo. Su uso, su contenido, su programación. Ayuntamiento, Arzobispado, Junta, Caixa… Todos comparten esa responsabilidad y confiemos en que, por el bien de la ciudad y de su vida y programación cultural, logren asumirla con éxito.

Como ya dijo el propio Antonio Machado, “la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícitas las dos más hondas paradojas de la ética: sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da”. Espero que nuestros gestores culturales no guarden para perder, y ganen dando.

Antonio Machado, con su hermano Manuel, sus padres, sus abuelos y el resto de la familia, dejó Sevilla en 1883 con apenas ocho años para no volver. Pero siempre llevó consigo la ciudad y su infancia en ella, que es “recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero...”.

Es posible que fuera la capital hispalense la que recordara en aquel último verso encontrado en el bolsillo de su abrigo en la hora de su fallecimiento: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Esa huella indeleble que deja esta ciudad en sus hijos, sobre todo en los que se marchan en busca de un futuro mejor, tengan o no la fortuna de regresar.