Ha sido una de las muchas voces memorialistas que durante años ha reclamado la salida de los restos mortales de Gonzalo Queipo de Llano de la basílica de la Macarena. Paqui Maqueda (Sevilla, 1964), eso sí, cobró un protagonismo inesperado cuando se produjo el anunciado momento, de madrugada y sin aviso previo, y rompió el aplauso y el 'viva' de los familiares del responsable de unas 45.000 muertes de la represión franquista en Andalucía. Presidenta de la Asociación Nuestra Memoria y miembro de la plataforma Gambogaz, que da nombre al cortijo del general, esta histórica activista se muestra satisfecha, pero denuncia que el momento llega tarde, 71 años después de haber sido enterrado con honores en una tumba a la vista de sevillanos y visitantes. Los nervios, confiesa, también inesperados como la nocturnidad de las exhumaciones, le hicieron coger un cigarrillo mucho tiempo después de haberlo dejado. Fue su “pecadillo” en un día histórico para los memorialistas, que le trae al recuerdo la represión sobre su familia y la posibilidad de que se pudiera haber producido antes para evitar “mucho sufrimiento”.
¿Se ha saldado una cuenta pendiente?
Por fin se ha saldado una deuda pendiente con las víctimas del franquismo, con sus familiares. Una deuda que al movimiento de memoria histórica le duele la boca de señalar, concentración tras concentración, año tras año, para que se sacara los restos de Queipo de Llano.
¿Cree que llega tarde?
Llega muy tarde, porque ha muerto mucha gente por el camino. Muchos hijos de gente que están en las fosas. Pero es el momento en el que ha llegado y, como momento histórico, nos pertenece a nosotros, a las víctimas. Por eso mi grito, porque yo no podía permitir que los aplausos, los 'viva Franco', los 'viva Queipo', fueran el punto final que la familia Queipo iba a poner allí. No podía permitir que los 'viva Queipo' fueran el punto final a esta deuda pendiente. El momento histórico es nuestro, de las víctimas, porque nos corresponde. Por eso mi grito. No estaba preparado, ni mucho menos. Estaba sola y me parecía un momento en el que hay que respetar y en el que no me tengo que meter, pero cuando ya empezaron los gritos y los aplausos algo se rompió, porque no podía creer lo que estaba escuchando. De ahí lo del honor y gloria a las víctimas del franquismo, siempre, en nombre de mi familia.
¿Se acordó mucho de sus familiares represaliados?
Estaban presentes. Era una deuda también. Soy activista de la memoria, por supuesto, pero esto era también muy personal, muy familiar, porque hubo en mi familia hubo una diáspora tremenda, una matanza tremenda, una incautación de bienes, el robo del primer hijo que tuvo mi madre en un hospital público aquí en Sevilla, precisamente por ser hija de familia roja. Yo tenía una deuda pendiente con el personaje de Queipo. Ellos hablaron por mí esta noche. No podía permitir que salieran de rositas y que pusieran el punto y final, y quienes lo pusieron fueron las víctimas. Ellos eran los protagonistas. La ley ha facilitado la salida, la ha gestionado igual que con Pico Reja, que la abre la voluntad del Ayuntamiento de Sevilla. Pero quien realmente ha abierto esa fosa, y quien ha hecho posible que salgan Queipo y Bohórquez, ha sido el movimiento memorialista. Era el momento nuestro, no de los Queipo, y así lo entendió mi corazón.
Se trata de una herida social. Eso hemos querido transmitir. No es una herida familiar, no es mi herida, aunque me hayan salido los nombres de mi familia. Es una herida social que tiene que corregirse y que curarse con medidas sociales
¿Cómo ha vivido la actitud de la hermandad durante todos estos años de reivindicaciones memorialistas?
Ha habido una resistencia tremenda por parte de la hermandad, porque han considerado que este hombre estaba enterrado con honores y así tenía que ser, independientemente de que fuera responsable de unas grandes matanzas. Ha habido una negación a entender el dolor de las víctimas, una resistencia a compadecerse como cristianos del dolor y del sufrimiento. La hermandad nos ha vuelto la espalda año tras año negándose hacer lo que al fin han hecho. Si la hermandad hubiera sacado antes a Queipo, habrían evitado muchísimo sufrimiento. Me acaba de llamar un hermano de la Macarena dándome las gracias porque son muchos en la Macarena y en la calle Feria los que no entendíamos esta postura.
¿Cómo ha vivido esa espera hasta la salida final de los restos de Queipo?
Pude hablar con gente en la puerta. Uno me decía que no lo quería aquí. Otra me ha dicho en estos días que, en cuanto lo sacaran de ahí, la primera solicitud para ser hermana iba a ser la suya. Porque se trata de una herida social. Eso hemos querido transmitir. No es una herida familiar, no es mi herida, aunque me hayan salido los nombres de mi familia. Es una herida social que tiene que corregirse y que curarse con medidas sociales, con una política pública como la que se está haciendo. Eso lo llevamos diciendo 20 años y nadie nos hace caso. Una política pública municipal, estatal y autonómica que vaya dando pasos, que vaya sacando a la gente de las cunetas, eliminando los símbolos, con sentido común, escuchando a las víctimas. Aquí no se trata de clavarnos puñales, ni que nos demos otra vez con los huesos de los muertos en la cabeza, como me dijeron una vez. Ha habido mucha resistencia de mucha gente cuando era un grito social. Al final quien gana es Sevilla, que ha amanecido democráticamente como una ciudad mucho más limpia.
¿Qué le diría a esas personas que creen que este tipo de situaciones supone reabrir heridas?
Es su discurso. Y el nuestro, que también cabe, es que se tiene que hacer. Porque se tiene que saber la verdad, se tiene que hacer justicia, se tiene que reparar, y tiene que haber garantías de no repetición. Quien quiera perdonar, que perdone; quien se quiera concordiar, que se concordie. Por compasión, las víctimas no queremos ni agua. Queremos justicia. Y ese discurso, muy pegado a la Iglesia, muy nacional católico, a nosotros no nos interesa. Y es el que está manejando la Junta, desenterrando las fosas por compasión. Pero nosotros les decimos que no, que es por derechos humanos y por obligación, porque el derecho internacional lo señala así. Ese es nuestro discurso, y es el que al final está cerrando las heridas.
¿No cree que algún gobierno pudo ejecutar antes estas exhumaciones?
La Ley andaluza [de 2017] es una de las más avanzadas del Estado, muy equiparable a la nacional de ahora. Lo que pasa es que no se reglamentó ni se presupuestó. Cuando llegó el PP, ni agua, y abrimos las fosas por compasión, pobrecitos, porque llevan mucho tiempo tirados en las cunetas. Y el Gobierno de Andalucía, por parte del Partido Socialista, tuvo 36 años para hacer no una ley sino siete leyes. Y si hubiera querido, sin ley si me apuras. Porque no hace falta una ley para mantener una política pública de memoria, pero ni siquiera eso. Si el Gobierno del PSOE hubiera hecho los deberes durante 36 años, otro gallo cantaría. Pero no lo hicieron, y eso habrá que preguntárselo a ellos. Era una cuestión de voluntad política, y mirad el tiempo en política cómo se ha marcado ahora, que no hace ni diez días desde que se aprobó la ley. Cuando hay voluntad política, y yo estoy convencida de que este gobierno actual la tiene con Fernando Martínez, mira cómo se hace. Ha sido voluntad política, que es lo que le faltó a los distintos gobiernos socialistas. Hicieron cosas, como el mapa de fosas, pero tenían que haber terminado. Durante 36 años, que se dice pronto. Pero bueno, es momento de celebrar y no de reprochar.