La sombra de la sequía empuja a Sevilla al reto de reducir el consumo de agua de 116 a 90 litros por persona y día
El gobierno local plantea de partida una campaña de concienciación para alcanzar este ahorro de un 22% y descarta por ahora restricciones o aumentos de la tarifa. La situación actual se considera que es “preocupante, pero no alarmante”
“Nuestra vulnerabilidad se refleja en el agua”. Esta frase del alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz (PSOE), define cuál es uno de los puntos débiles de la ciudad, como al fin y al cabo ocurre en toda Andalucía. Ante la sequía que ya sufre la región, la capital hispalense y su área metropolitana (con 1,4 millones de personas) parten con la ventaja de que los embalses están todavía al 50%, bastante por encima de lo que se vive en otras provincias andaluzas. Así que la situación es “preocupante, pero no alarmante”, y por eso los primeros pasos que ya se van a dar son para concienciar en busca de un objetivo muy concreto: reducir el consumo diario de agua de 116 a 90 litros por persona y día.
En esa línea va la campaña que ahora lanza el Consistorio, que precisamente se llama Objetivo 90, y que viene a decir que ya se mira de reojo a la sequía, algo que al fin y al cabo es estructural porque más o menos cada década toca encararse con una. El caso es que 116 litros por persona y día no es que sean un disparate, “aquí no se derrocha agua” en palabras Jaime Palop, el consejero delegado de Emasesa, la empresa metropolitana de aguas, pero lo cierto es que en Barcelona o Madrid el gasto diario ronda los 90 litros.
¿Dónde radica entonces la diferencia? Pues en que en estas urbes llevan trabajando “políticas tarifarias desde hace tiempo”, lo que significa que el agua es más cara y se mira más por el consumo. Aquí por ahora ni está prevista una subida de la tarifa ni tampoco se otean restricciones a corto plazo porque hay agua para dos años y medio, de ahí esta campaña de sensibilización en la que se busca la complicidad de todos los sectores (hoteleros, hosteleros, administradores de fincas, empresas, vecinos, colegios...) “para ser más eficientes y solidarios”, en palabras de Muñoz.
Objetivo: un 22% de ahorro de agua
La agricultura sí se está viendo muy afectada ya por la actual falta de lluvias, pero para el consumo humano sí hay unas reservas respetables. Junto a ello, se confía en que a este ahorro que se persigue de un 22% ayude la conciencia colectiva forjada por las sequías anteriores, lo que por ejemplo ha ayudado a que en las últimas décadas se haya reducido el gasto un 36%: en los 90, el consumo era de 174 litros diarios por persona.
Eso sí, bajar de estos 116 litros al día “va a costar muchísimo”, pronostica Palop, porque los consumos ya están más ajustados. Sea como sea, el propio Plan de Emergencia ante situaciones de sequía de Emasesa estipula que hay que reducir al menos un 2% el consumo si se activa el estado de prealerta por sequía, lo que ya se hizo en noviembre. Este porcentaje tendrá que ser mayor si la escasez de agua se prolonga, lo que se traducirá (si las cosas siguen como ahora) en declarar el estado de alerta después del verano.
El contexto del cambio climático
Todo ello, recuerda el propio alcalde, en un contexto en el que Sevilla y su área metropolitana se ubican en una zona muy vulnerable al cambio climático y a las rachas de sequía prolongada que lleva consigo. De hecho, el propio Plan Estratégico de Emasesa establece que Sevilla debe afrontar y saber gestionar tres grandes retos en relación con los recursos hídricos y el cambio climático: periodos de sequía, lluvias extremas y puntuales y la urgente necesidad de diversificar las fuentes de captación de agua.
“Hay poca agua y hay que repartirla”, apostilla Palop, que junto al regidor asistió al plenario del Observatorio del Agua de Emasesa, órgano asesor y de participación. Lo de repartir los recursos hídricos es algo que le toca sobre todo al sector agrícola, no en vano el 80% los regadíos se llevan el 80% del consumo frente al 15-17% que supone el abastecimiento urbano. Así que toca ahorrar y mejorar la gestión, mientras el campo afronta la situación con una dotación mínima de agua que, en principio, debería ir para salvar los cultivos leñosos “y los que forman parte del patrimonio de los agricultores”.
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