El exalto cargo franquista José Utrera Molina ha presentado un escrito de alegaciones ante la Diputación de Sevilla contra la retirada de la Medalla de Oro de la Provincia que le fue concedida en 1969. En el pliego de descargos, el suegro del exministro del PP Alberto Ruiz-Gallardón se define como “falangista”. Y elogia sin complejos al dictador Francisco Franco como “un hombre excepcional” y al que fuera líder del fascismo español, José Antonio Primo de Rivera, como ejemplo “de nobleza”.
La propuesta conjunta de Izquierda Unida y Participa Sevilla fue aprobada con los votos favorables de estas formaciones, del PSOE y Ciudadanos, y contó con la abstención del PP. Sería en un segundo intento, el 29 de septiembre, tras el recurso del afectado y anular los servicios jurídicos institucionales el acuerdo de febrero por los argumentos de aquella moción inicial.
La decisión “rezuma un odio visceral” y destila un “torrente” de “intolerancia”, en palabras de Utrera Molina. Un ensañamiento que deriva de una “actuación sectaria por motivos estrictamente políticos”. Ideas y “lealtades” de las que no reniega pese a estar “hoy a años luz de lo políticamente correcto”, matiza. “Podrán decir que no he cambiado de bandera y tendrán razón”, ejemplifica.
José Utrera Molina fue ministro del franquismo. Gobernador Civil de Sevilla del 14 de agosto de 1962 al 29 de octubre de 1969, condecorado el año de su destitución por “los mismos sillones desde los que ahora se me insulta”, lamenta. Crítico radical con la Ley de Memoria Histórica, está imputado en la Querella Argentina por el asesinato de Salvador Puig Antich, ejecutado a garrote vil el 2 de marzo de 1974. Es Caballero de Honor de la Fundación Nacional Francisco Franco desde 2012 junto al dictador chileno Augusto Pinochet en una ceremonia que titularon 'Derecho al alzamiento'.
Objetivo: “borrar la historia” del franquismo
¿Y qué pretende la medida? “Denigrar y borrar de la historia de Sevilla cuatro décadas” al dictar “una verdadera damnatio memoriae (traducción literal: 'condena de la memoria') sobre todo aquel que tuvo responsabilidades en el régimen nacido el 18 de julio de 1936”. Golpistas, entonces, a quienes en opinión del fascista “se insulta, calumnia y ofende de forma gratuita y con pavorosa impunidad”.
Ataques que llegan en el epílogo de su vida: “a mi edad sería ridícula vanidad aferrarme a mundanas distinciones”. Aunque, advierte, con la suerte divina de su lado: “Dios ha querido que yo permanezca aún en el mundo de los vivos, para defender la memoria de quienes ya no pueden hacerlo”.
Utrera Molina afea “que ni uno solo” de los diputados provinciales “haya tenido el coraje de denunciar” la afrenta “con su voto discrepante”. Y dibuja el retrato de su defensa de la “entrañable distinción” por la “deuda moral” contraída con un carrusel de acreedores del homenaje. De los “colaboradores” de la época a los “miles de sevillanos” que le ofrecen “gratitud”.
“Soy falangista”, escribe Utrera Molina
“Se me acusa también de falangista, como si el hecho de serlo me desacreditara públicamente”, cuenta el suegro del ex ministro del PP Alberto Ruiz Gallardón en su pliego de descargos. Y remata, sin complejos: “quiero afirmar, con orgullo y la cabeza bien alta, que ha sido, soy y seré mientras viva, falangista”.
Para el ex gobernador civil no existe “un ejemplo más limpio de nobleza en la política” que el líder del fascismo español, Primo de Rivera. Personaje añorado por Utrera Molina, capaz de superar “las hemiplejías de una derecha montaraz e insolidaria y de una izquierda marxista y revolucionaria”.
Y Franco, el militar golpista que sometió al país a 40 años de desmemoria. “Un hombre excepcional”, en palabras de ex alto cargo de la dictadura. “Uno de los mejores gobernantes que ha tenido España”, prosigue en su alegato, “dejando a su muerte una nación mucho mejor, más fuerte, justa y cohesionada que la España rota de la que tuvo que hacerse cargo en una de las horas más trágicas de su historia”.
Impidió la “detención” ilegal de opositores, dice
“Miente quien afirme que durante mi etapa como gobernador civil de la provincia se torturase, denigrase o detuviese impunemente a ningún sevillano por el hecho de ser demócrata o por motivos políticos o ideológicos”, asegura en su alegato. Una acusación “calumniosa” que los proponentes no respaldan con “nombres y apellidos, fechas y circunstancias”.
El expolítico se presenta como una suerte de defensor de los derechos humanos. Y cita ejemplos. “Con motivo de una visita del entonces Jefe del Estado (Franco) a la provincia, el jefe de policía me preguntó si debían proceder a la detención temporal” de opositores. “Debo confesar que me sorprendió” una oferta que, dice, rechazó.
Puestos en la diana, “individuos” destacados “por su oposición al régimen”. Y deja nombres como el “célebre militante socialista Urbano Orad”. Tan satisfecho quedó el preso político, cuenta, que pidió “audiencia” para agradecerle “personalmente” el gesto. En el texto acaba citando otros ejemplos de “respeto” a “comunistas” o sindicalistas como Eduardo Saborido, Fernando Soto y Francisco Acosta.
Utrera Molina niega además la comisión de crímenes contra la humanidad. Delitos por los que está imputado en la causa 4591/10 conocida como Querella Argentina. Un “supuesto proceso”, asegura, que no conoce “salvo por la prensa” instruido “por una juez argentina”, refiriéndose a la magistrada titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº1 de Buenos Aires, María Servini de Cubría.
Su etapa al frente del Gobierno Civil fue “ciertamente fructífera”, alega. Ahí fue posible “la transformación de una ciudad que adolecía aún de muchas y graves diferencias sociales”. Una lucha por los “trabajadores” y los sectores más desfavorecidos que el falangista resume en cifras: 10.491 viviendas “a gentes necesitadas”, más de 400 nuevas escuelas y erradicación de 34 núcleos chabolistas “insalubres”… y todo, reza, con la “meta” en la “verdadera justicia social”. “Esta era la clase de 'represión' que ejercíamos sobre los sevillanos”, escribe Utrera Molina.