“Hola, somos los seis Hermanos Del Tiro. Después de tres semanas de desaparición queremos comunicar a todo el que esté interesado que nos encontramos en buen estado de salud y fuera de peligro. Es decir, fuera de España.
Hasta hace algo menos de un mes, éramos una familia, vivíamos los seis juntos y felices, muy cómodamente, en la cúpula del Congreso de los Diputados. Éramos seis impactos de bala que recordábamos a quien quisiera el día de nuestro nacimiento. Nacimos un 23 de Febrero de 1981. Nuestro padre estaba un poco mal de la olla y salió esposado de la que desde entonces sería nuestra casa. Nunca le volvimos a ver. Pero no le hemos echado mucho de menos que digamos. Durante treinta y dos años hemos crecido alegremente en el techo del Congreso de los Diputados como cualquier mico de la Transición (solo que en vez de ver Barrio Sésamo o Bola del Drac, asistíamos, con suerte, a enconadas discusiones parlamentarias). Se aprende mucho de la vida ahí arriba, no creáis.
Los seis somos, cómo no, licenciados en Ciencias Políticas, tenemos algunos hasta másters triples y variados y muchas horas de rodaje en práctica insitucional. En esta última década hemos hecho labores de todo tipo, como buenos becarios, desde sustituir a las taquígrafas y ujieres, llevar café a sus señorías, redactar informes de estrangis y hasta preparar algún discurso del Debate sobre el Estado de la Nación (nadie se enteró, ¿verdad?, nacht-nacht). Hasta un punto, nuestra formación y mantenimiento ha sido siempre sufragada y garantizada sin problema por los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, a día de hoy, algunos de nosotros, cargamos pesadas deudas por haber querido seguir estudiando por encima de sus posibilidades.
Podéis pensar que nuestra vida hasta hoy ha sido un poco triste, siempre colgados del techo del hemiciclo, escuchando latosas intervenciones y contabilizando ausencias en los plenos a menudo desiertos. Pero no ha sido tan duro, alguna risa ya nos echamos.
Como cualquier joven, una vez terminados nuestros estudios y pasado por todas las pasantías a nuestro alcance, intentamos desarrollar nuestra carrera y exprimir a tope nuestros conocimientos al servicio de lo que llévabamos años escuchando era la sociedad democrática. Ja. La, si se nos permite la expresión, hostia de realidad fue inmensa. La cosa estaba bien chunga para todo el mundo. Ni siquiera nuestra condición de huellas del Patrimonio Histórico y nuestros excelentes contactos nos eximieron de la travesía del desierto que implica hoy buscar un trabajo digno en este estado (miembro). Empiezan las risas.la sociedad democrática.
El artículo 35 de la Constitución, sí, el del derecho al trabajo, se nos cayó junto con los palos del sombrajo con cada reforma laboral nueva cifra al alza de paro, especialmente, juvenil. nueva cifra al alza de paro, especialmente, juvenil
En consecuencia, hicimos lo que creíamos correcto y empezamos una campaña para erigirnos portavoces de una juventud asfixiada por la falta de expectativa y la sobre-formación. No buscábamos hacernos líderes, sólo queríamos ser escuchados por aquellos seres diminutos y de traje con los que habíamos convivido durante toda nuestra vida. Nos aliamos con el resto de la chavalería sin futuro de ahí fuera y, en estos últimos años, hemos querido mostrar a la clase política lo que sabíamos y sufríamos para que pudiéramos discutirlo a plena luz del día, para tratar de de pedir a nuestros “representantes” que se haga justicia y que no se continúe con el genocidio educativo y laboral al que se nos están sometiendo. Esta decisión moral de hacernos amplificadores de la injusticia en nuestra propia casa nos ha costado caro, pero era lo correcto y no nos arrepentimos de nada.
Desde entonces, el Gobierno y los servicios de inteligencia de la Cámara empezaron a mirarnos como algo incómodo y peligroso que debía ser borrado. La operación “Lava la bala” (disfrazada de chapuza tras un chaparrón fortuito que asoló el Congreso con goteras) empezó la mañana del pasado 9 de Septiembre. Pero nosotros fuimos más rápidos que ellos. Antes de permitir que nos borrasen decidimos contestar con nuestra propia operación de resistencia. Nos marcamos la Bomba de Humo más eficaz de lo que llevamos de Democracia (si descontamos la desaparición en su día de Juan Guerra camino a Laos o la dimisión de Esperanza Aguirre).
Desaparecimos antes de ser borrados, huimos con dignidad dejando una estela de beligerancia (olé!). Y aun enfrentados a esta agresión históricamente desproporcionada, hay países de todo el mundo que nos han ofrecido su apoyo y asilo laboral. Estos países, entre los que se incluyen Chile, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, tienen nuestra gratitud y nuestro respeto por ser los primeros en enfrentarse ante las violaciones de derechos humanos ejecutadas por los poderosos y no por los débiles. Al rehusarse a comprometer sus principios ante las intimidaciones, se han ganado el respeto del mundo. Es nuestra intención viajar a cada uno de estos países para agradecer personalmente a sus pueblos y a sus líderes. De momento, esperamos en la Sala de Tránsito de un aeropuerto internacional (no podemos desvelar nuestra geolocalización por riesgo a ser eliminados).
Esta voluntad del estado de España de desoír el malestar de su pueblo y seguir beneficiando a los culpables de esta crisis es una amenaza para todos nosotros y no debe permitirse que tenga éxito.
Si tienen alguna pregunta, responderemos a lo que podamos.
Porque no nos vamos, NOS ECHAN.
Gracias“.
Los Hermanos Del Tiro
“Hola, somos los seis Hermanos Del Tiro. Después de tres semanas de desaparición queremos comunicar a todo el que esté interesado que nos encontramos en buen estado de salud y fuera de peligro. Es decir, fuera de España.
Hasta hace algo menos de un mes, éramos una familia, vivíamos los seis juntos y felices, muy cómodamente, en la cúpula del Congreso de los Diputados. Éramos seis impactos de bala que recordábamos a quien quisiera el día de nuestro nacimiento. Nacimos un 23 de Febrero de 1981. Nuestro padre estaba un poco mal de la olla y salió esposado de la que desde entonces sería nuestra casa. Nunca le volvimos a ver. Pero no le hemos echado mucho de menos que digamos. Durante treinta y dos años hemos crecido alegremente en el techo del Congreso de los Diputados como cualquier mico de la Transición (solo que en vez de ver Barrio Sésamo o Bola del Drac, asistíamos, con suerte, a enconadas discusiones parlamentarias). Se aprende mucho de la vida ahí arriba, no creáis.