El deterioro de los océanos del que alerta la ONU pone en jaque las playas y la pesca en España
El informe de la ONU sobre el deterioro “sin precedentes” de los océanos por las emisiones de CO señala directamente a España, que tiene 10.000 kilómetros de costa y es la primera potencia pesquera de la Unión Europea. Inundaciones costeras, pérdida de playas y mengua de los caladeros marinos van unidos a la crisis climática.
Casi todas las alarmas que ha subrayado el Panel de Expertos de la ONU este miércoles sobre los océanos se aplican a España: “Uno de los países más vulnerables de Europa donde millones de personas viven y dependen de un mar y unas zonas costeras saludables”, cuenta la responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace, Tatiana Nuño.
Una realidad para nada desconocida: el análisis de riesgos costeros del Gobierno español ya decía en 2014: “La economía española depende en gran medida de la costa y sus mares, ya que en ellos se llevan a cabo numerosas actividades, desde muy tradicionales como la pesca, hasta otras como el turismo masivo de sol y playa o el transporte marítimo”. Todo eso queda afectado por el calentamiento global del planeta.
Zona de grandes inundaciones marinas
La subida del nivel del mar, constante, acelerada y ahora mismo irreversible, que describe el IPCC se relaciona directamente con las inundaciones en la línea costera. De hecho, buena parte de la península ibérica y las islas Canarias están marcadas en el informe de la ONU entre las zonas donde los episodios extremos de aumento de nivel del mar amenazan con convertirse en anuales a partir de 2040.
En su análisis de impactos del cambio climático, el Gobierno español calcula que en las costas más acantiladas y alteradas por diques o paseos de la península, la cota de inundación para 2040 puede crecer hasta los 4,5 metros en la zona cantábrica y entre 0,5 y 1 metro en el Levante. Sin embargo, las proyecciones barajadas en el Ministerio de Transición Ecológica para las playas de pendiente suave, indican que esa cota se va a los 8,5 metros en el norte y Galicia y 5 metros en el golfo de Cádiz. El Mediterráneo estaría en los 2,5 metros. Las costas del norte de Canarias rondan los 5 metros.
Todos estos cambios, al alza, de la cota de inundación dan lugar “a cambios en los niveles de inundación, o a situaciones de inundación más frecuentes, las cuales son muchas veces catastróficas para la playa”, explican en el Ministerio.
Retroceso de las playas
Ligado de manera inequívoca al fenómeno de la inundación está la pérdida de playas. El arenal desaparece. La subida del nivel del mar origina cambios en el clima marino y el transporte de sedimentos. Sin esos sedimentos que deben llegar desde los ríos, la playa exterior mengua.
Ese ascenso del nivel del mar derivará en la retirada de la línea de costa española. Cada zona tendrá su propio nivel de pérdida. Así, se calculan retrocesos en torno a tres metros en el litoral cantábrico, Galicia y norte de Canarias y de dos metros en el golfo de Cádiz y el Mediterráneo.
A esto se le añade, indican los técnicos, el aumento del oleaje y la mayor erosión en esas playas: un 20% más en el norte y el delta del Ebro, entre el 5-10% en el Levante y un 40% en Canarias y la Costa Brava. Todas estas variables relacionadas con el cambio climático no incorporan “la artificialización desmesurada de la costa en las últimas décadas” que impiden a base de urbanizaciones, espigones, diques y paseos levantados sobre complejos dunares que el sedimento circule por la costa. Sin arena no hay playa. España ya gasta millones de euros al año para reponer material en las costas.
Intrusión salina: agua inútil tierra adentro
El equilibrio entre las masas de agua dulce y salada en deltas, estuarios y acuíferos se rompe con la subida del nivel del mar. Al avanzar agua marina tierra adentro, la intrusión salina contamina cursos fluviales y depósitos subterráneos cuyas aguas no pueden utilizarse. Además, saliniza los terrenos dedicados a la agricultura.
En este sentido, el delta del Ebro (Tarragona) es uno de los puntos calientes de este avance del agua del mar hacia zonas de agua dulce. También bajo la superficie, la intrusión pone en riesgo acuíferos costeros como los depósitos de Campo de Dalias y Níjar (Almería), el aluvial del río Verde en Granada o el de Ayamonte en Huelva. En España hay unos 89 acuíferos en áreas de costa vulnerables a la intrusión salina, según el Instituto Geológico y Minero.
Sector pesquero en peligro
España es la primera potencia europea en pesca. Con más de 900.000 toneladas en capturas al año, supone más del 17% del total de la Unión Europea. La patronal pesquera Cepesca calcula que el sector tiene más de 31.000 empleos directos. La subida de la temperatura global del agua del mar y su acidificación repercute en la cantidad de pesca disponible para un país con un sector pesquero muy desarrollado.
Los bancos de especies comerciales pueden rendir hasta un 25% menos, ha dicho el IPCC. Si a eso se le suma la sobrepesca continuada que se ha dado, por ejemplo, en el Mediterráneo, los recursos menguan más aceleradamente. De hecho, los científicos han pedido que se detenga la pesca de la sardina atlántica europea para dejar que se recupere la especie –recomendación no atendida por los gobiernos español y portugués–.
Pero no solo se reducen los caladeros propios (cada año, los recursos pesqueros españoles se agotan en los primeros cinco meses del curso). La caída de biomasa marina se extiende por todas las latitudes y la flota pesquera española no se limita a las aguas de la península o las islas. De hecho, la especie más capturada por los buques españoles es el atún rabil que se da sobre todo en aguas tropicales, según los datos de Eurostat. Otras especies muy pescadas son la caballa, la anchoa europea o el resto de atunes y bonitos.
Humedales y posidonia
La alteración del mar se lleva por delante ecosistema enteros. Hábitats con valor natural intrínseco, pero que, además, facilitan todo tipo de servicios: agua, alimentos, protección frente a temporales y desarrollo económico.
En este sentido, los humedales costeros son uno de los hábitats más valiosos del planeta “por su importancia como generadores de vida. Concentran la mayor capacidad de producción de biomasa del planeta” (llegan a superan 10 veces a los bosques tropicales), describen los científicos. Y son de extremada fragilidad. El IPCC ha sido rotundo: para final de siglo, estos ecosistemas sufrirán la desaparición de entre el 20 y el 90%, según cuánto se contenga el cambio climático.
Los humedales que afrontan peores consecuencias en España, según analiza Transición Ecológica, son los rodeados por la urbanización. En ese grupo se cuentan las rías gallegas con fuerte desarrollo urbano e industrial como la de Ferrol o el Umia. También la bahía de Santander, las marismas de Santoña o la ría de Avilés en el Cantábrico. En Andalucía la desembocadura del Guadalquivir podría perder 11.000 hectáreas con un mar dos metros más alto.
Pero es en la zona de Levante y Cataluña, donde los humedales pueden quedarse sin buena parte de su extensión aunque, esperan, “podrían inundar extensiones limítrofes”. Sin embargo, la alta urbanización en muchos de sus perímetros les impide adaptarse a la subida del mar. Por ejemplo, el Mar Menor tiene el 60% de su perímetro ocupado por construcciones.
Además, el agua caliente mata la posidonia, una de las bases de la vida marina en el Mediterráneo. El agua del mar ha absorbido la mayoría del calor provocado por el efecto invernadero de las emisiones masivas de CO, como ha insistido el informe de la ONU. Según escala el termómetro, esta planta acuática, crucial para mantener los ecosistemas, decae. “Si la temperatura sube tres grados a final de siglo, las praderas de posidonia decaerían un 90%”. Es el vaticinio de Transición Ecológica.