Los dibujos de tejidos neuronales de Santiago Ramón y Cajal, esbozados a lápiz y perfilados después en tinta china, están considerados universalmente como una de las más extraordinarias combinaciones de talento científico y artístico. Fue en gran medida gracias a estos bocetos, realizados durante sus observaciones al microscopio, como el científico español comprendió la naturaleza individual de las neuronas y realizó los hallazgos que le valieron el premio Nobel en 1906. Un siglo después, y a pesar de su valor estético, las 1.800 ilustraciones que se conservan en el legado Cajal contienen una marca que ha llamado la atención de algunos investigadores. ¿Qué es ese sello circular en tinta azul que aparece en mitad de los dibujos?
El sello contiene las palabras “Museo Cajal, Madrid” y en su centro aparece un número escrito a mano, diferente en cada una de los dibujos. A este dígito los conservadores del Instituto Cajal lo han llamado tradicionalmente el número de Manzano, en referencia al autor de lo que algunos consideran una tropelía y otros creen que salvó el patrimonio. El nombre alude a Pedro Manzano, el funcionario del instituto que comenzó a trabajar en el centro como conserje después de la guerra civil y que, a partir de 1943, recibió el encargo de poner en orden el legado para su posterior exposición.
“Considerando preciso disponer de un inventario de todo el material —dice una carta de Juan Marcilla, el director del Instituto Cajal en octubre de aquel año—, ruego a V.S. dé las órdenes necesarias para que se comience a formular, quedando encargado de recoger todos los datos el conserje del Instituto, don Pedro Manzano, quien, para ello, se pondrá a sus órdenes”.
Un conserje con un tampón
En los siguientes años Manzano se ocupó de reunir y documentar en un libro-registro todos los dibujos, preparaciones microscópicas, mobiliario y diferente material del legado Cajal que se exhibió en las diferentes sedes del instituto hasta su traslado al edificio actual en 1989. Allí ha permanecido treinta años almacenado en una pequeña sala antes de su reciente traslado al Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), a la espera del destino digno prometido por el Gobierno. “El sello lo tienen todos los dibujos, todas las cartas, manuscritos, cualquier objeto del legado tiene el sello puesto”, asegura Juan de Carlos, investigador que se encargó del legado Cajal hasta su reciente mudanza. “Y muchas veces lo puso en medio del dibujo, porque quería que fuera visible y no se pudiera quitar”.
Yo conocí a Pedro Manzano, parecía un investigador, pero llevaba el almacén del instituto
“El sistema era muy sencillo, simplemente ponía el sello y el número de carpeta, y guardaba lo que antes había estado disperso por despachos y laboratorios”, relata Adolfo Toledano, vicedirector del instituto que participó en la realización del gran inventario del material realizado en la década de 1970. “Yo conocí a Pedro Manzano, parecía un investigador, pero llevaba el almacén del instituto”, recuerda Ricardo Martínez, actual director de la institución. Quienes coincidieron con él lo retratan como un operario elegantemente ataviado con bata blanca, pero sin formación para una tarea de conservación como aquella. “Recogió unos 2.000 dibujos y no tuvo ningún cuidado con los sellos; unos están en el centro, otros en el lateral, y en algunos se ha machacado algún detalle”, señala Martínez.
Manzano veía que el material desaparecía, argumenta De Carlos, y puso el sello en todos los dibujos y manuscritos en un lugar visible para evitar los extravíos. Antes de esta catalogación meticulosa, que tuvo lugar en diferentes fases hasta 1975, algunos investigadores se llevaban material a sus casas y otros hasta regalaban a otros colegas para quedar bien o conseguir favores. Pero el sello detuvo aquel expolio silencioso.
“Gracias al sello, por lo menos los dibujos estuvieron protegidos”, opina Fernando de Castro, nieto el que fuera director honorífico de la institución y uno de los que ordenó realizar el inventario. “No creo que Manzano lo hiciera ni por desconocimiento ni por mala fe”. “Como plan de conservación es una pequeña burrada, pero viendo lo que estaba pasando, no está tan mal hecho, porque ha salvado el legado Cajal de sus dispersión”, recalca De Carlos. La prueba, argumenta, es que nunca han aparecido dibujos con sello fuera del instituto y que “las preparaciones microscópicas, que no tenían sello, sí siguieron desapareciendo”.
Como marcar a ‘Las meninas’
Para algunos investigadores del Instituto Cajal, como Javier de Felipe, la presencia del sello en los dibujos es una “barbaridad” y siempre que ha organizado una exposición a nivel internacional los ha quitado de las reproducciones mediante programas de edición de imagen. “En los originales para el libro también he quitado el sello, porque es horroroso”, asegura. “Es como si El Prado hubiera marcado a Las meninas con una estampa en la frente”. A su juicio, está claro que Manzano fue poniendo los sellos uno detrás de otro, donde caían, y eso ha afectado a observaciones con valor científico.
A mí me da un poco de vergüenza ajena ver dibujos de Cajal reproducidos en todo el mundo con el sello del Museo Cajal
De Felipe recuerda una reunión en el instituto, en los años 90, en la que el propio Manzano, ya muy mayor, reivindicó con orgullo ser el autor del sellado y defendió ante sus colegas que no se arrepentía de nada, porque lo hizo para que no desaparecieran los dibujos. “Y es verdad que se salvaron por eso, pero hay láminas en las que el sello está en medio de un haz de fibras o la estructura de una neurona y entonces pierdes el detalle”, asegura. “Me da un poco de vergüenza ajena ver dibujos de Cajal reproducidos en todo el mundo con el sello del Museo Cajal”, sentencia.
“A mí siempre me pareció un horror”, confiesa Ignacio Torres Alemán, quien fue director del instituto del 2009 al 2017. “Es verdad que puede servir para certificar la validez e incluso en la búsqueda de dibujos perdidos, pero, desde el punto de vista de la historia, es un poco aberrante”. Coincide con la primera impresión que tuvo el neurocientífico estadounidense Douglas Fields, a quien en principio le pareció un “feo matasellos” y una muestra de “vandalismo”. Su curiosidad le llevó a viajar al Instituto Cajal en el año 2017 para intentar aclarar el misterio. “Para algunos, los sellos son una mancha molesta”, concluyó tras hablar con los protagonistas. “Para otros, son marcas de devoción, porque sin los esfuerzos de Toledano y Manzano, es probable que la mayor parte del trabajo de Cajal se hubiera perdido en la turbulenta historia de España”.
El misterio de los sellos borrados
¿Fue tan descuidado el sellado de Manzano como aseguran algunos? Rastreando el legado con detalle, algo que cualquiera puede hacer en la web del CSIC que aloja los dibujos, se aprecia una amplia variedad de casos, desde sellos que se ajustan al hueco donde resultan menos molestos hasta láminas en las que está al revés o en mitad de la ilustración, con poco cuidado. Para las conservadoras del MNCN donde se encuentra el legado desde mayo de 2023, la presencia de un sello en medio del material gráfico no es tan extraña y lo achacan a una vieja tradición en los legados españoles que en parte se mantiene. En la colección del Pacífico de esta institución, por ejemplo, hay ilustraciones de animales con un sello rojo bien visible, si bien no en el medio del dibujo.
Lo que sí llama la atención es que en algunos dibujos del legado de Cajal el sello ha sido borrado físicamente mediante lo que parecen raspaduras. Lo comprobamos in situ acompañados de la conservadora Cruz Osuna y de Mónica Vergés, responsable del Archivo Histórico del MNCN. En varias de las láminas que nos muestran ha quedado el número de Manzano flotando en el vacío y el resto de la tinta azul ha desaparecido, aunque si uno se acerca aprecia la marca ligeramente más blanca que deja su ausencia. “Esto se ha hecho con mucho cuidado, probablemente con un bisturí”, aseguran. “Es muy complicado quitar estas tintas”. Nadie tiene explicación para esta desaparición, aunque quizá fueron pruebas para ver si se podía eliminar sin dañar los documentos.
Alberto Ferrús, director del Instituto Cajal entre 1993 y 1996, cree que el sello ha resultado ‘molesto' en diferentes momentos de la historia y recuerda el gran esfuerzo técnico que se realizó para borrar el sello de todos los dibujos de la gran exposición organizada en 2002 por Javier de Felipe en La Casa Encendida de Madrid. “En esa colección se ha quitado ese sello pixel a píxel, el trabajo de quitarlo fue muy costoso y tuvo su polémica porque se estaba alterando un dibujo original”, apunta.
A juicio de Juan de Carlos, el sello se ha convertido en parte de la historia del legado y nadie debería quitarlo. “Hay personas que solicitan permisos de reproducción y borran el sello, lo cual me parece un error, porque ningún documentalista debe modificar un documento original”, afirma. Además, a él le sirve para comprobar la autenticidad del documento y también para establecer la escala. “Como sé lo que mide el original, si me llega una reproducción llevo el sello a su tamaño y saco el dibujo en su escala”, explica.
Un icono cajaliano
En medio de esta polémica, algunos hechos muestran que el sello ha pasado a formar parte del propio imaginario en torno a la obra de Cajal, como su inclusión en obras de arte y reproducciones. En sus pinturas sobre la figura de Cajal, por ejemplo, la artista estadounidense Dawn Hunter lo incluye, al considerarlo parte de un todo. “Me permite entender sus dibujos”, explica. “Siempre ha sido parte del estudio de Cajal, hasta cierto punto es parte de la composición”. Hace solo cuatro años, para celebrar el centenario del nacimiento del Instituto Cajal, la Universidad de Escocia reunió a 75 voluntarios de seis países para crear 81 paneles bordados a mano con reproducciones de los famosos dibujos. Y, tal y como recogió la revista The Lancet, algunos de los voluntarios incluyeron en sus bordados el sello circular de tinta azul con las palabras 'Museo Cajal, Madrid' y el famoso número de Manzano.
El sello ha ganado tal presencia iconográfica que en una de las imágenes de Cajal más reproducida, la de una neurona piramidal gigante, Manzano puso el sello al revés y en algunas exposiciones se orienta conforme a la visión del funcionario, con el original dado la vuelta. El dibujo está publicado muchas veces al revés, subraya la conservadora Cruz Osuna delante del original, e incluso está girado en el propio archivo digital del CSIC. “El sello ha tomado tal protagonismo que se ha impuesto su criterio por encima del de Cajal”, bromea.
Una fuente histórica
Para los historiadores de la ciencia el sello también es una fuente de información muy valiosa, inseparable ya del propio dibujo. “Paso mucho tiempo en la Biblioteca Nacional mirando grabados de libros y están llenos de sellos, porque son objetos que se robaban, se cortaban y se vendían sueltos”, asegura José Ramón Marcaida, científico titular en el Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia del CSIC. “El sello de Manzano tiene ya un valor en el sentido documental, porque nos cuenta dónde ha estado el objeto y además tiene un valor histórico muy claro, porque ha ayudado a que sobreviva la imagen”, defiende.
José Beltrán, investigador español en el CNRS, en Francia, trabaja estudiando los “paraobjetos”, que son los elementos que acompañan a un espécimen exhibido en un museo de ciencia, desde las etiquetas a las pegatinas o las marcas de identificación. En su opinión, los sellos representan muy bien la obsesión de las instituciones por su patrimonio, lo cual no siempre ha evitado que el material se haya robado. “Este sello se ha convertido en historia de la ciencia, porque nos explica cómo se entendieron los dibujos, qué se hizo con ellos y por qué manos pasaron”. “La historia material de los objetos te dice cosas, pero lo suyo es poner el sello en el dorso, no en mitad de la imagen”, añade el historiador Juan Pimentel, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. “Por otro lado, yo entiendo que dé rabia verlo, pero siempre hay que poner las cosas en el contexto en el que se hicieron”.
¿Y los dibujos sin sello?
Para los especialistas, el episodio del feo sello azul es también un reflejo de cómo un mismo objeto puede cambiar de valor y significado a lo largo del tiempo. Cajal nunca consideró que sus dibujos fueran especialmente valiosos, para él solo eran una herramienta de trabajo, como demuestra el hecho de que los originales aparecen a menudo con indicaciones de por dónde recortar para la imprenta, con vistas a publicarlos en un estudio o un libro. Tampoco quienes le sucedieron en el instituto fueron conscientes del valor que adquirían los dibujos a medida que la dimensión “artística” de Cajal cobraba más protagonismo, lo que explica el caos en los sucesivos inventarios que propició que parte de este patrimonio haya acabado en colecciones particulares, que en ocasiones lo han vendido (como pasó con las cartas).
¿Cuántos dibujos de Cajal se perdieron por el camino y están por ahí, fuera del radar del Instituto? Es difícil de saber, pero Juan de Carlos estima que Cajal hizo unos 35.000 bocetos histológicos a lo largo de su vida, con lo que pueden ser muchos los que estén por ahí, sin el sello. En su opinión, en 1934 debió dejar al instituto cerca de 5.000 dibujos de los que quedan 1.800. En el Ministerio de Cultura se incluye un recuento de los materiales que se encuentran en manos de los descendientes de los discípulos de Cajal, desde su hermano Pedro Ramón y Cajal a Pío del Río-Hortega, Fernando de Castro y Rafael Lorente de Nó. Los nuevos custodios del legado, en el MNCN, tienen una tarea pendiente que llevará un tiempo: comparar los números de registro de Manzano y los 1.800 dibujos del legado, por si hay números que están en el inventario, pero no en la colección.
Juan de Carlos estima que Cajal hizo unos 35.000 bocetos histológicos a lo largo de su vida, con lo que pueden ser muchos los que estén por ahí, sin el sello.
Al final, resume Alberto Ferrús, esta es una historia muy desgraciada en su conjunto, que muestra la desidia de las autoridades correspondientes en cada una de las épocas y el desinterés de la sociedad española por la ciencia. “Tiene gracia que el sello de Manzano tenga inscritas las palabras Museo Cajal, una institución que no existe y que va camino de no existir, porque estamos ya en el 2024 y seguimos sin tenerlo”, concluye, en referencia al gran museo que el Gobierno actual prometió dedicar al neurocientífico español hace cuatro años. La presencia de esta institución fantasma en el sello y en los dibujos es un buen recordatorio de que, como sociedad, tenemos una cuenta pendiente con Cajal y su tesoro científico.