En teoría hacer animales clónicos, con idéntica dotación genética, no es muy complicado. El modo más simple es imitar cómo la naturaleza crea gemelos dividiendo en fragmentos (hasta 4) un embrión temprano. Otro método más útil se llama transferencia nuclear de células somáticas: cada una de las células de un animal tiene en su núcleo una copia completa del genoma, así que en principio basta con extraer el núcleo de una célula cualquiera para instalarlo en un óvulo de la misma especie al que se haya extraído su propio núcleo. De este modo se obtiene un embrión con el mismo genoma que el donante original; este embrión se implanta en una hembra y se desarrolla transformándose en un animal genéticamente idéntico al original, un clon. Simple, en teoría.
En la práctica, por supuesto, no es tan simple. Las células somáticas están especializadas y se han modificado para convertirse en tipos celulares específicos, lo cual conlleva cambios en sus núcleos: estos cambios han de ser revertidos. Además el óvulo receptor debe ser estimulado para activar la división celular y una vez ha arrancado hay que implantarlo en el útero de una hembra que actúe como madre.
Hace 21 años, científicos escoceses consiguieron salvar estas dificultades y crear a la famosa oveja Dolly, el primer mamífero clónico creado por transferencia nuclear. Desde entonces esta técnica se ha empleado con éxito en diversos grupos de mamíferos como perros, gatos, vacas, cerdos, ratones o incluso camellos. Pero hasta ahora nadie había sido capaz de hacerlo con primates, el grupo al que pertenecemos los humanos.
La semana pasada un equipo chino ha presentado en la prestigiosa revista Cell los primeros primates clónicos: dos macacos cangrejeros llamados Zhong Zhong y Hua Hua (un juego de palabras sobre el término chino para designar al pueblo chino, que es Zhonghua), obtenidos mediante una adaptación especial de la transferencia nuclear. Este indudable avance técnico ha resucitado viejos temores y debates éticos sobre la posible clonación de seres humanos, aunque llega quizá dos décadas tarde.
Para comprender lo que significa y cuáles son sus implicaciones repasamos algunos aspectos claves del anuncio:
1.- No son los primeros primates clonados: en 1999 ya se consiguió clonar un mono Rhesus usando el método de partición de embrión. Lo cierto es que se ha usado poco, dadas sus limitaciones prácticas: un máximo de 4 copias y sin posibilidad de usar como modelo a un animal adulto.
2.- El método actual está basado en el que creó a la oveja Dolly (transferencia de núcleo somático), que en primates no funciona: los óvulos de los primates tienen estructuras alrededor del núcleo que guían los cromosomas durante la división celular. Estas estructuras se dañan al extraer el núcleo del óvulo lo que después provoca el fracaso del embrión modificado. Para evitarlo el equipo chino ha tenido que crear nuevos métodos de tratamiento.
3.- Con estas técnicas complementarias se consigue el éxito, pero sólo usando como origen para la transferencia núcleos de células fetales; los embriones no resultan viables si se usan núcleos de células adultas. Esto limita los usos potenciales del sistema. Nada de clones de un adulto.
4.- La complejidad técnica supone una eficacia muy baja del procedimiento: de 180 intentos usando núcleos de células adultas se consiguieron 2 embriones viables que murieron al poco de nacer; con núcleos de células fetales hicieron falta 79 intentos implantados en 21 hembras para obtener 6 embarazos viables, que culminaron en sólo dos nacimientos (Zhong Zhong y Hua Hua). Las cifras son comparables a las que se obtuvieron en su momento con Dolly, que fue el único embarazo viable de 277 intentos.
5.- Por todo ello la utilidad del procedimiento es escasa, ya que la técnica tiene usos limitados que además hoy pueden conseguirse usando otros sistemas como CRISPR. El esfuerzo para crear a Dolly se justificó en el potencial de creación de ovejas capaces de generar biomoléculas útiles en medicina o en la industria. Pero esos usos jamás se materializaron: la baja tasa de éxito los hizo inviables y al final se abandonó el esfuerzo por falta de rentabilidad. Intentos posteriores se han usado para reemplazar mascotas perdidas a precios exorbitantes, para facilitar la crianza de variedades selectas de ganado (como caballos de carreras o de polo) o para rescatar especies en peligro de extinción, usos relativamente marginales y caros. El equipo chino ha hablado de la creación de poblaciones de primates clónicos para investigación biomédica, pero nuevas técnicas permiten obtener los mismos beneficios con menores costes.
6.- En cuanto a la posible aplicación a humanos las implicaciones éticas son obvias: la técnica está prohibida en embriones humanos y ningún comité autorizaría un experimento así, especialmente con semejante tasa de éxito. De hecho fuera de la ciencia ficción los usos en humanos son muy limitados. La clonación no es una fotocopiadora de cuerpos; su resultado son bebés, de modo que si se quisiera (supongamos) crear un ejército clon habría que disponer de miles de madres y después criar y educar a los clones hasta que fueran adultos. Lo mismo se aplica a la creación de órganos para trasplantes: el precio sería prohibitivo e incluiría esclavitud humana, que es ilegal. La baja tasa de efectividad y la ausencia de usos 'de ciencia ficción' hacen que no haya lógica económica para desarrollar las técnicas necesarias. Las regulaciones éticas ya prohíben ese tipo de experimentos. Y las leyes contra la esclavitud ya hacen imposibles (ilegales, al menos) los usos más dramáticos. Aunque se trate de un brillante avance técnico en la manipulación de embriones de primates en humanos se trata en realidad de una técnica que hoy en día no tiene mucha más utilidad que la publicitaria.