Este año muere el último vestigio educativo del siglo pasado. Casi 300.000 estudiantes se enfrentan a partir del lunes a la Ebau (la antigua Selectividad), que agota este curso un modelo con más de 40 años de vida. El próximo junio el examen que afrontará el alumnado de Bachillerato y FP tendrá poco que ver con lo que recibirán los estudiantes esta semana, aunque las materias sean las mismas. Preguntas más aplicadas sustituirán a las más teóricas actuales si no hay giro de 180 grados. Adiós, prueba memorística basada en escupir respuestas; hola, examen competencial.
Pero eso será el curso que viene. Antes, empezando este lunes en Madrid y La Rioja (solo Baleares no se examina esta semana), estudiantes de toda España se enfrentarán al último obstáculo que les separa de la Universidad, la única prueba que podría decirse no tiene como objetivo exclusivamente pasar del cinco: con un 90,4% de aprobados en la pasada edición, la cifra más alta en los últimos nueve años, el objetivo para muchos es ir más allá. Por eso el 92% de quienes se presentan lo hacen también a la fase optativa, la de subir nota, que se ha convertido básicamente en universal ante la inflación de calificaciones de los últimos años.
Entre los cursos 2015-2016 y 2021-2022 la nota media de la Selectividad pasó de un 8,75 a un 10,34 (sobre 14), según el informe La subida de las notas de Selectividad: ¿Inflación o competición?, elaborado por EsadeEcPol tras analizar las calificaciones de todo el alumnado en los últimos años. Un ascenso impulsado por unas calificaciones más laxas y ciertos pequeños cambios que se han ido introduciendo a lo largo de los años, como reducir la optatividad de la prueba o subir el peso de la nota de Bachillerato en la calificación final.
Una reforma, esta última, que ha beneficiado más a unos que a otros. Porque los institutos privados son más generosos con las notas que los públicos, una cuestión que siempre se ha intuido, pero que ahora está respaldada por evidencia estadística, según un estudio del Observartori del Sistema Universitario de Catalunya. El alumnado de la privada saca mejores notas en el Bachillerato, pero luego ese rendimiento superior no se traslada igual a la Selectividad, donde todos compiten bajo las mismas reglas. Sucede, cuenta el estudio, en todas las comunidades por igual.
En lo que hay coincidencia entre los expertos es en que la Ebau necesitaba un cambio, aunque no todos están de acuerdo en que se haya quedado obsoleta. María Paz González Rodríguez, coordinadora general de la Ebau en la Universidad de Extremadura, explicaba que la prueba “funciona” y “sirve” para ordenar al alumnado, y se mostraba más partidaria de “aplicar, estudiar y e ir viendo resultados” de posibles cambios antes de lanzarse a darle la vuelta. Pero Juan Manuel Moreno, catedrático de Didáctica, Organización Escolar y Didácticas Especiales de la UNED, sí opina que “el modelo está agotado” y había que “pensar en algo distinto”.
A la segunda va la vencida
Dicho y hecho, la Lomloe obliga al cambio. Tras varias propuestas, incluida una primera más rupturista con una prueba de madurez que se cayó por el camino, el Gobierno parece haber encontrado un modelo que le satisface, se adapta a la nueva ley educativa y sin la contestación que encontró su primera idea. El modelo diseñado por el Ejecutivo apunta también a cambiar qué y cómo se enseña en Bachillerato y, por extensión, Secundaria, según explican docentes y directores. Cuando se pone un examen de tanto peso al final de un curso, este marca todo el año académico. Para preparar a su alumnado para la nueva Selectividad, el profesorado deberá adaptarse a la prueba que van a hacer, por lo que, dice la teoría, tendrán que enseñar a su estudiantado a responder al nuevo modelo, pasarse al modelo competencial que propone la ley pero que no ha acabado de desembarcar en las aulas.
Un modelo, dice la teoría, en el que se trata más de saber hacer que de saber a secas. De tener el conocimiento, pero saber aplicarlo. Se entiende mejor observando cómo son las preguntas del examen actual frente a las que se proponen para el nuevo. Este es un ejemplo de un examen del pasado año:
Este, de la prueba piloto que organizó el Gobierno hace unos meses para testar el nuevo. Aunque esa estructura de examen, con la prueba de madurez, acabó siendo retirada, la pregunta sirve como ejemplo de abordaje competencial.
Además del (supuesto) paso al modelo competencial, la otra gran novedad que traerá la Ebau el año próximo es el intento del gobierno de homogeneizar la prueba en toda España. La propuesta de crear un examen único en la que insistió el PP durante unas semanas se descartó por inviable: cada comunidad autónoma tiene libertad para establecer casi la mitad del currículum, elemento que por sí solo hace imposible implantar la misma prueba en todo el territorio, tal y como le recordaron a los populares todos los actores educativos que intervinieron en el debate. El partido de Feijoó, inasequible al desaliento, anunció que en ese caso haría una prueba común en sus territorios: es igual de improbable por las mismas razones, esta semana se resolverán las dudas.
Pero el Ministerio de Educación sí quiere dotar a la prueba de la mayor homogeneidad posible, dado que cada comunidad diseña (y corrige) su propio examen, pero luego esa nota sirve para toda España. Y lo ha logrado al menos en parte, según el catedrático Moreno. El elemento más importante en esta vía es “algo tan revolucionario como definir criterios comunes para hacer los ejercicios y, sobre todo, para corregirlos”, tal y como recoge el borrador de Real Decreto presentado por el Gobierno, que pretende aprobar este verano. Porque, según este experto, la diferencia fundamental no se da entre comunidades autónomas, que quizás también, sino entre tribunales.
El borrador distribuido por Educación dice en su apartado 11 que “las administraciones educativas y las universidades (...) podrán establecer procedimientos para coordinar el desarrollo de lo previsto en este real decreto, tanto en lo relativo a las características de los ejercicios como en lo concerniente a los criterios de corrección y calificación, con el fin de asegurar su equiparación entre los distintos territorios”. Más adelante añade que “el formato de respuesta deberá garantizar la aplicación de los criterios objetivos de corrección y calificación previamente aprobados”, que “en todos los ejercicios se incluirá información para el alumnado sobre los criterios de corrección y calificación” y especifica que la comisión organizadora tendrá entre sus competencias “el establecimiento de los criterios generales de evaluación de los ejercicios” y elaborar una guía con los criterios específicos de corrección y calificación.
Otro de los elementos que recibieron atención cuando se presentó el nuevo diseño de Ebau fue que la ortografía y el estilo valdrán hasta un 10% de la nota. El redactado del borrador de RD que publicó Educación es algo ambiguo: “La valoración correspondiente a (...) la coherencia, cohesión, la corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos producidos, así como su presentación no podrá ser inferior a un 10% de la calificación correspondiente a una pregunta o tarea”. Esto admite dos interpretaciones: que el profesorado tendrá que hacer una valoración activa de esos elementos, para bien o para mal, o como que, una vez establecida la nota, podrá bajar un punto entero (el 10% de 10) en función de todo aquello.