Agredir a quien te cura: “Me tiró al suelo y empezó a darme patadas en la cabeza”
Una tarde de julio de 2020 Victoria Muñoz recibió el aviso de que un paciente se estaba poniendo nervioso porque quería ver a su familia. España permanecía todavía en shock por una pandemia que sumaba sus primeros meses y los hospitales contaban con severas restricciones para evitar la transmisión de la COVID-19. “Bajamos a explicarle que no podía recibir visitas, pero en cuanto me acerqué, me pegó un puñetazo, me tiró al suelo y empezó a darme patadas en la cabeza y las costillas”, recuerda esta médica. Las agresiones a profesionales sanitarios no han parado de aumentar.
La Organización Médico Colegial ha presentado este jueves los datos de agresiones comunicadas a las organizaciones en todo el territorio. En 2022 han sido un total de 843, un 38% más que el año anterior. “Más de 800 compañeros han sido agredidos, con resultados totalmente catastróficos. Un compañero de Cantabria ha perdido casi el 80% de la visión de un ojo después de una tremenda paliza”, ha explicado el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), Tomás Cobo.
Como muestra el siguiente gráfico, las agresiones registradas por las organizaciones colegiales muestran una tendencia ascendente en los últimos 12 años. Si en 2010 contabilizaron 451, el año pasado casi se duplicó esa cifra. La incidencia por cada 1.000 médicos o médicas también ha aumentado, casi el 50% más desde aquella época, cuando el CGCOM creó el Observatorio Nacional de Agresiones a Médicos y Médicas tras el asesinato a tiros de una doctora en un centro de salud de Murcia.
¿Y qué ocurre después de una agresión? “Te quedas en estado de shock y no entiendes muy bien qué ha pasado. Yo me levanté y fui a consolar a mi compañera, que estaba llorando. En ese momento no notas nada. Seguí con la guardia. Al día siguiente fui a poner la denuncia”, recuerda Victoria. Según los datos de la organización colegial, solo el 42% de las agresiones comunicadas han sido denunciadas.
Esta doctora del hospital General Universitario de Ciudad Real necesitó una baja de 15 días, pero muchos más meses de fisioterapia para curar su cuerpo y algunos más para asumir lo ocurrido. “Cuando tienes que empezar otra vez a trabajar lo pasas mal, porque te cuestionas como profesional y te sientes bastante desprotegida. Tienes que volver una y otra vez al sitio donde ha ocurrido, sin tiempo para procesarlo. Lo físico es que me rompió dos costillas, pero también lo pasas mal con lo mental, que son las pesadillas y la ansiedad por las noches”, explica Victoria en conversación con elDiario.es.
Según los datos de la organización colegial, el 73% los y las profesionales que han sido víctimas de una agresión sufren lesiones psíquicas, mientras el 27% padece daños físicos. La brecha se ha ido haciendo mayor desde 2020, aunque en los años previos la diferencia oscilaba entre 20 y 12 puntos.
“Una de las conclusiones que podemos sacar es que quizás la pandemia ha cambiado a la sociedad, que ha salido con más ansiedad, depresiones y agresividad”, ha señalado el secretario general del CGCOM, José María Rodríguez durante la presentación de los datos. “Tras la pospandemia hemos visto esas consultas que no se han realizado, que se han detenido o que se han dado para dentro de un año y algunos hemos vivido de cerca cómo esa demora ha provocado diagnósticos catastróficos”, ha puesto como ejemplo.
La incidencia de agresiones por cada 1.000 médicos o médicas varía según la comunidad autónoma. Donde la tasa es mayor es en Catalunya, con 7,95 incidentes registrados por millar de profesionales médicos; seguido de Cantabria, con 7,56; y Extremadura, con 5,33. Los datos contrastan con los de las denuncias efectuadas ante la Policía Nacional, donde destacan Málaga, Sevilla y Alicante. En este sentido, Rodríguez insiste en que estos son los datos recabados por las organizaciones colegiales, por lo que influyen factores como la relación con la consejería correspondiente, la concienciación, los mecanismos del propio colegio o la formación.
Los datos recabados por las organizaciones de médicos indican también que una de cada cinco agresiones registradas responden a causas estructurales del propio Sistema Nacional de Salud. “Tenemos a pacientes que incluso antes de llegar a la consulta ya van con la intención de agredir, porque ha tardado mucho tiempo en ser atendido, por el mal funcionamiento del centro, porque llama y no le cogen el teléfono o no está el médico...”, ejemplifica Rodríguez. Precisamente, en esta casilla, es la demora para ser atendido, un indicador al alza, la que suma más respuestas violentas, el 64,3% del total.
Por otro lado, como se aprecia en el gráfico, están las causas puramente asistenciales, entre las que destacan las discrepancias con el profesional sanitarios (53,20%), pero se suman también las personales (13,8%), por no recetar lo que se pide (12,4%) o por desavenencias sobre las incapacidades temporales (10,6). “Se ha creado la imagen de que el ciudadano tiene derecho a exigir todo y que puede reclamar a los profesionales médicos todo lo que considere. Hemos pasado de una situación en la que el paciente entendía que el médico era el profesional a otra en la que, en algunas ocasiones, van con la lista de la compra, lo que crea una situación de conflicto enorme”, explica el secretario técnico de salud laboral de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), Jorge Curiel.
Desde la organización sindical plantean una serie de medidas que llevan tiempo en su lista de reivindicaciones. “Lo primero es hacer un estudio serio sobre las causas de estas agresiones, que no se ha hecho porque ya se sabe que es el sistema sanitario que tenemos: por un lado prometemos mucho y por otro no ampliamos presupuestos. Se crean unas expectativas a la población que se ven frustradas por la realidad y lo pagan con quien tienen delante, por lo que es importante destinar los recursos necesarios para poder atender a los ciudadanos, que no estén cabreados porque han pasado no sé cuántos meses desde que pidió cita o porque no le atendieron el teléfono”, desarrolla Curiel.
Todos los expertos coinciden en que esta es la punta del iceberg de la violencia que sufre el personal de los ámbitos sanitarios, que va más allá del médico. “Durante la pandemia, como no se podía acceder a los centros, los que padecían las agresiones eran también el personal administrativo, celadores, vigilantes de seguridad y otras personas que estaban por allí”, ejemplificaba el jefe de la Unidad Central de Seguridad Privada de la Policía Nacional, Manuel Yanguas, durante la presentación de las cifras de denuncias ante este cuerpo.
En 2022 se interpusieron ante la Policía un total de 241 denuncias, un 7% más que el año anterior. Ahí no entran situaciones violentas sobrevenidas de pacientes bajo los efectos del alcohol o las drogas en urgencias o los psiquiátricos, la especialidad de Victoria, porque los consideran riesgos laborales, aunque ella espera un juicio penal. “No creemos que haya más agresiones, sino que se denuncian más. Sabemos que hay más agresiones de las que realmente se denuncian, porque en ocasiones no se hace por miedo, por empatía, por dificultades... pero es la única forma de atajar el problema”, explicaba Yanguas.
“Las amenazas y los actos violentos son miles, pero el médico lo tiene casi interiorizado y llega con un grado de estrés tremendo a la consulta, donde le pueden decir que es un imbécil si no receta lo que le piden. Algunos compañeros ni siquiera discuten y dan lo que le pide el paciente, lo que lleva a una medicina de complacencia que es carísima, porque terminas haciendo pruebas, derivaciones o tratamientos que no son necesarios, pero te planteas si te vas a enfrentar, cuando puede terminar siendo una situación personal, porque eres tú el que tiene que ir a poner la denuncia o seguir viendo a ese paciente en tu centro”, ejemplifica Curiel.
De nuevo, el relato general de la violencia sufrida encaja en el particular. “Todavía estoy esperando al juicio. Me dieron una orden de alejamiento, pero el paciente seguía ingresando en el hospital y la que no podía bajar a la planta era yo”, recuerda Victoria. La situación ya está solucionada gracias a la lucha de sus compañeros y su jefe.
La mitad de las agresiones, en Atención Primaria
El primer escalón asistencial de la sanidad pública es el que recibe el mayor grado de violencia. El año pasado, el 43% de las agresiones registradas se produjeron en atención primaria, frente al 27% de los hospitales. “Eso ocurre porque la accesibilidad es mayor. En un hospital sabes que muchas veces existe un control de acceso, personal de seguridad o cámaras vigiladas”, indica Curiel. También influye el volumen de asistencias: en 2020 se produjeron más de 234 millones de consultas, frente a los 83,6 de hospitalaria, según los datos del último informe anual del Sistema Nacional de Salud, 2020-2021.
“No hay vigilancia en los centros de salud ni ningún filtro que identifique a pacientes conflictivos para derivarles a consultas seguras. Por ley, tendría que haber planes de seguridad que incluyan el diseño de los centros y botones antipánico. No se hace prevención para modificar los factores que están llevando a esta agresividad ni para proteger físicamente a los sanitarios”, lamentan desde el CESM.
El comisario policial e interlocutor sanitario indica que desde 2017 se asesora a los responsables de los centros en “la adopción de medidas de seguridad y contratación de vigilantes de seguridad”. Este personal, aclaran, es totalmente disuasorio, por lo que apuestan por departamentos de seguridad. En España hay un total de 41 en todo el ámbito sanitario. También reclaman la creación de protocolos de denuncia in situ, para evitar que los procesos se alarguen y que quede un poso de impunidad, lo que, a su juicio, terminaría con una reincidencia que alcanza casi el 20%. Además, desde esta unidad han dado formación preventiva a más de 17.300 profesionales sanitarios en los últimos cinco años.
El perfil de la víctima: médica y joven
“Este año hemos visto que han aumentado las agresiones a menores de 35 años, se han estabilizado entre 36 y 45 años y se mantiene en los mayores de 65”, ha explicado Rodríguez, que señala que “aquí en España se agrede menos a las personas mayores”. Las víctimas tienen eminentemente perfil de mujer, en un ámbito como el sanitario, en el que ellas son más. Según el informe, de los insultos y vejaciones, el 64% fueron destinatarias médicas; el 54% en el caso de las amenazas y coacciones; y el 56%, de lesiones físicas.
Al otro lado, el perfil contrario. Dos de cada tres agresores tiene más de 40 años. En el tramo de menos de 40, el 57% son hombres; un porcentaje que cae al 48,6% hasta los 60; y que aumenta hasta el 68% a partir de esa edad. Además, casi la mitad son pacientes programados, el 28% no programados y el 22% de las ocasiones registradas la agresión la perpetra un acompañante.
Victoria, de 37 años, se ha prestado a participar en esta información porque “hay que visibilizar las agresiones” aunque no sabe “hasta qué punto se están poniendo medios”. Ella nunca dudó en denunciar. “Hay muchísimas agresiones en muchísimos sitios de España y parece que se queda ahí la cosa y que no se hace mucho, pero igual es mi sensación por lo que me ha pasado a mi. O igual es que se le está dando voz”, asegura. Tres años después responde que se encuentra mejor: “Bien, dentro de lo que cabe. Cuando los pacientes se agitan te sigue dando el sustillo, pero mejor”.
Gráficos elaborados por Victòria Oliveres.
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