El aumento en Europa de las infecciones por Candida auris es “motivo de preocupación” para el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), ya que este hongo se propaga fácilmente en entornos sanitarios y puede causar infecciones invasivas con una elevada mortalidad. Además, el patógeno puede sobrevivir durante semanas y requiere desinfectantes especiales, ya que algunos de los más utilizados en los hospitales no son efectivos, por lo que el hongo ha sido calificado como “difícil de controlar”.
El primer caso descubierto de infección por este hongo se dio en Japón en 2009 y desde entonces se ha propagado todo el mundo, generando una alerta sanitaria global. Ha habido brotes en Corea del Sur, India, Kenia o Kuwait, así como en Colombia, Venezuela o EEUU, donde hasta el pasado 30 de marzo, se habían confirmado 257 casos y otros 30 probables, según el centro de control estadounidense.
En Europa, los primeros casos confirmados se dieron en Reino Unido, donde se han dado los mayores brotes, y España, donde se ha registrado el mayor número de casos, con 388. Desde entonces se han notificado 620 casos de Candida auris en toda la Unión Euroepa, según el último informe publicado hace unos días por el ECDC.
Difícil de detectar en laboratorio
Además de su resistencia a diversos antifúngicos, la C. auris también presenta el problema de que es difícil de identificar con los métodos habituales de laboratorio. La detección temprana del hongo es necesaria para prevenir nuevos casos y brotes, pero su identificación requiere una metodología especializada, ya que los métodos de identificación tradicionales pueden conducir a una identificación errónea.
Según el Jefe del Programa de Enfermedades Infecciosas Asociadas a la Resistencia Antimicrobiana del ECDC, la falta de capacidad de los laboratorios de algunos países de la UE para la detección y vigilancia hace que “se puede esperar la aparición de nuevos brotes”, por lo que insisten en la “necesidad de crear conciencia en las instalaciones sanitarias europeas para que adapten sus pruebas de laboratorio e implementen medidas de control mejoradas lo antes posible”.
Además, según un estudio realizado por el equipo médico encargado de analizar el primer brote que tuvo lugar en España y cuyos resultados han sido publicados en la Revista Iberoamericana de Micología, el hecho de que el hongo no se pueda identificar por las técnicas habitualmente disponibles en los laboratorios clínicos, hace que “la prevalencia real de las infecciones causadas por C. auris puede estar subestimada”.
Un estudio señala a los termómetros
En otro estudio reciente, cuyos resultados se hicieron públicos la semana pasada durante el Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas que tuvo lugar en Madrid, los investigadores han concluido que los brotes pueden estar vinculados al uso de termómetros.
Los investigadores analizaron el mayor brote ocurrido hasta la fecha, que tuvo lugar en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Oxford (Reino Unido), donde se contabilizaron hasta 66 casos.
El equipo médico encargado de estudiar este brote observó que los termómetros comunes, que se utilizan para medir la temperatura colocándolos en la axila del paciente, habían sido utilizados en 57 de los pacientes que habían ingresado en la UCI antes de ser diagnosticados con C. auris e identificaron el uso de este material como un fuerte factor de riesgo, tras descartar otros.
“Esto refuerza la necesidad de investigar cuidadosamente el entorno y, en particular, el equipo de uso múltiple para pacientes, en cualquier brote inexplicado relacionado con la asistencia sanitaria”, concluyen los investigadores.
Candida auris puede causar infecciones invasivas en pacientes que están inmunodeprimidos o que se encuentran hospitalizados en unidades de cuidados intensivos. Aunque estas candidiasis se han descrito en todo tipo de individuos, los niños prematuros y los ancianos enfermos tienen un riesgo más elevado. Cuando el hongo infecta la sangre, lo que se conoce como fungemia, la tasa de mortalidad es de entre el 30 y el 40 por ciento, incluso en pacientes que reciben tratamiento antifúngico. Según la información facilitada por el ECDC, el hongo está asociado con la resistencia al fluconazol, un medicamento antimicótico común, y también se han identificado cepas resistentes a múltiples fármacos.