Alí Boulid es el nombre un cadáver que está en Arrecife, Lanzarote. Está muerto desde el día 13 de diciembre de 2012. Viajaba en una patera que fue golpeada por una patrullera de la Guardia Civil. Tras el impacto, se llenó de agua hasta hundirse. 24 de sus 25 ocupantes iniciales saltaron al mar en ese momento. Uno de ellos lo había hecho minutos antes. Alí quedó en remojo durante varios minutos. Uno de sus compañeros de viaje pasaba apuros, cuando Alí lo cogió entre brazos y lo intentó sostener a flote.
Ossama, de 16 años, iba delante de Alí en la patera. Nadaba cerca de Alí en la oscura noche del 13 de diciembre, a eso de las dos de la madrugada. “El agua estaba fría”, dice Ossama. Algo desorientado, Ossama miró a Alí y le dijo que nadara hacia la Guardia Civil para intentar ser rescatados. Alí le dijo que no. “Ve y sube tú, nada hacia la cuerda”, recuerda el pequeño marroquí. Ambos nacieron en la misma ciudad, a pocos kilómetros de la tragedia, en Sidi Ifni, Marruecos.
Ossama responde a todo directo, corto y mirando al suelo. Hay una pregunta en la que levanta la mirada y la fija.
¿Pensaste algo cuando te viste a salvo en el barco de la Guardia Civil?
- Miré al mar. No vi a Alí.
El chico tiene grabado como presenció su desaparición.
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Alí tenía 34 años. Hacía año y medio que había sido “devuelto” -expulsado- por parte del Gobierno de España. Era la tercera vez que viajaba en patera haciendo el mismo recorrido. No era un experto -la media de veces para esa edad es alta- pero sí conocía el viaje y las sensaciones. No sabemos si tuvo miedo o no al tomar la barquilla. Sí sabemos que durante el mismo se comió algunas viandas que llevaba en una bolsa de plástico. Y sabemos también que, a pesar de su cierta timidez, compartió algunos comentarios graciosos con sus compañeros de viaje. Era la primera vez que la patera en la que viajaba no llegaba a tierra. La primera vez que le interceptaban en el mar.
La madrugada juega para los que emigran en patera un rol fundamental. Todos recuerdan como tomaron la embarcación con el cielo ya oscuro y como, en muchas ocasiones, se arriba con éxito cuando el día no ha levantado el telón. Saben también que aunque durante el día tampoco se ve nada más que agua, las noches son largas y negras en el Océano Atlántico. Y fue la madrugada quién le dio la mano a Alí para que abandonase el planeta de los vivos. Antes, hemos sabido, Alí intentó hacer su último favor - “era muy generoso”, dice su hermano Youssef- e intentó salvar a un compañero de viaje. No se salvó ni su compañero ni él.
Pero el mar, que se llevó a seis de ellos, lo vomitó en pocas horas. Es el único cuerpo que ha aparecido tras el accidente: “El cadáver”, como le llaman algunos marroquíes residentes en Arrecife para diferenciarle del resto de los desaparecidos.
Con uno de los hermanos de El cadáver paseamos por La Rocar, en Arrecife. Eran 3: Hamid, Youssef y Alí, en ese orden. La Rocar es un lugar sucio, en pleno corazón de la capital de Lanzarote, en el que la basura se acumula llevada por los alisios y se enredan bolsas de plástico en los pelos de los despeinados arbustos que sobreviven al lado de la sal y el mar. Cohabita el plástico con los escombros, basura de otro nivel. Por el terregal que mira al mar caminaba Youssef Boulid hace unos días con el semblante más triste que jamás se haya visto. Intentó sonreír una vez en seis horas: “en mi casa todos eran blancos, del Real Madrid, nada del Barcelona de los catalanes”. Fue un amago. Una mueca casi dolorosa para él.
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Vio el cuerpo de Alí una vez. Era su hermano pequeño. Youssef no sabe por qué la cara de Alí presenta esos golpes y tampoco sabe muy bien qué decirle a su madre para que deje de llorar. Pide otro café: “un leche y leche”. ¿Corto o largo? “Largo, largo...”. Es el tercero que se bebe en apenas tres horas. Se decide volver al lugar de la tragedia, El Jablillo. Youssef tiene una fotografía de su hermano impresa en un folio. La imagen sólo ocupa un cuarto del papel. Y está dentro de una funda de plástico. La lleva pegada al pecho, abrazada, como queriendo meterla dentro de sí. “Queremos justicia, solo justicia”, se lamenta el marroquí y continúa: “y también poder repatriar el cuerpo cuanto antes”.
Quizás pudieran ser entre veinte y treinta las veces que Youssef, pensando que el periodista con el que hablaba pudiera hacer algo, las veces que dijo que la Justicia la quiere para los vivos, pero que para su hermano quiere que le repatríen. Que es lo único que pide a España, que le dejen llevar el cuerpo a su ciudad, Sidi Ifni. Allí le espera entre lamentos su madre y su hermano Hamid. Habla con ella a diario sin poderle dar respuestas a preguntas que nunca pensó que su madre le haría: “¿Qué va a pasar con el cuerpo de Alí?¿Es él seguro?”. La segunda se le clava como un cuchillo en el estómago y amaga llorar, pero es imposible, sus lágrimas se extinguieron hace un tiempo.
El cadáver hace protagonista a su hermano. Un hombre marroquí que cree que en su país no hay “ni libertad, ni pan”. Tiene 37 años y lleva muchos, ocho, en Lanzarote. Nunca ha vuelto a la ciudad de la que salió. Trabajó en la construcción y últimamente lo hacía en una fábrica pequeña, tras un tiempo desempleado. En un “accidente en el trabajo”, se le quemó parte del pecho. Ocurrió en noviembre. Por ello, fue trasladado al Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria, donde fue atendido durante un mes. Allí, en una sala de un hospital en la que recibió muy pocas visitas, a solas, le sonó el teléfono. Al otro lado, un amigo: “Youssef, tu hermano venía en una patera. Está muerto”. Y a nuestro hombre se le cayó el alma al suelo.
Aún lisiado, pidió el alta y se desplazó hasta Arrecife, para comprobar si era de su hermano el cuerpo que había aparecido en El Jablillo tras el accidente de la patera. Pidió entrar al recinto donde lo preservan. Le dijeron que no podía, que debía esperar una semana a que una prueba de ADN, que le hicieron en el momento, viajase hasta Madrid y así poder comprobar que efectivamente era su hermano. Y esperó entre la desesperanza de que sus amigos le confirmaban que era Alí y la pequeña luz de que hasta que no lo viera no lo confirmaría del todo. Explica que esa incertidumbre es un sentimiento que esquilma el corazón: “Y cada día piensas ¿Y si no es?”.
Y sí era. Alí Boulid, joven inquieto en Marruecos, navegante de la noche, pescador en su juventud. Freganchín, camarero y cocinero. Expulsado de España. Parado en Marruecos. Arriesgado varón de 34 años que falleció el pasado 13 de diciembre mientras intentaba salvar a un compañero de viaje.
Txema Santana, uno de los fundadores de GuinGuinBali, es también corresponsal del diario El País en la provincia de Las Palmas. El día que se cumplía un mes de esta tragedia, publicaba “Pasaje en patera a la muerte”.Pasaje en patera a la muerte