La mala alimentación del presente es un pasaporte a las enfermedades del futuro: según el estudio Global Burden of Disease, publicado recientemente por la revista médica The Lancet, una dieta inadecuada es el factor de riesgo que más problemas causa en nuestra salud a nivel mundial. Además, es el responsable del 21% de las muertes evitables.
En España, el porcentaje de adultos con sobrepeso en 2017 (con un Índice de Masa Corporal de entre 25 y 30) se situó en un 37,07% y el de personas con obesidad (IMC superior a 30) se situó en un 17,43%, según la última Encuesta nacional de salud. Comparando estos datos con los disponibles hace cinco años, el el porcentaje de personas con sobrepeso u obesidad ha aumentado un 0,82%.
El incremento de enfermedades relacionadas con una mala alimentación es una realidad que médicos y dietistas-nutricionistas llevan denunciando hace años. La etapa infantil es fundamental para prevenir este tipo de dolencias: “Enseñar a comer a tus hijos es un regalo que les haces en el futuro. Les estás inculcando un criterio y, cuando sean adultos, sabrán diferenciar los productos sanos”, comenta la pediatra Marianna Mambié.
“Hay que insistir más en una buena educación, desde los más pequeños a los mayores. La alimentación que tenemos no es buena y lleva como consecuencia el aumento de enfermedades cardiovasculares, ciertos tumores o enfermedades endocrinas”, comenta Eva María Pérez Gentico, presidenta de la Asociación de Diplomados Dietistas-Nutricionistas de La Rioja.
Los problemas de una mala alimentación no solo son los más evidentes -sobrepeso y obesidad-, sino que existen otras consecuencias, como recuerda Marianna Mambié: el colesterol, el riesgo cardiológico y cardiovascular y el déficit de nutrientes, vitaminas y/o minerales. La prevención es fundamental para evitar este tipo de patologías: es necesaria una buena alimentación y ejercicio físico.
Peligro de intromisión de la industria
Los expertos consultados por eldiario.es creen que la educación alimentaria es una de las herramienta útiles para resolver este problema. Sin embargo, en España, estos conocimientos no están garantizados. “Se estudian de manera transversal en materias como Biología y los materiales son muy generales”, comenta Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario en Centro Aleris.
“Todos hablan de llevar la educación alimentaria a los colegios, pero es un tema delicado: sería la primera asignatura que tendría un interés privado enorme”, comenta Sánchez, quien defiende la inclusión de la educación alimentaria en las escuelas, pero advierte de los intereses comerciales detrás de ella. “Es una certeza: las empresas querrían meterse en el currículum escolar”, afirma.
El dietista-nutricionista pone como ejemplo las Recomendaciones para la alimentación en la primera infancia (de 0 a 3 años), elaboradas por la Agencia de Salud Pública de Catalunya. “Después de que la Generalitat publicara esta guía, fantásticamente elaborada, distintas empresas crearon la suya propia y la repartieron por los colegios”, explica Sánchez.
La cuestión en torno a la educación alimentaria no es solo si debe impartirse, sino cómo debe hacerse: “Si van a elaborar la asignatura las mismas instituciones que perpetúan los mensajes típicos, como el lema de 'hay que comer de todo un poco', no hay lugar a la educación alimentaria”, comenta Aitor Sánchez.
Carlos Ríos, que también es dietista-nutricionista, desconfía de los contenidos que puedan impartirse, como la polémica “pirámide de alimentos”: “El principal hándicap en esta asignatura es la intromisión de la industria. Existe el riesgo de que, si la alimentación se introduce en la educación escolar, esté presente la mano de la industria alimentaria, al igual que lo está ya en la universidad”. La alternativa sería controlar el contenido desde lo público y evitar esas injerencias, que se podrían traducir en promociones, visitas a fábricas o contenidos patrocinados por empresas.
El otro aspecto es quién elabora los contenidos: ¿médicos y/o dietistas-nutricionistas? “El reconocimiento de la profesión de dietista-nutricionista es reciente y este tipo de profesional todavía no tiene peso en la sanidad ni en la educación púbica”, comenta Ríos.
Mensajes contradictorios en las escuelas
Marianna Mambié cree que la clave en la alimentación de los niños está en el núcleo familiar, pero recalca la importancia de la escuela: “La alimentación en los colegios es fundamental, sobre todo por el mensajes que se transmite. Los niños y las familias se toman los mensajes de la escuela seriamente y los menús escolares pueden ser buenos, pero es contradictorio que en clase te digan que no puedes comer bollería industrial y que tengas una máquina expendedora en tu centro”.
La pediatra denuncia que vivimos en una “sociedad obesogénica”, en la que estamos expuestos a la influencia de la industria alimentaria a través de los medios de comunicación o Internet. “La industria intenta persuadir a las familias para que den a sus hijos productos que no son sanos, enmascarados con una publicidad engañosa, e intenta influir en el niño con mensajes publicitarios cuya manipulación no es perceptible para él”, añade.
Vulnerabilidad a la publicidad
La falta de educación alimentaria va unida a “la vulnerabilidad máxima”, en palabras de Sánchez, que tienen los niños ante la publicidad de productos basura. Para él, existen diferentes factores que agravan la situación: “Los jóvenes son la población más vulnerable al consumir anuncios. Estos spots no tienen ningún tipo de control administrativo, como sí existe en países como en Suecia, que regula estrictamente los mensajes, los horarios y las tipologías”.
Además, el público que consume productos basura suele caer en una espiral de mala alimentación: “Es un drama social. Las familias que suelen consumir estos productos disponen generalmente unos recursos medio-bajos, son las menos informadas y tienen menor accesibilidad a un modelo y de consumo saludable”, añade.
El porcentaje de españoles que vive en riesgo de pobreza está al 26,6 % según el indicador Arope (siglas de At Risk Of Poverty or social Exclusión). Este indicador, además del riesgo de pobreza, tiene en cuenta la baja intensidad de empleo y la carencia material severa, como no poder comer carne, pollo o pescado cada dos días.
Comer bien en la escuela es posible
“No empezamos de un día para otro, esto ha sido una labor de dos años”, comentan desde el Colegio Británico de Sevilla, un centro en el que inculcan unos hábitos alimentarios saludables a los alumnos desde que son pequeños. La educación nutricional forma parte de su currículo escolar y el centro ha desarrollado una app para que los padres conozcan el menú diario en el colegio, así como recomendaciones para los desayunos, meriendas y cenas, incluyendo la lista de la compra y algunas recetas.
Además, los alumnos tienen un servicio de fruta en el recreo: “A veces nos encontrábamos que los niños que traían un snack llegaban al comedor sin hambre y así es difícil que se animen a probar cosas nuevas o que no comen habitualmente, así que quitamos la posibilidad de traer comida de casa que no fuesen fruta o verduras”, comentan fuentes del colegio. “Aunque los primeros días a los niños les resultó chocante, se han acostumbrado a que cada día, tienen disponibles seis tipos de frutas, verduras y hortalizas diferentes y agua”, añaden.
Entre otras actividades, en el colegio dan talleres para enseñar a comer bien e identificar los macronutrientes esenciales para el buen desarrollo de los niños, junto con otros temas relacionados, como los hábitos de higiene, el lavado de las manos y los dientes. “Con todo ello, queremos transmitir e incentivar la adopción de unos buenos hábitos desde pequeñitos. La educación tiene que ser integral, no solo basta educar en ciencias y letras, hay que educar para la vida, y si es posible, que es posible, para estar sanos y felices”, concluyen.