Ana Obregón, una silla de ruedas y un titular: “Madre de una niña nacida por gestación subrogada”. Una portada del Hola nunca dio para tanto en tan poco tiempo. La noticia de que la presentadora de 68 años ha acudido a la gestación por sustitución en EEUU, un país en el que esta práctica está permitida a cambio de una elevada contraprestación económica, ha avivado el debate sobre los vientres de alquiler y los límites del deseo por tener hijos. La salida de Obregón del hospital en silla de ruedas (así lo marca el protocolo del centro para evitar demandas si hay algún tropiezo) o la invisibilización de las mujeres que gestan y paren y su completa sustitución por quien paga ha terminado de encender los ánimos.
La mezcla de edad y gestación por sustitución ha sido el catalizador perfecto para la polémica. Pero la investigadora Sara Lafuente Funes, autora del libro Mercados reproductivos. Crisis, deseo y desigualdad (Editorial Katakrak), subraya que, más allá de los casos individuales y de las casuísticas concretas, el foco debería estar en el mercado reproductivo que hay detrás para que esto suceda. “Ser muy críticos con el caso de una persona millonaria no nos sirve de nada. Si nos apela debería servir para tomar medidas más generales y ver qué límites queremos poner como sociedad”, apunta. Los procesos biomédicos son ahora mucho más avanzados que antes y han ensanchado los límites de lo posible, mientras que la conversación pública y el debate político aún no son capaces de abordar la imagen completa.
En España, los contratos de gestación por sustitución (como la nombra la Ley sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida) son nulos de pleno derecho, pero las rendijas del sistema hacen que, con dinero, casi todo sea posible. “La vía de acceso es el dinero y eso es lo que no tiene sentido. Hay una serie de técnicas y de prácticas que se han puesto en marcha y que solo las regula el mercado. Eso es problemático porque el mercado estratifica el acceso en función de los ingresos y no tiene criterios sociopolíticos”, explica Sara Lafuente. Una orden de 2010 de la Dirección General de los Registros y del Notariado, que depende del ministerio de Justicia, permite registrar a los niños una vez han nacido, aunque en ocasiones algunos consulados españoles han impedido esta tramitación al existir sospechas sobre las empresas intermediarias. La nueva ley del aborto prohíbe la publicidad de las agencias de gestación subrogada en nuestro país.
Lafuente cree necesario llegar a consensos sociales similares a los que ya existen con la donación de órganos, “acuerdos sobre la edad límite para tener hijos, sobre los motivos para poder acceder a material reproductivo o para acceder a ciertos procesos reproductivos, si podemos o no hacerlo, si pueden darse esos intercambios y en qué condiciones”. En cualquier caso, la experta cree que las normativas nacionales deben contemplar siempre el aspecto global, de manera que la legislación de los países se combine con tratados internacionales al respecto.
La profesora de Filosofía de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona y parte del grupo de juristas Antígona Noelia Igareda insiste en que el sistema actual permite que sea la condición económica la que marque quién puede hacerlo y quién no, sin que medien otros límites. Y pone el ejemplo de países europeos como Reino Unido o Portugal, que no permiten la gestación subrogada pagada pero donde la gestación por sustitución altruista está regulada con una fuerte intervención del Estado y con unos requisitos de acceso muy estrictos. “Me cansa que no se pueda discutir de gestación subrogada y que no hablemos de la donación de óvulos ni de las condiciones de esas donantes, que pasemos de puntillas por la donación anónima de gametos, que no se permite en muchos otros países de nuestro entorno porque impide el acceso de las criaturas a conocer sus orígenes... todo eso no importa porque hay intereses económicos en juego”, critica.
Sobre el caso de Ana Obregón, Igaredo pone sobre la mesa algunos sesgos muy presentes en la conversación pública. “Nos escandaliza porque tiene 68 años y está sola, no es un proyecto de pareja, y porque su hijo se murió y ha hecho público ese dolor, es decir, parece más que se ha comprado un hijo para tapar ese dolor. Se la ataca por sus circunstancias y se utiliza como ejemplo de que la gestación por sustitución sirve para comprar niños. Sin embargo, cuando una persona decide quedarse embarazada o una pareja decide tener un hijo no entramos a valorar si están en condiciones de ser madre o padre, incluso aunque sepas que son una pareja de descerebrados. Sería impensable decir que tenemos que autorizar a una persona o pareja si pueden tener hijos. Nos podemos llevar las manos a la cabeza por su edad, por su situación económica, porque parece que van a tener un cachorrito y no un hijo... pero no nos planteamos si es moralmente aceptable o si están en condiciones de hacerlo”, reflexiona Igaredo, que subraya que en España se puede, por ejemplo, tener hijos sin ninguna vinculación genética mediante la transferencia de embriones donados. “Pero como lo gestas y lo pares tú, no es cuestionable”.
La edad y el sesgo de género
En España, la sanidad pública no admite, de media, a mujeres de más de 40 años en los tratamientos de reproducción asistida (algunas comunidades han ampliado ese margen). En la privada, el límite se expande hasta los 50. La gestación subrogada en la que existe contraprestación económica no suele limitar la edad a la que puede accederse a ella. Ana Obregón no ha sido la primera en acudir a la gestación por sustitución pasados los 50. Lo hizo Elton John, con 63 y 65 años cuando tuvo a su primer y su segundo hijo, respectivamente. La baronesa Thyssen, a los 64. Miguel Bosé, a los 55. Y si el asunto es la edad, Richard Gere llegó a la paternidad biológica a los 69 años. ¿Quién debe decidir cuál es el límite de edad adecuado para tener un hijo?, ¿juzgamos más duramente a las mujeres que son madres después de traspasar cierta frontera que a los hombres que se convierten en padres más allá de la madurez?
La respuesta es sí: la propia legislación lo hace. La norma regula la edad de acceso de las mujeres a las técnicas de reproducción asistida, pero nada dice sobre los hombres que serán padres mediante esos tratamientos. “En los datos sobre reproducción asistida podemos obtener la edad de las mujeres pero no la de los hombres, eso es lo poco relevante que se considera ese dato”, subraya Lafuente, que destaca, que si bien el límite biológico femenino es más pronunciado, los hombres también cuentan con límites reproductivos que marcan, por ejemplo, un aumento de las enfermedades genéticas.
Hace tres décadas, tener un hijo con 40 años era una rareza fácilmente juzgable. Hoy, tener un hijo pasados los 40 ha pasado a formar parte de la normalidad, aún cuando eso en muchas ocasiones implica acudir a un tratamiento de reproducción asistida, a veces incluso con material genético de otras personas. “Hay una crítica legítima al hecho de que cada vez nos reproduzcamos más tarde y este caso es muy gráfico. Pero que no haga falta irse a una persona que tienen 68 años para darnos cuenta de que hay un problema con la naturalización de una edad reproductiva cada vez más tardía”, dice Sara Lafuente.