- Artículo publicado en '2034: El reto de imaginar el futuro', número 17 de la revista de eldiario.es. Hazte socio y te enviaremos a casa nuestras revistas
Cada año hay menos hielo cubriendo el océano Ártico. Es una afirmación de un grupo de investigadores de la NASA que, tras analizar los informes que sus satélites han recopilado durante 35 años de observación, confirma que en esa región nórdica el agua cada vez se hiela más tarde, al tiempo que el deshielo primaveral se produce antes. Seguro que ya se imaginan la causa de esta alteración natural: el cambio climático, ese proceso real que algunos niegan (el 25% de los estadounidenses) mientras que otros consideran una prioridad. Nuestro planeta se ha calentado una media de 0,85º C desde finales del siglo XIX, pero algunas zonas del Ártico lo han hecho a lo grande: hasta 9º C.
No sabemos las consecuencias reales del calentamiento de la Tierra, puesto que salvo en algunos casos concretos todo son hipótesis más o menos apocalípticas. Una de ellas es la que vive el oso polar, quizá el símbolo de este grave problema global. Se trata de una especie de gran tamaño, el carnívoro más grande del mundo, y está en peligro de extinción: las zonas con hielo, imprescindibles para alimentarse y tener guaridas donde reproducirse, desaparecen poco a poco del casquete polar. El mar se descongela, y el mundo del oso blanco se hace más pequeño.
En veinte, treinta, con suerte cincuenta años, estos depredadores de hasta 700 kilogramos de peso no tendrán el hielo marino necesario para vivir. La subida de las temperaturas provocada por el efecto invernadero acabará con el hielo permanente, y pondrá al plantígrado contra las cuerdas: nada o muere. Pero no solo es el deshielo su enemigo: Los contaminantes orgánicos persistentes (toxinas reunidas en la cadena alimenticia) que acumula en niveles elevados pueden causarle importantes cambios neurológicos, reproductivos e inmunológicos. Para colmo de males, el oso polar es una codiciada pieza cinegética.
Demasiados adversarios. El cambio climático afecta a diferentes grupos taxonómicos de vertebrados e invertebrados: La necesidad de revisar las listas de los animales en peligro de extinción es por tanto inevitable. Las especies animales más castigadas por el cambio climático, aquellas que desaparecerán antes, son las que ya se encontraban amenazadas antes de que el aumento de la temperatura ocupase todos los titulares. Las que ven cómo sus hábitat han sido destruidos, las que tienen poblaciones a la baja, las que compiten con el hombre, las que viven en núcleos aislados, las que se han especializado demasiado como para cambiar de manera urgente.
Cuando se altera la temperatura, todo se modifica. El clima cambia. Y los animales cambian. Hasta aquí todo normal. El problema es que los ritmos de cambio son diferentes. Los animales no son tan rápidos como para adaptarse a las alteraciones que provoca el calentamiento de la Tierra: subida del nivel del mar, sequías, falta de alimentos, alteración de las épocas de cría, modificación de las pautas migratorias, patrones epidemiológicos desconocidos… Una naturaleza que apenas había sufrido cambios de temperatura ambiental en los últimos 10.000 años ve cómo, en solo unas décadas, el castillo de la estabilidad se desmorona. Fauna y flora tendrán que dar lo mejor de si mismos, puesto que serán exigidas como nunca.
Vivimos tiempo de cambios. Es decir, tiempo de ganadores y de perdedores. Adáptate o desaparece, podríamos decir. Pero no es tan sencillo: los que parezcan habituarse a las primeras alteraciones climáticas pueden ser víctima de las siguientes fases. Todo parece indicar que, en cualquier caso, los grandes beneficiados por esta crisis climática serán los oportunistas, los generalistas, los que se reproduzcan más rápido, los que no tengan problema en desplazarse, los que puedan alterar sus dietas, los que modifiquen antes sus rasgos genéticos. Los mutantes. La tierra prometida para los parásitos y las malas hierbas, para las garrapatas y los mosquitos, para los roedores con altas densidades demográficas.
Los grandes candidatos a la extinción son aquellos animales que ya están contra las cuerdas, como sucede con los gorilas de montaña y los koalas, los tigres de bengala y los atunes rojos, las tortugas laúd o los osos panda, las vaquitas marinas y los rinocerontes de Java. El cambio climático se suma a los graves problemas que amenazan su futuro. Un ejemplo: Hasta hoy se destruía la selva tropical cuando cortaban los árboles para llevarse la madera, abrir una mina o ganar terreno para cultivos. Ahora a todos esos agentes destructores se suma un factor tan incontrolable como el aumento de la temperatura global.
Las cada vez más numerosas tormentas acaban con las playas donde nidifican las tortugas laúd. El aumento de CO2 afecta a la calidad nutritiva de las hojas de eucalipto, alimento exclusivo del koala. Los cuatro milímetros de crecimiento anual del nivel del mar en Bengala podría haber acabado, antes de 2060, con el 70% del hábitat del tigre. Los atunes rojos sufren el aumento de la temperatura del agua y la reducción de los niveles de oxígeno. Una lista de perdedores en la que no pueden faltar las especies migratorias, aturdidas por las alteraciones climatológicas, los sensibles anfibios o seres más modestos, pero no menos importantes, como los invertebrados polinizadores y los pequeños vertebrados que intervienen en la reproducción de las flores. Y no olvidemos a las plantas, quizá los seres vivos que más están sufriendo con el cambio climático: necesitan años para adaptarse a las sequías o moverse en busca de condiciones de vida más adecuadas.
Los hábitats más sensibles serán los primeros en venirse abajo. Y sus habitantes los primeros en caer. Ya hemos hablado del deshielo, pero no de otros fenómenos como la desertificación y los incendios, cada vez más frecuentes, las alteraciones de los niveles acuáticos y la desecación de humedales, la pérdida de pastos por la falta de lluvia, la alteración de las temperaturas del agua de ríos y mares… Por todo esto, el mundo en que vivimos es cada día menos acogedor, más inhóspito, menos diverso, más pobre. ¿Estamos a tiempo de revertir esta tendencia autodestructiva? Dicen que sí, pero yo aprovecharía el momento y saldría de inmediato a conocer esas especies que mañana ya no estarán.