En España sabemos qué porcentaje de mujeres toma la píldora anticonceptiva pero no cuántos hombres eligen de forma consciente el condón para prevenir un embarazo. La Sociedad Española de Contracepción (SEC) realiza una encuesta sobre los hábitos en materia de salud sexual en la que solo se pregunta a mujeres entre 15 y 49 años. Hasta el año 2005 el INE sí realizaba una encuesta sobre hábitos de anticoncepción en toda la población, pero desde entonces no hay datos estadísticos oficiales del Instituto.
¿Responde esa metodología a que en nuestra cultura el peso de la contracepción ha recaído siempre en ellas? Alejandro Piña, sexólogo del Instituto de Sexualidad de la Universidad Camilo José Cela, valora que “como están dirigidos la mayoría de métodos a ellas, de alguna forma pesa la responsabilidad. El aprendizaje social dice que los chicos 'no tienen mucho que hacer', más allá de ponerse el preservativo si es que lo consideran”. Una lógica que responde a que las consecuencias tienden a ser mayores en la vida y cuerpos de las chicas, aunque sea “imprescindible hacer partícipes a todos y todas”.
Desde la SEC explican a eldiario.es el motivo de que el cuestionario sea así. Tienen como referencia la encuesta sobre este campo que comenzó a realizar en 1997 el Equipo Daphne de Bayer. En los 90 la prioridad era “buscar percepciones de las mujeres para ir eliminando mitos”, pues solo hacía 20 años que los anticonceptivos habían sido legalizados. “Pero ahora las expectativas son mucho más amplias”, cuentan los responsables de un estudio que se lleva a cabo desde 2014. Por ello llevan “mucho tiempo dándole vueltas” a cómo rediseñarla para que cada vez cale más el concepto de “corresponsabilidad”. Aunque encuentran la limitación de que, además de la vasectomía, entre los métodos más empleados solo es compartido el preservativo.
Hasta el año 2009 Bayer sí realizó una encuesta sobre juventud que desglosaba los datos por chicos y chicas de 16 a 24 años, pero nunca constaron ellos en sus estudios globales. En la otra cara del asunto, la nota de prensa del INE anual sobre nacimientos informa sobre el número de mujeres en edad fértil y la edad media de maternidad, pero no se concreta nada sobre la paternidad. En la web de la Sociedad Española de Fertilidad la mayoría de folletos van dirigidos a las mujeres. Clara Timonel, especialista en salud sexual y derechos reproductivos, responde sobre la carga tanto en anticoncepción como en fecundidad: “La prevención y resolución recae en nosotras casi exclusivamente. Ese es un pilar del patriarcado. El trabajo lo hacemos nosotras, aunque luego ellos también tengan derechos”.
“Es un dilema desde principios del siglo XX”
Raúl y Paulo tienen 26 años y solo recuerdan como referencia informativa un par de clases en la ESO en las que se hablase de “el condón, la píldora y el DIU”. No saben exactamente cómo funciona una píldora anticonceptiva más allá de ideas como que “detiene la ovulación” o “impide que el óvulo se agarre”, aunque las expertas coinciden en que el desconocimiento acerca del proceso hormonal que llevan a cabo es común a los dos géneros. Alberto, que tiene 28, ha pensado en el tema y cree que “claramente en las relaciones personales es un problema”.
“El hecho de que no seas tú el que puede quedarse embarazado hace que en general te preocupes menos del preservativo. Casi todos mis amigos lo consideran algo incómodo. No sé si es en concreto de educación sexual de que lo llevan ellas, o más bien el conjunto de no responsabilizarse del mundo ahí afuera en general. La idea de que eres tú el que finalmente determina si te vas a correr dentro o no por un lado te da el control, y el riesgo está siempre al otro lado. Entiendo que para las tías es al revés: al no tener el control, se preocupan más”, continúa Alberto.
Agata Ignaciuk, investigadora y coautora del libro Anticoncepción, mujeres y género, lo mira con perspectiva histórica. El control de las mujeres sobre su propio cuerpo converge con que la responsabilidad en la prevención de embarazos recaiga exclusivamente sobre ellas, y eso “es un dilema que no se ha resuelto desde principios del siglo XX, cuando comenzó a considerarse un problema de salud pública. Detrás está, primero, que son las mujeres las que se quedan embarazadas, y segundo, que son quienes tienen el peso principal en la crianza de los hijos”. Se refiere, incide, a la cultura occidental del último medio siglo, ya que las ideas y configuraciones en las relaciones van cambiando
Cita a la historiadora Kate Fisher para nombrar como muestra que, entre las prácticas sexuales de la clase obrera británica previas a la existencia de la píldora, “la masculinidad ‘buena’ se vinculaba a que ejecutase bien la marcha atrás. Las mujeres que buscaban métodos femeninos transgredían los roles porque ellas debían ser pasivas”. Hay investigaciones, como una sobre el rechazo al uso del condón publicada en la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, que también relacionan ese control con el poder que ejercen los hombres en algunas tribus africanas. Ignaciuk, a su vez, ha estudiado las prácticas durante el franquismo entrevistando, también, solo a mujeres. Por varios motivos, entre ellos que es muy difícil sacar conclusiones en esa generación de hombres porque “no se sienten involucrados”.
Una anticoncepción revolucionaria
¿Cómo sería entonces una anticoncepción con perspectiva de género? Gemma Castro, directora del Centro de Salud Joven de Madrid, está de acuerdo en “cambiar el enfoque y preguntarles a ellos”: “La anticoncepción hormonal a día de hoy pasa por las mujeres, eso es un hecho. Pero no quita que los chicos se puedan implicar: que él esté seguro, que sea decisión de los dos porque ninguno quiere asumir en ese momento una paternidad”. Castro pone de ejemplo casos de parejas monógamas en el que el chico no está cómodo con la píldora porque ella es “despistada”: “Pues en consulta buscamos otra cosa. Con el anillo no tienes que estar pendiente todos los días y los dos se pueden bajar la app y acordarse”.
Sobre el eterno desarrollo y debate de la píldora masculina, Agata Ignaciuk cree que son también los factores culturales los que hacen que se perciba que “quizá no vaya a ser muy exitosa porque no va a dar confianza a las mujeres”. Clara Timonel tampoco cree que funcionase si ahora “no se responsabilizan. En casos concretos sí, pero como fenómeno social no es el momento. Además, lo que no quiero para mí no lo quiero para nadie. Un método del que hay que acordarse a diario, que interacciona con otras cosas, hay que dejarlo atrás”.
Timonel habla de una “anticoncepción revolucionaria” que no se se centre solo en las mujeres en la educación: “Debe tomar parte de un conocimiento anatómico tanto de genitales externos como internos. Por ejemplo, en qué consiste exactamente un ciclo menstrual, cuánto dura la ventana de fertilidad o por qué el líquido preseminal puede contener espermatozoides activos”. Esa corresponsabilidad adquirida pasa en su opinión por “los métodos barrera, pero también por tener conocimientos suficientes para saber qué está disponible y qué es más conveniente para cada caso”.
En un reportaje de SModa, la sexóloga Francisca Molero imaginaba la contraconcepción del futuro como “sofisticadas versiones del método Ogino”, muy precisas sobre los días fértiles, además de métodos masculinos. Para Timonel eso está muy lejos: “El cuerpo no es un reloj. O lo haces con técnicas invasivas (análisis de sangre) o te arriesgas”. Pero ella como Erika Irusta, pedagoga menstrual, piensa que sí ha de investigarse más en campos alternativos. Irusta habla de indagar sobre “métodos respetuosos con la integridad de nuestro cuerpo. Somos sujetos, no objetos”. “Si la mayoría de chavales insisten para no ponerse el preservativo, y es lo único que se les dice, yo entiendo que las chicas utilicen cada vez más la píldora. Yo tampoco quería ser una madre joven”, analiza. Suma además en el rompecabezas que “hay que cambiar mucho todas nuestras relaciones, que además, son muy coitocentristas”.