Durante las últimas semanas, tanto la Organización Mundial de la Salud, como el Centro de Control de Enfermedades de la Unión Europea han alertado sobre el aumento del número de casos de sarampión en toda Europa y, el pasado martes, el Comisario de Salud y Seguridad Alimentaria de la UE, Vytenis Andriukaitis, calificaba la situación como inaceptable, “sobre todo teniendo en cuenta que existe una vacuna eficaz contra la enfermedad desde los años sesenta”.
Aunque los mayores brotes se han producido en países que tienen importante bolsas de exclusión social y no existe un acceso adecuado a las vacunas, en otros países de mayor poder adquisitivo, como Francia o Italia, la caída se ha asociado fundamentalmente a una pérdida de confianza respecto a las vacunas.
Hablamos sobre la importancia de este tipo de intervenciones y la desconfianza que se ha generado en torno a ellas en los últimos años con Raquel Carnero, coautora -junto al farmacéutico Luis Marcos y al dibujante Íñigo Ansola- del libro Vacunando ¡Dos siglos y sumando! (Ediciones Universidad de Salamanca, 2019). Carnero trabaja para una consultora de servicios para la industria farmacéutica y es colaboradora de la ONG de cooperación al desarrollo Farmacéuticos Mundi (Farmamundi), dedicada a la promoción de la salud y la ayuda farmacéutica en países menos favorecidos.
¿Qué le parece la situación que se vive ahora en Europa con el sarampión?
La propagación de esta enfermedad ha sido un efecto de la caída de las tasas de vacunación. Se ha perdido el efecto rebaño, con lo que aquellas poblaciones que no se pueden vacunar, como los niños menores de un año, que no pueden recibir la mayoría de estas vacunas, terminan expuestos al virus. Al final, muchos pediatras han tenido que volver a aprender a identificar un sarampión.
¿A qué cree que se debe el problema?
En los países industrializados, donde no hay una falta de acceso generalizada, es por una pérdida de confianza. Por un lado se ha reducido la percepción del riesgo, porque son enfermedades que han sido prácticamente erradicadas. Nadie se acuerda ya de las secuelas que dejaba la polio y casi nadie ha sufrido la desgracia de ver morir a un bebé por sarampión, con lo que se ha bajado la guardia. Por otro lado, está la corriente antivacunas, que es otra parte del problema.
¿No se le da demasiada importancia a los antivacunas?
En países como España los antivacunas son un movimiento residual, pero hay otros como Italia o Francia en los que se han extendido más y la cobertura de la triple vírica, que cubre sarampión, rubeola y paperas, ha bajado muchísimo. Aún así, hay otro término que se utiliza actualmente en lugar de antivacunas, que es el de vaccine hesitancy, que se refiere de forma genérica a las dudas que pueden surgir a la hora de vacunar. La OMS acaba de publicar las 10 amenazas globales de salud y las dudas o el rechazo a la vacunación es una de ellas.
¿Qué factores han influido en la pérdida de confianza?
Las dudas sobre las vacunas se extienden por muchos motivos, por ejemplo, la falta de unificación de los calendarios vacunales genera desconfianza, porque la población no tiene claro por qué en unos sitios se recomiendan unas vacunas y en otros no. Afortunadamente, en España, desde enero ya tenemos un calendario único común, lo que servirá para tener una imagen más clara de qué es lo que se recomienda. También están las dudas que se plantean sobre su seguridad o eficacia o los mensajes de la corriente antiglobalización, que culpan a las grandes multinacionales del precio de las vacunas o del desabastecimiento. Muchas de ellas no han sido bien resueltas, lo que ha terminado generando desconfianza.
¿Es ese el objetivo del libro, responder a las dudas de la población?
El libro trata de abordar la pregunta de por qué hay tantas dudas si llevamos dos siglos vacunando. Es cierto que en los inicios surgieron muchas dudas, porque era una sociedad que no estaba preparada para comprender este tipo de intervención sanitaria, pero que existan dudas a día de hoy, más de 200 años después, tiene mucho menos sentido.
Lo que queremos es lanzar un mensaje científicamente riguroso, pero que pueda llegar a todo el mundo de forma sencilla, para que todo el mundo pueda tener esas respuestas. Hasta ahora puede que no hayan tenido fácil responder a sus dudas de forma sencilla y por eso muchos padres han terminado recurriendo a internet y redes sociales, donde puedes encontrar de todo.
¿Por eso el proyecto también tiene presencia en redes sociales?
No se puede luchar contra los bulos y los mitos si no entramos en el lugar donde se generan y donde se promueven. Tenemos que buscar diferentes vías para llegar al objetivo y no quedarnos solo en el mensaje institucional de “vacúnate”.
Uno de los mitos más frecuentes es el de considerar que es mejor que los niños se inmunicen pasando la enfermedad ¿qué le parece?
El problema es que no se están teniendo en cuenta las posibles consecuencias. No hay que olvidar que el sarampión también puede provocar sordera o una meningitis que pueda dejar graves secuelas neurológicas. Aunque el niño no llegue a morir, se le está exponiendo a un riesgo demasiado alto. No creo que ninguna madre, con toda esta información, estuviera dispuesta a asumir este riesgo.
¿Cree que los fiascos de algunas vacunas modernas, como la del dengue, pueden justificar los temores de parte de la población?
Las vacunas para enfermedades tropicales o enfermedades olvidadas son relativamente recientes y muchas de ellas son experimentales. No es lo mismo hablar de un vacuna candidata para el ébola, que de las que se utilizan en Europa de forma sistemática desde hace más de 30 años y cuya seguridad y eficacia está fuera de toda duda. Tenemos que tener en cuenta que ahora mismo se administran millones y millones de dosis de la triple vírica, con lo cual tenemos información más que suficiente sobre esa vacuna. Además, tenemos un sistema de farmacovigilancia mediante el que se recogen todos los posibles efectos adversos que se puedan producir.
¿Cree que se debería cambiar la legislación para que la vacunación sea obligatoria?
No creo que sea la mejor manera. En una sociedad madura como la que tenemos en España, lo que hay que ofrecer es más información accesible y clara y no pensar en hacer obligatoria la vacunación. Además, en España tenemos un programa de vacunación muy completo, que es de los mejores del mundo, y una tasa de vacunación elevada, con lo que introducir la obligatoriedad probablemente generaría un rechazo aún mayor.
El libro también dedica un capítulo a las mujeres en la historia de las vacunas ¿por qué?
Sí, hemos querido dar visibilidad a las mujeres que han contribuido al desarrollo de las vacunas porque no siempre han recibido el reconocimiento que merecían, porque han estado a la sombra de otros investigadores o porque han trabajado en épocas donde las mujeres no tenían visibilidad. Muchas de las que mencionamos son americanas, pero hay una española que ha sido reconocida por la OMS como la primera enfermera de la historia en misión internacional. Isabel Zendal participó, junto al médico militar Xavier Balmis, en una expedición que recorrió Latinoamérica para expandir la vacuna de la viruela. La misión se considera un hito a nivel internacional y es algo de lo que nos deberíamos sentir orgullosos.