“Mis padres son un poco estúpidos y no creen en las vacunas. Ahora que tengo 18 años, ¿dónde puedo vacunarme?¿Puedo hacerlo a mi edad?”. En noviembre del pasado año, el joven estadounidense Ethan Lindenberger lanzó estas preguntas en un popular portal de internet. El comentario se volvió viral e inició un nuevo debate sobre los derechos de los menores a recibir una vacuna sin el consentimiento de sus padres.
El caso se ha hecho tan popular que una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, el New England Journal of Medicine , publicó a principios de este mes de junio un editorial que afirma que “los estados deben promulgar leyes que amplíen tanto el acceso a las vacunas, como los derechos de los menores de al menos 12 a 14 años de edad a consentir la vacunación”, ya que, “otorgar a los adolescentes la autoridad para acceder a la vacunación sin el permiso de los padres les permitiría ponerse al día con cualquier vacuna infantil que no hayan recibido”.
Aunque los firmantes del texto reconocen que la medida no sería “una panacea”, aseguran que “podría mejorar las tasas de vacunación contra enfermedades altamente infecciosas como el sarampión”. La mención de esta enfermedad no es casual, ya que el gigante norteamericano ha experimentado un número creciente de brotes de sarampión en los últimos años y, en los primeros 5 meses de 2019, se han confirmado más casos de esta enfermedad que en cualquier año completo desde 1992 .
“La resistencia de los padres a la vacunación está dejando a más niños y niñas vulnerables al sarampión y a otras enfermedades prevenibles”, asegura el editorial, y “algunos de estos niños han comenzado a buscar la forma de retractar las decisiones de rechazo de la vacuna tomadas en su nombre por sus padres”.
La OMS recomienda escuchar a los adolescentes
Pero el problema no es fácil de resolver y, al igual que sucede en la mayoría de los países, en EEUU, “la mayoría de los estados no autorizan a los adolescentes a dar su consentimiento de manera independiente para la vacunación”, por lo que el joven Lindenberger no pudo cumplir su objetivo hasta diciembre del pasado año, cuando cumplió la mayoría de edad y se dirigió a una clínica pública para recibir varias vacunas.
Las recomendaciones internacionales establecen que, en caso de que las opiniones del menor y de los padres con respecto a la vacunación difieran, “es importante que el personal de salud entienda los derechos de los padres y de los niños en estos casos y que pueda sopesar esos derechos con arreglo a los principios rectores que gobiernan esas situaciones en el contexto nacional”, según recoge un documento de la Organización Mundial de la Salud.
Sin embargo, este organismo afirma que se debe tener en cuenta la evolución de los menores hacia la toma de decisiones independientes a medida que maduran, un principio que está recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño e implica que la opinión de los menores debería tenerse en cuenta en el proceso de obtención de un consentimiento.
Aunque la participación del menor en la toma de decisiones no implica que sea necesariamente él quien tome la decisión final, la Convención sobre los Derechos del Niño establece que, “si el adolescente es suficientemente maduro, deberá obtenerse el consentimiento fundamentado del propio adolescente y se informará al mismo tiempo a los padres de que se trata del interés superior del niño”.
La ley española prima el interés superior del niño
En la legislación española se recoge este principio de prevalencia del “interés superior del menor”, incluso frente a la patria potestad de los padres, tal y como recomiendan las instituciones internacionales. Con lo que, en caso de conflicto judicial se deberá atender siempre a lo que ha manifestado el menor.
Sin embargo, tanto la legislación nacional como las recomendaciones internacionales no resuelven el problema de determinar a partir de qué edad podrá un menor tomar decisiones autónomas sobre su salud. Además, a diferencia de otros países de nuestro entorno, en España no existe una mayoría de edad sanitaria previa a la mayoría de edad, situada a los 18 años.
“Obviamente un menor de 7 u 8 años no va a acudir por propia voluntad a vacunarse, así que hablamos de adolescentes o preadolescentes que ya tienen cierta autonomía”, asegura a eldiario.es el presidente de la Asociación Española de Vacunología, Amós García. Según este especialista, aunque “son casos absolutamente anecdóticos, en ocasiones nos encontramos casos de menores de en torno a 14 años que han acudido a vacunarse solos, porque su familia no estaba de acuerdo con la vacunación”.
Ante la duda sobre cómo actuar en estos casos, García afirma que, por lo general, alguien que acude a recibir un servicio ya está dando su consentimiento y no se suele preguntar la edad. “Como práctica habitual, a nadie se le niega el uso de los recursos que ofrece el sistema sanitario y si alguien acude para recibir una vacuna que está incluida en el calendario, se le pone”, asegura este especialista.
La participación de los padres sigue siendo importante
A pesar de la petición realizada por el NEJM, los especialistas consideran que “la participación de los padres en las decisiones de vacunación sigue siendo importante” y afirman que “muchos padres que no están seguros de la vacuna finalmente acceden a la vacunación”. García afirma que “es normal que algunos padres tengan dudas”, pero asegura que en España, posiciones extremas como la de la madre de Lindenberger son “anecdóticas”.
“Mi madre cree que las vacunas pueden causar autismo y daño cerebral”, afirmó el joven estadounidense en una audiencia del Congreso de EEUU sobre brotes de enfermedades prevenibles, celebrada el pasado mes de marzo. Esta creencia está basada en un estudio que ha sido desacreditado por la comunidad científica, pero, a pesar de ello, el bulo sigue circulando. “Los adolescentes no necesitan ser perjudicados por las decisiones de los padres que se basan en la desinformación”, asegura el editorial.
Sin embargo, el hecho de que los menores puedan decidir sobre sus vacunas tiene otra cara, que se puedan negar a recibirlas en base a las mismas informaciones falsas que han influido en algunos padres. Por este motivo, el editorial del NEJM destaca la necesidad de ofrecer todos los datos disponibles para que puedan tomar una decisión informada.
La importancia de “comprender las ventajas y riesgos de la vacunación es un aspecto central del consentimiento informado”, asegura la OMS, por lo que, “las estrategias y materiales de comunicación deben atender no solamente a los padres, sino también a los niños mayores y los adolescentes”.