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Aprender a usar el condón, pero no a reconocer deseos o respetar un 'no': “Sin esto la educación sexual está coja”

Marta Borraz

13 de junio de 2021 23:14 h

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Clamidia, gonorrea, sífilis, embarazo no deseado, el preservativo se pone así, cuidado con esto. Pensar en educación sexual es hacerlo casi inevitablemente en prevención de enfermedades o métodos anticonceptivos, el enfoque de muchos de los programas impartidos a adolescentes en las aulas y la idea dominante de la sexualidad casi para cualquiera. La educación sexual sigue siendo una asignatura pendiente en España, aún adolece de escasez y poca continuidad, pero el gran reto es hacerla integral: no es que hablar de infecciones de transmisión sexual, riesgo de embarazo o preservativos no sea útil y necesario, sino que reducirlo a eso hace que la foto no esté completa, coinciden educadoras y sexólogas, que practican otra forma de educar sexualmente a los jóvenes cada vez más común pero aún lejos de ser sistemática.

Así lo confirma una reciente encuesta encargada a la consultora 40dB por el laboratorio farmacéutico HRA Pharma. Casi 2.300 jóvenes (solo preguntó a mujeres) de entre 16 y 35 años respondió al sondeo, que entre otras muchas cosas preguntó si la educación sexual que habían recibido había estado centrada en cuestiones “científicas o biológicas”. El 73% respondió que sí. Sobre temáticas concretas, el 82% dijo que le habían hablado de métodos anticonceptivos, pero el porcentaje baja progresivamente al preguntarles por el consentimiento (51,6%), diversidad de orientaciones e identidades (30,2%) o placer sexual y bienestar emocional, que no alcanzan el 25%. Todas las cifras suben, aunque ligeramente, al aislar a las de edades más jóvenes, lo que da cuenta del avance en los últimos años.

“La gente se piensa que educación sexual es sinónimo de hablar de relaciones sexuales, de genitales y prácticas, el coito y ya, y los riesgos asociados a eso, pero es mucho más, si solo hablamos de eso está coja”, señala la sexóloga Bárbara Sáenz, que forma junto a Ruth Arriero Serise Sexología. Ambas recorren colegios e institutos de La Rioja intentando “fomentar relaciones responsables y una sexualidad positiva” adaptada a cada edad. La respuesta, explican, “es muy buena”; el alumnado “se sorprende y lo agradece porque nos dice que no lo había visto de esta forma”. Sobre la encuesta, Sáenz difiere del uso del término “científico” porque “la sexología es una ciencia y engloba todo más allá de hablar de aparto reproductor o embarazos”. Pitu Aparicio, educadora especializada en sexualidad, coincide: “Se trata de crear un espacio seguro en el que se atrevan a preguntar cosas que normalmente no preguntan por vergüenza y hablar de emociones, de lo afectivo, de cómo nos sentimos, de deseo y placer o de consentimiento”.

Lo habitual es que en un principio el alumnado busque otras cosas porque no se ha planteado que eso también es la sexualidad. Y entre sus inquietudes habituales está “la de convertir la erótica en una técnica”, ilustra Raquel Hurtado, coordinadora del Área de Intervención Social de la Federación Estatal de Planificación Familiar. “Te preguntan cuánto tiempo se tarda en tal cosa, cómo se hace bien esto otro, así que lo que intentamos es ampliar y abordarlo todo”, añade. Y eso incluye hablar de deseo, de roles de género, de machismo, de consentimiento, de amor, de enamoramiento, de orientaciones sexuales e identidades diversas, de atracción, de modelos de pareja, de qué cosas nos limitan, de autoconocimiento del propio cuerpo y de las emociones, de la capacidad para discernir qué queremos o con qué nos sentimos bien, enumera la experta.

Placer en sentido amplio

Una de las cuestiones que suele abordarse desde este enfoque en el alumnado es la del placer, pero de una forma amplia. Es, explica Hurtado, “un mensaje muy clave”: “que el placer tiene que estar antes, durante y después y va más allá del orgasmo; tiene que ver con la búsqueda del bienestar y con lo que uno mismo y la otra persona se siente a gusto” El objetivo es “generar relaciones más igualitarias y satisfactorias” con el foco puesto “en cómo está la otra persona”. “Se cultiva mucho la responsabilidad y la comunicación, no solo aprender a identificar qué queremos, sino aprender a trasladarlo, y también trabajamos mucho con los mandatos de género y la presión social porque lo que se espera de los chicos y chicas influye en la autoestima y las relaciones”, añade Sáenz.

En este punto el consentimiento emerge como una de los elementos fundamentales de la formación. “Enseñar a poner un condón todos sabemos, pero lo gordo e importante es que hay que tener herramientas para poder decir que sin preservativo 'no' y respetarlo”, argumenta Hurtado. Se trata de “habilidades más sutiles” que tienen que ver con los roles de género y los aprendizajes sociales y que “si no ponemos sobre la mesa y no trabajamos, estaremos perdiéndonoslo todo”. Porque los jóvenes van a buscar sí o sí la información, creen las expertas, “y acabaran influenciados por la pornografía creyendo que eso es lo que tienen que aplicar”, dice Sáenz. Y pone el ejemplo de un comentario que recientemente le dijo un alumno en una de sus clases: “Si empiezas la partida la tienes que acabar porque hay unas reglas”. Por el contrario, se trata de que “entiendan que si cambiamos de opinión no pasa nada, el 'no' puede aparecer en cualquier punto de la relación”.

Los efectos positivos de la educación sexual “en mayúsculas”

El hecho de que este enfoque no sea el dominante y sí el de la prevención de las ETS o embarazos, que, advierten las expertas, es también útil e importante, pero complementario, parte en muchas ocasiones de la propia demanda de los centros. Hurtado explica que la mayoría, cuando se plantean recurrir a la educación sexual es cuando “perciben el riesgo”, normalmente en 3º o 4º de la ESO. Sáenz añade otra variable: “Es la línea en la que se trabajan muchas de las charlas que salen de las consejerías de salud porque en ese ámbito es lo que prima”. Pero además “vemos muchas administraciones que financian proyectos de este tipo porque de alguna manera son los que generan consenso social. Hay unanimidad en el hecho de que en la escuela es importante prevenir ETS, pero al hablar de igualdad de género, LGTBI, placer...empieza el titubeo o directamente la oposición”, cree Hurtado.

Sin embargo, prescindir de ello y centrarse en la enfermedad o el peligro “es contribuir a la cultura del miedo”, añade Aparicio, que insiste en la necesidad de “hablar de la parte emocional” y hacerlo, adaptado a la edad, desde pequeños. Eso hace que “en muchos de los talleres salgan cosas que antes no han salido, me encuentro chicas que han sufrido violencia todos los días, y también conseguimos que se den cuenta de la presión social o de que les faltan herramientas”.

Los beneficios de educar sexualmente así a los jóvenes pasan por fomentar la toma de decisiones, el establecimiento de relaciones “más positivas” e incluso que “se retrasa el inicio de sus relaciones con penetración”, enumera Hurtado. “En esto último no es tan relevante el tema de la edad, no se trata tanto de eso como de las vivencias asociadas, pero sí nos dice que probablemente mucha gente joven está teniendo estas relaciones porque siente que las tiene que tener”. Y es que “educación sexual en mayúsculas pasa porque entiendan que es una práctica más y la gente joven siente que no tiene tanta presión”, añade la experta.

Sin embargo la educación sexual en España sigue lastrada por limitaciones. Las expertas coinciden: depende de la voluntariedad del centro, suelen ser pocas horas al año y discontinuas. Bárbara Sáenz cree que “se ha avanzado en los últimos años”, pero “sigue habiendo carencias”: “Son sesiones puntuales en momentos muy concretos y sería muy interesante que fuera continuado porque es clave para su desarrollo”. Así define la educación sexual también la ONU, como un contenido “esencial para la salud y el bienestar de niños y jóvenes”. La nueva ley educativa, la LOMLOE, pretende incluirla como un tema transversal en todas las etapas, una “buena noticia”, cree Hurtado, pero “que debe concretarse y no quedar en papel mojado”.

Con esa intención desarrolló el Gobierno de Navarra el programa pionero Skolae, premiado por la Unesco, y que se enfrenta a la persecución y criminalización desde sectores de la extrema derecha y ultracatólicos. Desde su puesta en marcha no han dejado de incorporarse centros, y ya está implantado en 221. Se trata de un plan basado “en la coeducación” que promueve la igualdad de género, la prevención de las violencias machistas, el fomento de relaciones igualitarios y satisfactorias o el respeto a la diversidad. Y entre otras cosas, toca la sexualidad desde una dimensión amplia, positiva y responsable, explica Patxi Ozkoidi, director del IES Zizur BHI, que participa en el proyecto.

El programa “ha supuesto una herramienta que nos permite trabajar estos contenidos de forma sistemática y ordenada”, dice Ozkoidi, que resalta que es aplicable a todos los cursos y niveles -en el caso del IES Zizur BHI, desde 1º de la ESO hasta 2º de Bachillerato-. El director defiende tratar la educación sexual en las aulas desde este prisma, algo que hace Skolae: “En la conformación de la personalidad es una dimensión importante. No tanto la parte reproductiva, que es de lo que se suele hablar, sino la dimensión afectivo-sexual. Y es clave porque los adolescentes están en ese momento en que están descubriendo y preguntándose cosas. No podemos hablar de relaciones igualitarias y de libertad sin tocar este aspecto”, concluye el director.