A bordo del barco de rescate “Aquarius”, gestionado por las ONG “SOS Mediterranee” y “Médicos Sin Fronteras” y dedicado al rescate de migrantes frente a la costa de Libia, la actividad siempre es frenética, incluso cuando está atracado en puerto.
Reuniones, entrenamientos diarios y simulacros, una y otra vez, tanto para los recién llegados como para aquellos que llevan decenas de duros rescates a sus espaldas.
“Siempre hay algo que mejorar, algún pequeño error, algo que aprender para ser más efectivos”, coinciden en explicar varios miembros del equipo de MSF a Efe, también embarcada en el “Aquarius”.
Cada mañana ambas organizaciones reúnen a sus equipos e intercambian información, dudas e ilusiones antes de reforzar rutinas y conductas que reduzcan las muertes en esta zona del Mediterráneo, en la que el pasado año perecieron ahogados 3.116 migrantes.
Según cifras de la Organización Internacional de la Migraciones (OIM), 5.945 más han logrado cruzar este año desde Libia a Italia y 318 han perecido en el intento.
El transporte de heridos y muertos es uno de los más complejos: no solo por la variedad de camillas que existen, sino por la dificultad de coordinar y hacer un diagnóstico durante una situación de estrés extremo como es el rescate en alta mar.
Obstáculos a los que se suman las emociones de rescatados y rescatadores, el movimiento de las olas y las limitaciones propias de un barco, plagado de escaleras y pasillos estrechos.
“En el mar estas dificultades se multiplican por diez. No solo hay que ser muy efectivos, sino que hay que calmar a la gente, mantenerles ocupados y hacerles ver que vas a ayudarles”, explica Tenjui Louppe, subdirector de Búsqueda y Rescate.
Pero no solo las complicaciones que implica el mar están en la mente.
También el tiempo, la situación política en Libia y sobre todo la acción de la Guardia Costera libia, mal preparada, con vínculos poco claros con los contrabandistas y aun así empoderada desde las instituciones europeas.
Algunos de esos grupos pasaron solo meses atrás a vigilar la costa en patrulleras tras un supuesto acuerdo secreto alcanzado con las autoridades italianas, que no ha servido para frenar el trasiego de pateras.
“Las salidas continúan desde Libia. Las cifras han bajado pero siguen llegando en muy malas condiciones, lo que les pone en peligro a ellos y hace que los rescates sean muy complicados”, explica Nick Romaniue, jefe de la misión de SOS Mediterranee.
Con más de tres años de experiencia en el rescate de personas en el Mediterráneo, Romaniue está pendiente del viento, responsable del retraso de la salida.
“Una de mis prioridades es que todo el equipo esté fresco y preparado todo el tiempo para el rescate. En un barco se está siempre activo, cuesta moverse y es estresante”, afirma.
Pero también de incidentes como el que sufrió esta semana el barco de la ONG española “Open Arms”, acosado y amenazado por la Guardia Costera libia cuando se aprestaba a hacer un rescate a unas 73 millas de la costa, muy lejos de su jurisdicción.
Días después, la propia guardia costera acusó a “Open Arms” y al resto de ONGs en el Mediterráneo de interferir en los rescates y de violar sus aguas territoriales.
“Nadie puede asegurar que haya en Libia un lugar seguro en el que desembarcar personas. Si están huyendo de Libia, no tiene mucho sentido obligar a esa gente a regresar allí”, reflexiona Romaniue.
“En un principio huyen de las condiciones en su país de origen. El hecho de que pasen por Libia, sea la razón que sea, hace que su motivación actual sea huir de la situación en Libia. Escapar por esas historias que hemos escuchado sobre el trato en los campos de detención”, agrega.
En este sentido, insiste con pesar en que “es muy duro cuando los guardacostas libios llegan e interceptan y se llevan de vuelta a la gente a la que tratas de salvar”.
“Están mucho más activos, intentan interceptar a la gente que huye a bastante distancia de la costa. Antes lo hacían más cerca de su territorio, ahora se han extendido más”, afirma.
“Es muy frustrante ver que operan en patrulleras y que nosotros operamos en barcos... que tenemos lanchas de rescate y que tratamos de reducir el riesgo para la gente. Hemos visto en estos dos años cuáles son los peligros”, agrega.
Romaniue, como el resto de integrantes del “Aquarius”, repiten que su único deseo es ayudar a la guardia libia, un objetivo que se desliza de su entrenamiento diario.
“Estamos preparados para ayudarles. Pero lo rechazan y vemos errores. Tenemos información y hemos visto fotos publicadas de rescates que han ido mal, con gente que no quiere volver con ellos”, concluye.